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domingo, 30 de septiembre de 2012

Prensa y capitalismo, bajo la mirada de Bertrand Russell


La prensa es uno de los grandes factores que los hombres que critican al capitalismo indican cuando quien probar que el capitalismo es el origen de las guerras modernas. En vista de que la administración de un gran periódico necesita un gran capital, los propietarios de los órganos importantes forzosamente pertenecen a la clase capitalista, y sería raro y excepcional suceso que no simpatizasen con su propia clase en las ideas y en la manera de ver las cosas. Ellos pueden determinar las noticias que deben tener la gran multitud de lectores de periódicos; pueden realmente falsificar las noticias, o, sin ir tan lejos, escogerlas cuidadosamente, dando aquellos párrafos que puedan fomentar las pasiones que a ellos les conviene estimular, y suprimiéndolas cuando sea necesario recetar un antídoto. De este modo el concepto del mundo en la imaginación del lector medio de periódicos es falseado, por ser lo que conviene a los intereses del capitalista. Esto es cierto en muchos sentidos; pero sobre todo en cuanto se refiere a las relaciones entre las naciones. A la mayoría del pueblo de un país puede hacérsele amar u odiar cualquier otro país, según el deseo de los propietarios de los periódicos, que están muchas veces influidos, directa o indirectamente, por el deseo de los grandes financieros. [...] La mayoría de los hombres no son lo suficientemente sagaces para estar alerta contra las influencias de la prensa, y mientras sigan sin tener un sentido crítico, el poder de la prensa continuará siendo muy grande.
Bertrand Russell, Los caminos de la libertad, pp. 158-9

Llegará el día en que podamos pensar por nosotros mismos, evitando intermediarios. Mientras tanto, ya que necesitamos de ellos, busquémoslos en donde las probabilidades de que quieran engañarnos sean menores. Editar un libro no requiere necesariamente de un gran capital, lo que sí es necesario para la edición de un periódico; por lo tanto, los libros no necesariamente nos engañarán haciéndonos creer que en el capitalismo está la base de toda civilización decente. La conclusión es categórica: Mientras no tengamos poder de razonamiento crítico, evitemos los diarios y acerquémonos a los libros. Esto, además, nos procurará una ventaja adicional: el perfeccionamiento de nuestros conocimientos perennes. Los diarios se ocupan estrictamente de lo temporal, de lo presente, de lo que mañana olvidaremos porque no nos interesará en lo más mínimo (como el suicidio del empresario Alfredo Yabrán, asunto tan "esencial" a nuestra existencia que el diario Clarín, en su edición del 21/5/98, le dedicó ¡treinta y dos páginas!, y aún se sigue hablando de ese "importante asunto" en todo medio informativo noticioso con el que uno infortunadamente se topa. Digo yo, a quien esté leyendo esto, transcurridos ya unos años de la muerte de este tipo, ¿le interesa en algo ese acontecimiento?); los libros, o mejor dicho los libros buenos, a diferencia de los diarios, nos instruyen acerca de temas que no pasarán de moda, siendo así que la lectura de La República de Platón, libro escrito hace más de dos mil años, nos conmueve e interesa tanto como El miedo a la libertad, de Fromm, escrito hace sólo unos decenios, y esto por dar los dos primeros ejemplos que me vienen a la mente. En resumen, considero inmoral no tanto la lectura de periódicos como sí el malgastar nuestro dinero comprándolos. Los cuarenta o cincuenta dólares que una familia gasta por mes en la compra de diarios y en la intoxicación de su razonamiento alimentaría ya no la inercia mental, sino el estómago de por lo menos otra familia completa a la que el capitalismo que fomenta la prensa le impide comer diariamente. (Y ni que hablar del tema de la deforestación. Por más que el papel prensa sea mayormente papel reciclado, la incidencia de las infinitas y voluminosas tiradas diarias sobre el ecosistema mundial es escalofriante. Se me dirá que para editar libros también hay que tirar árboles, a lo que responderé que sí, pero compárese la cantidad de papel utilizado en la edición de un libro --que no se edita todos los días, ni todos los meses-- con la que requiere la edición de un diario y se tendrá una noción cabal de que el verdadero crimen a la naturaleza viene de la prensa noticiosa y no de las editoriales. Reciclar la conducta de los empresarios de la prensa, y no el papel que utilizan, es lo que realmente importa.) Y para quienes vean pasar las horas de un modo triste y aburrido sin su tabloide, mi recomendación no es que compren un libro, sino que concurran a una biblioteca; de este modo no contribuirán al derribe indiscriminado de árboles ni tampoco al acrecentamiento de la fortuna personal de algún editor inescrupuloso, además de, a modo de yapa, instruirse atemporalmente y aespacialmente, es decir, poblar sus pensadoras de conocimientos que carezcan de límites geográficos e históricos, que son los únicos conocimientos que pueden hacernos mejorar en algún sentido.

