En su interesante análisis sobre Las variedades de la experiencia religiosa,
William James admite que la conducta de los santos es benéfica para la
sociedad… siempre y cuando se limite a una pequeña cantidad de seres. “La función general de su caridad en la
evolución social es vital y esencial” (tomo II, cap. XIV, p. 397), pero
solamente al modo de un remedio que tomado en su justa dosis vitaliza y en
exceso envenena. Si los santos proliferasen en demasía, la sociedad
colapsaría:
Toda
la historia del gobierno constitucional es un apéndice sobre la excelencia de
resistir al mal y cuando una mejilla es golpeada devolver el golpe y no poner
también la otra mejilla. [...] a pesar del Evangelio, a pesar del cuaquerismo,
a pesar de Tolstoi, aceptan ustedes combatir el fuego con el fuego, matar a los
usurpadores, encerrar a los ladrones y eliminar a vagabundos y estafadores
(ibíd., p. 395).
O sea que lo que hacen los gobiernos, esto es, devolver
mal por mal y golpe por golpe, es lo conveniente para la buena salud social en
la gran mayoría de los casos, siendo el precepto de poner la otra mejilla,
típico del santo, solo conveniente en raras excepciones. Es esta una opinión
que yo respetaría siempre que viniera de alguien que no hace del empirismo su
leitmotiv como es el caso de James. Porque James no se cansa de decir que todos
sus asertos (excepto los de orden puramente lógico o matemático) están basados
en la experiencia, y ¿de qué experiencia se vale para concluir que los
gobiernos punitivistas prohíjan sociedades más armónicas que los gobiernos no
punitivistas, siendo que estos últimos jamás han existido? Ciertamente que hay
gobiernos más punitivistas que otros, y es posible que, valiéndonos del método
experimental, lleguemos a demostrar que los gobiernos que más duro castigan a las
personas socialmente indeseables pertenezcan a los países en que más nos
gustaría vivir. Esta afirmación, ya de por sí, es temeraria, puesto que en Cuba
por ejemplo, o en los países musulmanes fundamentalistas, se suele castigar el
delito de manera terminante, y no creo que a muchos occidentales les agrade la
idea de vivir en aquellas regiones; pero además no estamos resolviendo el
problema, porque la experiencia nos ofrece siempre gobiernos más o menos
punitivistas, nunca un gobierno que no castigue en absoluto, de modo que no
podemos comparar, solo podemos hacer conjeturas aventuradas. Yo estoy en mi
derecho de hacerlas, porque soy un conjeturador serial, pero una persona como
James, empirista radical como se autodenomina, si es lógico debería callar,
porque la empiria no nos ha suministrado jamás, desde la historia de las
civilizaciones, el ejemplo de un pueblo repleto de santos que no odie ni
castigue a quienes trastornan sus códigos morales, sino que los ame y los
perdone.
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