Para
Guyau, el signo principal del humanismo irreligioso que imperará en el futuro es
la sociabilidad:
Una
moral positiva y científica, solo puede dar al individuo esta
orden: Desarrolla tu vida en todas direcciones, sé un individuo todo lo
rico posible en energía intensiva y extensiva; para esto, sé el ser más social
y más sociable (Esbozos de una moral sin
obligación ni sanción, cap 1).
En cuanto a mí, no
tengo a la cualidad de la sociabilidad como una virtud, ni siquiera como una
virtud relativa importante (elegí cuarenta y no está entre ellas[1]).
Ser sociables no nos hace ni mejores ni peores; y si me apuran un poco me
bandeo incluso hacia el punto de vista opuesto, el de Schopenhauer:
Con el paso
a la edad adulta me volví sistemáticamente insociable y me propuse pasar el
resto de mi efímera existencia dedicado por entero a mí mismo, así como
perderla lo menos posible con esas criaturas a las que solo la circunstancia de
que caminan con dos piernas les da el derecho de creerse mis iguales" (Eis
Heautón, citado por Luis moreno Claros en Schopenhauer, p. 237).
Pero esta
insociabilidad no le impedía relacionarse lo suficiente con el mundo como para
publicar sus escritos. Y los escritos de este misántropo han ayudado a muchos
más seres humanos que el auxilio palpable y concreto de muchos otros seres
rebosantes de sociabilidad.
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