jueves, 27 de septiembre de 2012

La concepción materialista de la historia


 El marxismo es la máxima forma de la patología mental.
 Antonio Vallejo-Nájera, La locura y la guerra

No, los rojos no estaban locos como lo suponía el psiquiatra de Franco, simplemente adolecían de algunas deficiencias lógicas a causa de su espíritu dogmático. Una de estas deficiencias, la que a mí personalmente más me perturba o me sorprende, es aquella que afirma que las diferentes sociedades, y las diferentes personas que en las sociedades habitan, se determinan pura y exclusivamente, o por lo menos mayormente, a través de los diferentes factores económicos que las atraviesan. No sé si Marx lo ha expresado de este modo en alguno de sus escritos, pero sus herederos intelectuales así lo dan a entender, y este no es un buen comienzo para arrancar con la explicación de una teoría que se supone científica. No creo, pues, en la concepción materialista de la historia. ¿Y por qué no creo?  Bueno..., podría explicar este por qué yo mismo, pero mejor lo dejo, una vez más, a Pío Baroja, que tiene para este asunto una respuesta concisa, hiperlógica y, como me tiene acostumbrado, maravillosamente redactada:  

   La concepción materialista de la historia no tiene valor. Decir que sólo los hechos económicos y la vida material determinan y dan carácter al mundo, es una idea primaria de estudiante. La historia no se explica sólo por intereses materiales. Si los motivos históricos estuviesen ya completamente aclarados, como la vida cambia poco o no cambia nada en cientos y hasta en miles de años, se conocería ya su mecanismo. Además de los motivos económicos, hay los motivos étnicos, psicológicos, religiosos y morales. ¡Qué duda cabe que el descubrimiento de la máquina de vapor, de la dínamo eléctrica, del motor de explosión, han influido en la vida humana! Pero también es evidente que las ideas o las teorías han influido en la inteligencia de los inventores y en sus creaciones. Saber qué es lo anterior, si lo material o lo espiritual en la vida, es como afirmar que el huevo es anterior a la gallina o la gallina al huevo (Pío Baroja, Comunistas, judíos y demás ralea, p. 37).

También critica Baroja el concepto de plusvalía, otro de los grandes pilares del marxismo; pero aquí ya no estoy tan de acuerdo con la crítica. De todos modos, no tengo una posición tomada lo suficientemente firme como para meterme a criticar la plusvalía o a criticar a quienes la critican. Como lo insinué en mi anterior entrada, las relaciones económicas no son mi fuerte...

martes, 25 de septiembre de 2012

Michel Foucault y el interés por la política


A principios de la década del 70 Michel Foucault fue entrevistado por la televisión holandesa. Un tal Elders le preguntó por qué se interesaba tanto por la política, respondiendo Foucault lo siguiente:

 Su pregunta es: ¿por qué me interesa tanto la política? Si pudiera responder de una forma muy sencilla, diría lo siguiente: ¿por qué no debería interesarme? Es decir, qué ceguera, qué sordera, qué densidad de ideología debería cargar para evitar el interés por lo que probablemente sea el tema más crucial de nuestra existencia, esto es, la sociedad en la que vivimos, las relaciones económicas dentro de las que funciona y el sistema de poder que define las maneras, lo permitido y lo prohibido de nuestra conducta. Después de todo, la esencia de nuestra vida consiste en el funcionamiento político de la sociedad en la que nos encontramos. De modo que no puedo responder a la pregunta acerca de por qué me interesa; sólo podría responder mediante la pregunta respecto de cómo podría no interesarme[1].

