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domingo, 2 de abril de 2017

William James y la santidad con cuentagotas

En su interesante análisis sobre Las variedades de la experiencia religiosa, William James admite que la conducta de los santos es benéfica para la sociedad… siempre y cuando se limite a una pequeña cantidad de seres. “La función general de su caridad en la evolución social es vital y esencial” (tomo II, cap. XIV, p. 397), pero solamente al modo de un remedio que tomado en su justa dosis vitaliza y en exceso envenena. Si los santos proliferasen en demasía, la sociedad colapsaría:

Toda la historia del gobierno constitucional es un apéndice sobre la excelencia de resistir al mal y cuando una mejilla es golpeada devolver el golpe y no poner también la otra mejilla. [...] a pesar del Evangelio, a pesar del cuaquerismo, a pesar de Tolstoi, aceptan ustedes combatir el fuego con el fuego, matar a los usurpadores, encerrar a los ladrones y eliminar a vagabundos y estafadores (ibíd., p. 395).


O sea que lo que hacen los gobiernos, esto es, devolver mal por mal y golpe por golpe, es lo conveniente para la buena salud social en la gran mayoría de los casos, siendo el precepto de poner la otra mejilla, típico del santo, solo conveniente en raras excepciones. Es esta una opinión que yo respetaría siempre que viniera de alguien que no hace del empirismo su leitmotiv como es el caso de James. Porque James no se cansa de decir que todos sus asertos (excepto los de orden puramente lógico o matemático) están basados en la experiencia, y ¿de qué experiencia se vale para concluir que los gobiernos punitivistas prohíjan sociedades más armónicas que los gobiernos no punitivistas, siendo que estos últimos jamás han existido? Ciertamente que hay gobiernos más punitivistas que otros, y es posible que, valiéndonos del método experimental, lleguemos a demostrar que los gobiernos que más duro castigan a las personas socialmente indeseables pertenezcan a los países en que más nos gustaría vivir. Esta afirmación, ya de por sí, es temeraria, puesto que en Cuba por ejemplo, o en los países musulmanes fundamentalistas, se suele castigar el delito de manera terminante, y no creo que a muchos occidentales les agrade la idea de vivir en aquellas regiones; pero además no estamos resolviendo el problema, porque la experiencia nos ofrece siempre gobiernos más o menos punitivistas, nunca un gobierno que no castigue en absoluto, de modo que no podemos comparar, solo podemos hacer conjeturas aventuradas. Yo estoy en mi derecho de hacerlas, porque soy un conjeturador serial, pero una persona como James, empirista radical como se autodenomina, si es lógico debería callar, porque la empiria no nos ha suministrado jamás, desde la historia de las civilizaciones, el ejemplo de un pueblo repleto de santos que no odie ni castigue a quienes trastornan sus códigos morales, sino que los ame y los perdone.

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