Hubo un filósofo griego que del estudio del ego
no se ocupó demasiado. Sin embargo fue un gran hombre
porque propició el bautismo de una corriente que él mismo
dio en llamar el atomismo, ganando así su renombre.
Sostuvo que la materia no es artículo de feria
ni efímero recipiente de espíritus vaporosos.
"Todo es materia o vacío" sugirió este amigo mío,
argumento asaz impío para los supersticiosos.
Su fenomenología cerró a la escatología
las puertas de la certeza que los dioses custodiaban.
"No es inmortal la conciencia", dijo demostrando ciencia
pero nada de clemencia para con los que rezaban.
Y al decir que es necesario todo lo que ocurre a diario
terminó por disgustarse con el grueso de la gente.
Si niegas la libertad y la responsabilidad
estorbas a la hermandad del ojo al ojo y diente al diente.
"La contingencia es un cuento vergonzoso, fraudulento;
la razón penetra todo, lo visible y lo profundo".
Esta es la piedra de toque de su distinguido enfoque
del choque y el contrachoque como explicación del mundo.
Antes de finalizar
querría yo saludar
a este genial visionario que intuyó las estructuras
que nadie ha visualizado. Su doctrina es un legado
de un valor inestimado para las nuevas culturas.
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