Se impone entonces mi respuesta respecto de cómo puede no interesarme la política (o interesarme poco, para ser más sincero): me interesa poco porque poco me interesan las relaciones económicas y los sistemas de poder. Me interesa mucho la filosofía, y el poco tiempo libre de que dispongo trato de dedicarlo a ella. Creo que las relaciones económicas y los sistemas de poder son temas menores comparados con los temas que trata la filosofía propiamente dicha.
Para ser más categórico, digamos que la política en cierto sentido me interesa... de modo análogo al interés que tengo en jugar al Tetris. Pero visto y considerando que tengo cosas más importantes que hacer, dejo al Tetris para una mejor ocasión, la cual no se presenta casi nunca; y lo mismo me sucede con las indagaciones de orden político.


[1] Esta entrevista se reproduce, entre otros medios, en el suplemento "Cultura" del diario mendocino Los Andes, edición del 7/4/7.

lunes, 24 de septiembre de 2012

El interés de la juventud por la militancia política


¡Ah, la política!...
Se afirma en mi país que ahora, desde que el kirchnerismo está en el poder, la juventud ha vuelto a interesarse en la política. Y se afirma esto con bombos y platillos, como si fuera deseable que así sea en vez de ser contraproducente. Y es que la política, el interés por los asuntos políticos y la militancia sobre todo, absorben tiempo, tanto a los jóvenes como a los adultos, tiempo que podría dedicarse con mayor provecho a otras actividades que ennoblezcan el espíritu en vez de sembrar el odio y la discordia.
Ya Pío Baroja, en 1933, se quejaba de que esto mismo sucedía en su país:

En ninguna parte la política absorbe toda la vida como actualmente en España; la poca atención que sobra se dedica al sport y a los peliculeros. Lo demás, la ciencia, la literatura, el arte van a quedar tan esmirriados y tan pobres en nuestro país, que no se les va a notar (Pío Baroja, Comunistas, judíos y demás ralea, p. 112).

Recuerdo a mis compañeros de secundaria, y particularmente a los que militaban dentro del centro de estudiantes de mi escuela: no eran ellos, precisamente, los que más destacaban por su aplicación al estudio, su laboriosidad y su inteligencia. Hoy en día en mi país, o al menos en mi ciudad, toda la escolaridad secundaria no es más que un gigantesco centro de estudiantes en donde lo que interesa es el chismerío político fundamentalmente, muy por encima del estudio de las materias que se supone deben manejarse con soltura para ingresar al mundo laboral cargado de buenas ideas e iniciativas. Desde la más tierna juventud ya se les inculca el virus de la política, y una vez infectados, difícilmente puedan negativizarlo. Pero ya escucho la protesta de los activistas: "¡Eso es lo que pretenden los golpistas, los militaristas, los derechistas: que la gente, y en especial la juventud, no intervenga en la política o descrea de ella!". No lo niego: al derechista le conviene tal desinterés, pero también le conviene a la cultura y con eso me basta. Yo no voy a descreer de una idea sólo porque a otra gente indeseable también le agrade. Si a Videla le convenía, por razones políticas, evitar la contaminación de ríos y mares, ¡qué!, ¿habría que haberlos contaminado tan sólo para disgustarlo? No: más allá de cualquier coyuntura política, la contaminación de las aguas es una acción inética; y asimismo, politizar precozmente a las personas, en lugar de inculcarles otros valores más culturosos, me parece un accionar inético por mucho que coincidan conmigo ciertos personajes que de la ética jamás han tenido ni remotas noticias.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Izquierdismo, consumismo y haraganería


No vamo' a trabajar,
no vamo' a trabajar,
no vamo' a trabajar,
no vamo' a trabajar.
Rodolfo Zapata, No vamos a trabajar

Fervor izquierdista.
Fervor izquierdista es el que había en la España barojiana de la década del 30, a consecuencia de la Segunda República, y el que hay también ahora en mi país, a consecuencia del Segundo Peronismo --también llamado kirchnerismo. Y ¿cuál es la fuerza motora de estos izquierdismos políticos? El odio, el odio al rico y el odio al patrón; y si el patrón es rico, el odio asciende a la máxima potencia. Baroja se quejaba de esta situación, del odio que impedía el diálogo entre las partes en conflicto, forzando al obrero primero al silencio y luego a la venganza:

