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viernes, 28 de enero de 2011

Hinduismo y budismo

Y así como el nazismo surgió de las entrañas mismas del marxismo alemán, de suerte que los mismos obreros marxistas fueron luego los nazis más entusiastas, así también en otra región del planeta, que también se jacta de su origen ario, sucedió que una ideología –en este caso no política sino religiosa-- nació a expensas de otra más antigua que le sirvió de alimento y a la que le robó sus prosélitos: el hinduismo como cuna y sostén del budismo. Hay, sin embargo, un detalle que rompe la analogía, porque la ideología marxista, con todos sus defectos, es tremendamente superior al nazismo que gracias a ella surgió, mientras que el hinduismo no podría jactarse de lo mismo delante de su hijo mejor. A decir verdad, hay en el hinduismo algunas maravillas que en el budismo extrañamos, pero el punto central y decisivo de dicha doctrina, la noción del karma, me parece tan infantil y retrógrada que no puedo menos que aplaudir a la escuela budista por haberla modificado y por enseñar que las buenas obras, si se ejecutan por interés, no sirven ya para elevar el espíritu –lección que deberían aprender también los católicos que a fuerza de caridad y desprendimientos reclaman su derecho de ascender al cielo.
 Según el hinduismo, nosotros reencarnamos y reencarnamos en diferentes cuerpos humanos, animales o vegetales sin dejar por ello de ser siempre la misma entidad. Para el budista esto es absurdo; no puede concebir que algo pueda cambiar de semejante manera y seguir siendo, sin embargo, la misma cosa. La superioridad de este punto de vista --superioridad lógica pero también, y fundamentalmente, superioridad ética-- la explica el pensador argentino que más de lleno se ha dedicado al análisis de las filosofías orientales:

… Esta concepción en que la existencia futura no es nuestra, como lo es esta (ya que admitir que fuese nuestra significaría afirmar una subsistencia a través del tiempo) es lo que da su grandeza moral al budismo. La buena acción es necesaria no porque evitará mi sufrimiento en una existencia futura: es necesaria porque evitará un sufrimiento que, aunque no será el mío, en definitiva será siempre el de alguien que lo llamará mío. Poco importa que ese “mi sufrimiento” sea, en sucesivas existencias, el sufrimiento de un mismo yo o de distintos yo. Por eso el budismo no quiere entretenerse en resolver el problema de si se trata o no de un mismo ser; y a las dos soluciones posibles responde con la misma negación, ya que esas dos soluciones no modifican, de ninguna manera, la naturaleza del problema. El dolor futuro, que ha de ser provocado por mis actos actuales, no será un dolor imaginario, no será el dolor de un simple fantasma concebido por mi mente: será un dolor al que se lo llamará “mío”, así, en la misma forma en que cada uno de nosotros llama “mío” a este dolor que padece. Y nosotros no somos fantasmas concebidos por la mente de quienes en existencias anteriores a la nuestra procedieron respondiendo a la ley del karman para que alcanzásemos la elevación moral que hemos alcanzado (Vicente Fatone, Obras completas, tomo I, pp. 93-4).

Para el Buda,

la salvación no es un fin al que el hombre debe tender, sino la naturaleza misma del hombre, inafectable y eterna. […] La salvación no es, pues, el fruto de un esfuerzo, aunque así haya sido presentada insistentemente por muchas doctrinas (Ibíd., p. 122).


Eliminando la ley del karma como hipótesis de trabajo, quedan sin explicación aquellas injusticias cometidas por el mundo, o por los hombres, a esas personas que parecen intachables desde todo punto de vista. Penosas enfermedades, desgarradoras muertes de seres queridos eran explicadas por el hinduismo como una especie de castigo por las faltas cometidas en existencias anteriores. Si la ley del karma es inexistente, la injusticia florece sin más, como si el Diablo, y no Dios, gobernara el planeta. Pero ¿qué es peor?: ¿explicar designios oscuros mediante hipótesis harto rebuscadas o mantener el designio oscuro así como está, inexplicable, a la espera de que en tiempos mejores mejores espíritus puedan comprenderlo?