Está usted creyendo que ha obrado con justicia dentro de lo que uno puede hacer, y se encuentra usted con que se tienen enemigos capaces de pegarle a uno un tiro por la espalda si tuvieran valor para ello. En otros lados se le presentaría a usted un obrero cara a cara y le diría: "Yo creo que me ha perjudicado usted por esto o por lo otro", y habría una explicación; pero aquí no, se callan y luego si pueden lo revientan a uno (Pío Baroja, Comunistas, judíos y demás ralea, p. 104).

Aquí, en la Argentina kirchnerista, no llegan a reventar a los patrones, simplemente se limitan a envidiarlos desde lejos. El obrero desearía ser patrón, o mejor dicho, desearía ganar tanto dinero como su patrón, porque le han puesto en la cabeza que el consumo es lo que vale y no la producción. Y entonces se desespera por consumir... y le tiene asco al producir. El ideal de vida del obrero argentino --no de todos pero sí de una buena parte-- es pasársela con un buen plan social, con un buen subsidio a la haraganería de los tantos que rifa este gobierno, y saborear así las mieles del consumo evitando al mismo tiempo la peste del trabajo.
Pero ¿por qué será, estimado Baroja, que esta gente no quiere trabajar?

¡Qué se yo! Porque se entretienen con nada, mirando al cielo. Además, se cansan por cualquier cosa o dicen que se cansan. [...] Aquí no tienen qué hacer y se tumban. Usted no sé si habrá oído esa canción.
Cada vez que considero
que me tengo que morir,
tiendo la capa en el suelo
                  y me jarto de dormir.

Sí, aquí también somos así, con la diferencia de que además de haraganes, somos voraces consumidores. Nada hay de malo en ser haragán, en ser ocioso, si uno se atiene a las consecuencias de su haraganería, esto es, a la pobreza. Pero si uno pretende, a la vez que ser haragán, ser un rico propietario, ya la cosa se torna complicada para la salud de un pueblo, y es eso lo que está pasando aquí y ahora en este mi país, un país de gente que sueña con cargos políticos, pero no para trabajar por el bien común, sino justamente para dejar de trabajar... y atiborrarse de bienes personales.
¡Ah, la política!...

viernes, 21 de septiembre de 2012

¡Vade retro, comunismo!


La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos. [...] Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a cada uno según sus necesidades. 
Hechos de los apóstoles, 4. 32-35

En estos tiempos en que los diferentes comunismos están en retroceso, cabría preguntarse si dicho retroceso --a contrapelo de lo que opinaba Marx-- forma parte de una ley político-natural inquebrantable. Pío Baroja entendía que sí, que el comunismo, en tanto idea e ideal, no puede permanecer inmerso por demasiado tiempo dentro de los estamentos sociales y compenetrarse con ellos:

La realidad del comunismo encontraría seguramente muy pronto, de intentarse llevar a la práctica, su tope en la realidad de la vida, y entonces, al chocar con lo humano, tendría que transformarse, que evolucionar y, en parte, que retroceder. Sería como una inundación, que aquí arrasa, que allá fertiliza, que en otra parte cambia y, al último, se retira (Comunistas, judíos y demás ralea, p. 102).

Y es así, los comunismos políticos van y vienen y nunca se quedan. Y arrasan; de la mano de Stalin (y de tantos otros), han sido máquinas arrasadoras. Fertilizan también, como va de suyo; de la mano del Che Guevara (y de tantos otros), terminaron siendo poderosos fertilizantes. Pero estos fertilizantes, toda vez que han sido regados por la mano de la coacción, han resultado ser de alta toxicidad. Comunismo sin contraindicaciones, comunismo que inunda sin ahogar, sin arrasar, y fertilizando naturalmente los territorios que anega, es el comunismo que pregonaba Jesús, el comunismo que se desentiende de la política, el comunismo que practicamos, sin siquiera notarlo, dentro de nuestro grupo familiar o con nuestros mejores amigos. Pero la realidad de la vida, como bien dice Baroja, pone su tope a este tipo de aventuras del pensamiento, porque la gente, a diferencia de nuestros amigos o familiares, se comporta frente a nosotros de manera egoísta. Y así, mientras el egoísmo impere, al único comunismo al que podremos aspirar será al comunismo político, al comunismo que fertiliza y contamina la vez, y arrasa, fundamentalmente arrasa...

jueves, 20 de septiembre de 2012

Cómo influir en la humanidad


Vuelvo a Pío Baroja; en este caso en diálogo con un anarquista político y dinamitero que lo interroga acerca de si no piensa que los hombres van hacia la igualdad:

Quiá, al revés, vamos a la diversidad; vamos a la formación de nuevos valores, de otras categorías. Claro que es inútil actualmente, y además perjudicial, que un duque, por ser hijo de un duque y nieto de otro y descendiente de un cobrador de gabelas del siglo XVII, o de un lacayo de un rey, tenga más medios de vida que un cualquiera; pero, en cambio, es natural y justo que Edison tenga más medios de vida y de cultura que ese cualquiera (Pío Baroja, Comunistas, judíos y demás ralea, p. 95).

"Pero, entonces --replica el anarquista--, se va a la formación de otra aristrocracia". "Sí --responde Baroja--; pero de una aristocracia cambiante en consonancia con las aristocracias de la naturaleza". Este aristocratismo barojiano es polémico, y nunca se ha dado, que yo sepa, en la práctica. Pero aquí viene lo que me interesa, lo que trasunta verdad e inteligencia, y el motivo principal por el que no me quiero despegar tan fácilmente de este pensador que acabo de descubrir este año. Porque al contestarle su interlocutor que tal porvenir aristocrático, tal aristocracia ilustrada, le parece una desigualdad, una cosa que habría que evitar, responde Baroja con estas palabras que no han pasado a la historia simplemente porque la historia, la historia de las ideas, está escrita frecuentemente por gentes que no merecen escribirla:

¡Evitar! Es imposible. La humanidad lleva su marcha, que es la resultante de todas las fuerzas que actúan y que han actuado sobre ella. Modificar su trayectoria es una locura. No hay hombre, por grande que sea, que pueda hacerlo. Ahora sí, hay un medio de influir en la humanidad, y es influir en uno mismo, modificarse a sí mismo, crearse de nuevo. Para eso no se necesitan bombas, ni dinamita, ni pólvoras, ni decretos, ni nada. ¿Quieres destruirlo todo? Destrúyelo dentro de ti mismo.

lunes, 17 de septiembre de 2012

La conversión de Oscar Wilde (parte III)

Si después de que recupere la libertad, uno de mis amigos organiza una fiesta y no me invita a ella, no me ha apesadumbraré: puedo ser perfectamente feliz permaneciendo sólo. Con la libertad, las flores, los libros y la luna, ¿quién no sería perfectamente feliz? Además, las fiestas ya no me interesan; organicé demasiadas para seguir preocupándome de ellas. Afortunadamente, este aspecto de la vida ya no existe para mí.
Oscar Wilde, De Profundis, p. 104

¿Por qué casi todos recuerdan al Wilde fiestero y casi nadie al Wilde evolucionado? ¿Será porque casi todos aspiran a ser fiesteros, y casi nadie a evolucionar?

Convencido estoy de que las fuerzas naturales tienen un poder de purificación; por ello hay que volver a ellas, a vivir en su presencia.
Oscar Wilde, De Profundis, p. 117

Dios está en la naturaleza. O más: Dios es la naturaleza.

Anhelo lo recóndito; busco lo místico en el arte, lo místico en la vida, lo místico en la naturaleza. Me es absolutamente necesario hallarlo en algún lado.
Ibíd., p. 119

Necesidad común a todos, incluso a quienes suponen que no la tienen.

En este mundo no hay más que dos tragedias: una, es no poseer lo que se desea; la otra, obtenerlo. Esta última es la peor, es la verdadera tragedia.
Ibíd., p. 195

Por eso hay que desear sólo a Dios, y saber que no podremos alcanzarlo.