sábado, 22 de enero de 2011

Una semejanza entre el marxismo y el nazismo

Mis objeciones a Marx obedecen a dos motivos: uno, que era una mentalidad confusa; otro, que su pensamiento estaba casi enteramente inspirado por el odio. [...] Marx está completamente satisfecho con el resultado [de su explicación de la plusvalía], no porque se amolde a los hechos o porque sea lógicamente coherente, sino porque está calculado para hacer surgir la cólera de los asalariados. [...] su principal deseo era el de ver el castigo de sus enemigos, sin tener en cuenta lo que sucediera, en la coyuntura, a sus amigos.
Bertrand Russell, "Por qué no soy comunista", ensayo incluido en Retratos de memoria y otros ensayos

¿En qué se asemejan el marxismo y el nazismo? En que ambas doctrinas nacen del odio y se sostienen por él, por el odio al burgués en la primera y por el odio al judío en la segunda.
Comencemos por el marxismo. Esto dijo el hijo pródigo, el héroe, el marxista literal e incorruptible por antonomasia:

 El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal. [...] ¡Cómo podríamos mirar el futuro de luminoso y cercano, si dos, tres, muchos Viet-Nam florecieran en la superficie del globo, con su cuota de muerte y sus tragedias inmensas, con su heroísmo cotidiano, con sus golpes repetidos al imperialismo, con la obligación que entraña para éste de dispersar sus fuerzas, bajo el embate del odio creciente de los pueblos del mundo! (Ernesto Che Guevara, “Crear dos, tres..., muchos Viet-Nam, es la consigna”, artículo publicado el 16 de abril de 1967 en un suplemento especial de la revista Tricontinental, mientras Guevara estaba ya (en secreto) en Bolivia, organizando la guerrilla).

Del otro lado del mostrador está el nazismo, que necesita al judío tanto como el marxismo al burgués, y algunos sostienen que los ideólogos nazis exacerbaron el odio del pueblo alemán al judío sin que les fuera en ello nada personal, simplemente para poder crecer y nutrirse con ese curioso alimento; así lo entendía, al menos, cierto propagandista nazi anterior al holocausto:

Ya con atención a la lucha hitleriana contra el marxismo, es preciso proclamar el antisemitismo en una forma vulgar y aun grosera. ¿Por qué? Cuando el obrero ha cambiado su mentalidad marxista por la nazista, el judío toma el lugar del “burgués”, del patrón, una sustitución que parece necesaria desde el punto de vista psicológico. El hombre sencillo necesita y busca símbolos concretos de su amor y de su odio. No le basta con “ismos”, de ahí que siempre al marxista el “burgués” le hace falta como símbolo de odio. No renunciaría sin resistencia a dicho símbolo, que le ha sido familiar durante décadas, si no se le ofreciese otro símbolo en cambio: el judío (Ludwig Battenberg, ¿Fiebre malsana o comienzo de una nueva era?, 1931, citado por Bela Szekely en El antisemitismo, XIX, 6).

El pueblo alemán, parece, venía ya con el cerebro prelavado por los activistas del marxismo; todo lo que tuvo que hacer Hitler fue calibrar la mira y apuntar hacia un rival más indefenso y accesible[1].