Para cuantos conocen la historia, la desobediencia es la virtud original del hombre. Mediante la desobediencia hase realizado el progreso: con la desobediencia y la rebelión.
Ibíd., p. 195

Pero no metamos a todos los desobedientes en la misma bolsa progresista. La Historia dio un salto monumental gracias al desobediente Jesús, pero casi ni se mosqueó ante el desobediente Robespierre... La rebelión fundada en el odio no tiene nada que ver con la rebelión del amor.

Todo efecto bello que producimos nos procura un enemigo; para ser popular es indispensable ser una mediocridad.
Ibíd., p. 196

No se puede afirmar que una atmósfera de alta moralidad sea muy propicia a la salud o la felicidad.
Ibíd., p. 196

No, si la "alta moralidad" es el puritanismo; sí, si hemos sabido crear una atmósfera de moralidad verdadera.

Quien ama una sola vez en su vida tiene una naturaleza superficial. Lo que algunos llaman lealtad o fidelidad, yo lo llamaría mejor, apatía, debido a la costumbre o falta de imaginación.
Ibíd., p. 197

¡Todo lo contrario! Quien ama realmente a una mujer nunca se aburre de ella, y eso es porque el amante tiene la imaginación necesaria como para descubrir cada día una nueva faceta del ser amado. Pero vos eras trolo, Oscar; lamentablemente no conociste, vos, el rey del placer, al mayor de los placeres terrenales: el amor de un hombre por su mujer, o viceversa.

El verdadero artista no se ocupa para nada del público. Para él, el público no existe.
Ibíd., p. 198

¡Bien!

El remedio para librarse de una tentación: sucumbir a ella. Si resistís, vuestra alma enfermará de deseo.
Ibíd., p. 205

¡Abran cancha, que viene Freud tomando carrera!... Brindo por estos dos grandes verdugos de las autorrepresiones.

El valor de una idea no tiene absolutamente nada que ver con la sinceridad de quien la profesa.
Ibíd., p. 205

Por eso es que no siempre los hipócritas somos perjudiciales a la sociedad (ver anotaciones del 26/3/96).

Trata de construir tu vida de tal suerte, que las cosas externas no te puedan perjudicar. Trata de desprenderte, de liberarte de toda propiedad personal. Esta implica sórdidas preocupaciones, continuos cuidados, males sin fin. La propiedad personal es un obstáculo al desarrollo de la individualidad.
Ibíd., p. 207

Wilde, Jesús y San Francisco de Asís, unidos en el desdén hacia las posesiones.

domingo, 16 de septiembre de 2012

La conversión de Oscar Wilde (parte II)

El dolor es una herida que sangra siempre cuando lo toca cualesquiera mano que no sea la del amor; y si ésta la toca, sangra, si bien no de sufrimiento.
De Profundis, p. 40

Nada existe en el mundo que carezca de sentido, especialmente el sufrimiento.
Ibíd., p. 45

Mejor la pongo en su contexto (pp. 45 a 47):

... ahora hallo oculto en no se qué profundidad del alma algo que me dice que nada existe en el mundo que carezca de sentido, especialmente el sufrimiento. Este algo, oculto en las más oscuras profundidades del ser, como un tesoro en un campo, es la humildad.

La gran mayoría de los hombres vive para ser amada y admirada, en tanto que nosotros deberíamos vivir amando y admirando.
Ibíd., p. 91

Recordemos que la admiración, un sentimiento bellísimo muy digno de ser poseído, no tiene por qué incluir a la nefasta adulación y a la pestilente idolatría. Si la mayoría de los casos las incluye, no achaquemos el error a la admiración misma sino al admirador que no conoce la manera correcta de admirar.

La justicia de Cristo es esencialmente poética, es lo que debería ser la justicia. El malhechor irá al cielo porque en la tierra ha sido infeliz, y no se puede concebir otra razón más justa para mandarlo.
Oscar Wilde, De Profundis, p. 93

¡Exacto! Si Dios mandase al infierno a los infelices estaría haciendo leña del árbol caído, estaría golpeando a los inválidos... Eso es a lo que se dedica la justicia ordinaria (nunca mejor puesto el calificativo), pero me cuesta creer que la justicia divina proceda también de esa manera.

Su principal lucha la empeñó contra los filisteos, lucha que todos los hijos de la luz vense forzados a continuar. El filisteísmo tiene la característica de la época y del ambiente en que Cristo vivía. Con sus mentes cerradas e inaccesibles a las ideas, con su fría honorabilidad, su tediosa ortodoxia, su culto del éxito vulgar, su preocupación exclusiva del lado groseramente materialista de la vida, el engreimiento de sus personas y de sus opiniones, los judíos de Jerusalén, contemporáneos de Cristo, eran la exacta imagen del filisteísmo británico de nuestros días. Cristo zahirió los «sepulcros blanqueados» de la honorabilidad lugareña en una expresión eterna como su memoria. Trató el éxito material como cosa despreciable, sin interés alguno; consideró la riqueza como una carga embarazante.
Wilde, ibíd. p. 95

Pongámonos de acuerdo, muchachos. O abandonamos la riqueza y la propiedad privada y continuamos autoproclamándonos cristianos, o continuamos viviendo en el lujo e incrementando nuestro plazo fijo, pero renegando de las enseñanzas de Jesús y considerándolo abiertamente como un orate. Hay coherencia tanto en la primera como en la segunda opción, pero en este híbrido cristianismo actual lo único que veo es atrofia y más atrofia de pensamiento.

viernes, 14 de septiembre de 2012

La conversión de Oscar Wilde (parte I)


Oscar Wilde, respondiéndole a un amigo (André Gide) sobre el porqué de su viaje hacia Argelia:

¡Oh!, es que ahora huyo de la obra artística. No quiero adorar más que el sol... ¿Se ha fijado como el sol detesta el pensamiento, lo rechaza siempre, y hace que se refugié en la sombra? Vivía al principio en Egipto: el sol ha conquistado el Egipto. Mucho tiempo vivió en Grecia: el sol ha conquistado la Grecia, después la Italia, luego la Francia. Ahora el pensamiento se haya repelido a Noruega y Rusia, que no son tierras solares. El sol tiene celos de la obra de arte.

No es que tenga celos, es que el sol está más allá de toda ciencia y arte, y por eso es incompatible con ellas. Pero el verdadero científico y el verdadero artista necesitan, sin embargo, adorar al sol: él es el recreo del espíritu, y como buen recreo, es también su inspiración.
Sigue la conversación citada por Gide en De Profundis, pp. 25-6:

Los escritores rusos son extraordinarios. Lo que hace tan grandes sus libros, es la piedad que en ellos han puesto. [...] la piedad es el lado por donde una obra se halla abierta, por donde parece infinita... ¿no sabe, dear, que es la piedad la que me ha vedado matarme? ¡Oh! En los seis primeros meses [de presidio] fui terriblemente desgraciado; tan desgraciado que quería matarme; pero lo que me impidió hacerlo fue la vista de los otros, ver que eran tan desdichados como yo, y tener piedad. [...] la piedad es una cosa admirable; ¡y yo no la conocía! [...] ¿Acaso usted ha comprendido bien cuán admirable cosa es la piedad? En cuanto a mí, todas las noches le doy gracias a Dios --sí, de rodillas, le doy gracias a Dios por habérmela revelado. Pues yo entré a la cárcel con un corazón de piedra y sin pensar más que en el propio deleite, pero ahora mi corazón está destrozado enteramente; ha entrado la piedad en mi corazón; ahora he comprendido que la piedad es lo más grande, lo más hermoso que hay en el mundo... Y de ahí que puedo no malquerer a los que me han condenado, ni a nadie, pues, sin ellos, no habría conocido todo esto. --B... me escribe unas cartas terribles; me dice que no me comprende; que no se explica que yo no malquiera a todos; que todos no sean odiosos para mí... No, que no me comprende, no puede comprenderme. Pero yo le repito en todas las cartas: no podemos seguir por el mismo camino; él tiene el suyo muy brillante; yo, el mío. El suyo es el de Alcibíades; el mío ahora es el de San Francisco de Asís... ¿Conoce a San Francisco de Asís? ¡Aoh! ¡Admirable! ¡Admirable! ¿Quiere hacerme un gran servicio? Mándeme la mejor vida de San Francisco que conozca...