[1] (Nota añadida el 13/5/14.) Habiendo publicado esta entrada de mi diario en feisbuc, recibí severas críticas de algunos marxistas o filomarxistas que niegan la supuesta conexión entre tal ideología y el odio hacia la burguesía o al burgués de carne y hueso. Marx y el marxismo, según ellos, no se han alimentado del odio, sino del amor al pobre y del deseo de protegerlo; y no han promovido necesariamente la revolución violenta y el asesinato para cumplir sus propósitos. Esta fue mi respuesta a dicho planteamiento. A quien me pedía que citara algún pasaje de la obra de Marx en donde se hablara de odio hacia la burguesía: "Si vamos a buscar un texto de Marx en el que diga: «¡cómo odio los burgueses!», difícilmente lo encontraremos. Hay que leer entre líneas. Leyendo así, es casi obvio que el estado de ánimo de Marx al escribir algunos de sus textos era el odio. La famosa lucha de clases, ¿qué implica? Cualquier guerrero sabe que se lucha mejor, que se adquiere más valor, más coraje, cuando se ha incentivado el odio hacia el enemigo al que se atacará. La lucha de clases funciona mucho mejor cuando se odia a los integrantes de la clase que queremos erradicar.  Eso de asesinar con amor, me parece, habría que circunscribirlo a la Inquisición o a algún que otro grupo religioso desquiciado, pero no creo que deba aplicarse a las diferentes revoluciones marxistas". Y a otro, que insistía en que hablara yo del odio marxista «texto en mano», le respondí: "Texto en mano: Karl Marx, La cuestión judía. Dijo Marx: «¿Cuál es el fundamento secular del judaísmo? La necesidad práctica, el interés egoísta. ¿Cuál es el culto secular practicado por el judío? La usura. ¿Cuál es su dios secular? El dinero». «El dinero es el celoso Dios de Israel, ante el que no puede legítimamente prevalecer ningún otro dios». «El Dios de los judíos se ha secularizado, se ha convertido en Dios universal. La letra de cambio es el dios real del judío» (La cuestión judía, pp. 11, 15 y 16). Llamemos a un psicólogo y preguntémosle en qué estado psicológico emotivo se escriben estas frases. Por lo demás, estas palabras vienen a cuento respecto de las similitudes que creíamos ver entre el marxismo y el nazismo. Parece que no solo odiaba Marx a los burgueses, sino también a los judíos, a sus propios compadres, entre los cuales veía al burgués prototípico. Se me dirá que este escrito, lo mismo que el Manifiesto comunista, en el cual escribe: «Los comunistas no se cuidan de disimular sus opiniones y sus proyectos. Proclaman abiertamente que sus propósitos no pueden ser alcanzados sino por el derrumbamiento violento de todo el orden social tradicional. ¡Que las clases directoras tiemblen ante la idea de una revolución comunista!»; se me dirá que estos arrebatos pertenecen a la juventud de Marx, y que después este pensador se fue «pacificando» y entrando en calma consigo mismo a la hora de escribir. Démoslo por hecho; pero lo escrito, escrito está. Y yo no reduzco todo el marxismo a una cuestión de odio hacia los burgueses (incluso he llegado a decir --ver la entrada del 29/9/6-- que la compasión que sintió Marx por los obreros ingleses del siglo XIX fue la verdadera cuna del marxismo); simplemente afirmo que este odio es un componente fundamental del marxismo, sobre todo a la hora de reclutar adeptos y armar grupos de choque. Tal vez no de Marx en su madurez, pero sí de todos los movimientos marxistas que levantaron sus banderas. Nómbreseme un movimiento marxista que no haya esparcido el odio en su campo de acción. Y eso de que el odio es moralismo subjetivo, explíquenselo a la persona que, bien objetivamente, recibe un real y objetivo tiro en la frente o es objetivamente fusilada en un paredón. El tema está en ser marxista y timorato a la vez, lo cual es una inconsecuencia. Si Marx dio a entender en su documento principal (el Manifiesto) que hay que pasar a degüello a toda la burguesía, ¿por qué tratan de esconder esto algunos de sus seguidores? Su más fiel seguidor en América Latina, el Che Guevara, siguió a rajatabla las enseñanzas de San Carlos (tal como él lo llamaba) y ejecutó sin ningún resquemor a cuanto burgués se le puso en el camino (cf. su discurso en la ONU del 11 de diciembre de 1964: “Sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando”). Pero parece que hoy día sus seguidores, los seguidores del marxismo, no se animan a tanto, entonces pretenden que Marx no quería esto. Lenin lo entendió, Stalin lo entendió, Castro y el Che Guevara también y lo mismo Mao; ¿por qué no lo entienden ustedes?"