La vida prepresidiaria de Wilde fue un calco de la vida prepresidiaria de San Francisco. Y como el joven Francisco, Wilde comenzó a ver claro el mundo desde la soledad de su encierro. La diferencia está en que Wilde murió poco tiempo después de recobrar la libertad. ¡Triste reconocimiento el que se le tributa hoy! ¡Sólo se lo tiene por un escritor talentoso, cuando su destino era el de ser un santo!

domingo, 9 de septiembre de 2012

La estupidez de la mente siempre abierta


Hasta qué punto nos conviene ser dogmáticos y hasta qué punto permeables al conocimiento exterior, lo define Gilbert Chesterton en este comentario:

Una mente abierta es, por cierto, una señal de estupidez, como una boca abierta. Las bocas y las mentes están hechas para cerrarse. Se abren sólo para cerrarse.

Hay que abrirlas para que podamos nutrirnos, beber y comunicarnos... y enseguida volverlas a cerrar, para que no nos entren las moscas. Vivir con la boca y la mente cerradas es bien vivir; no abrirlas jamás, es condenarse a la inanición.


domingo, 2 de septiembre de 2012

¿Bailan los intelectuales?


Sorprendiose la madre de mi cuñada Evelina por el enajenamiento danzante que se apoderara de mi cuerpo en ocasión del último cumpleaños de mi hermano Gustavo. "Nunca te había visto bailar así" me comentó. Y es que yo soy, a los ojos de mi familia, una persona seria, y las personas serias no bailan del modo en que yo lo hice, incluso podría decirse que no bailan en absoluto (con excepción de algunas melodías lentas).
Sorprendiose gratamente Alejandro Dolina cuando se enteró de que Sócrates gustaba de danzar de vez en cuando. Es el mismo principio: Sócrates era un intelectual, y los intelectuales no se llevan bien con los bailes. Pero visto está que hay excepciones, y cuando éstas dejen de serlo y se conviertan en regla general, será señal de que el mundo del pensamiento habrá subido por fin al pedestal que impaciente lo aguarda. Aunque después, bailando, se caiga de él.

sábado, 1 de septiembre de 2012

La clave de un matrimonio duradero

William Sheldon entrevistó e investigó a 200 estudiantes o graduados universitarios de entre 17 y 31 años, de sexo masculino, "todos miembros activos de una comunidad universitaria", durante un período de cinco años, con el objetivo de analizar la constitución física y el temperamento de cada uno y la relación entre ambos aspectos del ser, relación que, en palabras de Sheldon, "dista mucho de ser distante" (Las variedades del temperamento, cap. VI)[1]. Lo que ahora me interesa resaltar en relación con esa investigación es el hecho de haber encontrado Sheldon diferencias tan abarcativas en el aspecto sexual entre sus investigandos. La gama va desde los que se masturban más de cincuenta veces al mes y los que copulan en ese lapso unas treinta veces ("en un caso, cuarenta"), hasta los que nunca se produjeron el orgasmo sexual autoeróticamente y el gordito casado que "estima en una vez cada cuatro meses su ritmo normal de relación sexual"). Y si estas diferencias se encontraron en un pequeño muestreo de 200 casos, no quiero imaginarme hasta dónde se dilatan en el universo de una ciudad populosa. La mujer es por lo general menos impulsiva sexualmente que el hombre, y muchos matrimonios han fracasado por no haber analizado de antemano este factor, fundamental para mantenerse a flote a través de los años evitando infidelidades o desagradables contrapuntos. Si lo que se desea es un matrimonio estable y relativamente placentero, hay que saber a ciencia cierta si el ritmo sexual de los involucrados es más o menos parejo. Y no creo que basten las preguntas íntimas entre ambos: se hace necesario el concurso de un profesional que hile fino allí donde por pudor o por ignorancia involuntaria se haga presente la mentira. Lo que Sheldon llama "sexualidad manifiesta" y califica en una escala que va del 1 al 7, es un índice que todos deberíamos llevar grabando con tinta indeleble sobre nuestro mismo documento de identidad, por nuestro propio bien y por el bien de la sagrada institución del matrimonio, que perderá inexorablemente lo poco de sacro que aún le queda si la gente sigue atendiendo al color de ojos de su futura pareja y no a lo que con toda probabilidad hará fracasar o cimentar la convivencia.



[1] ¡Bravo, traductor! Y no hay ni un ápice de sarcasmo en esta exclamación.