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viernes, 26 de febrero de 2010

Y si protesta el corazón...

Mi estimado y admirado Joaquín Sabina:
Creo que al fin te has unido --mal que te pese-- a nuestro grupo de cobardones que planea vivir cien años. ¡Enhorabuena! Te has automedicado con aquellas tus famosas pastillas para no soñar. Pero ¿dónde las conseguiste? Mi farmacéutico de confianza no las conoce, y a mí me urge tomarlas.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Depresión y cólera



Hay días --como el de hoy, por ejemplo-- en que me siento miserable. La cólera y la depresión me invaden alternativamente, y yo las cobijo con ternura. En días como éste, a veces, se me da por escribir alguna poesía. Y el resultado, como no podía ser de otra manera, es patético:

CALENTURA
¿Por qué mierda me pasan estas cosas
si yo deseo ser bueno y amable?
Mi actual vida es un lecho no de rosas
sino de un material harto innombrable.


Y también, en un día como éste, escribí esta obra mayor, que titulé
Atarantamiento

Puedo esculpir los versos más turbios esta noche.

El hada ensangrentada que vaga por las calles
violenta los postigos del árbol del saber.
No sube por los picos ni baja por los valles:
es una prostituta que amaga ser mujer.

Travesti maloliente que cobra por abrirse
como himno religioso carente de valor.
Su piel dimana moscas, por mucho que al reírse
se aprieten sus entrañas fundiéndose en dolor.

Da vuelta por Inclán y se pierde en los suburbios
del barrio que ha nacido para morir de pie;
pero ese barrio choto no empaña los disturbios
el muerto que ha morido sin dioses y sin fe.

La sífilis lo ataca sin penas y sin glorias;
sin penes, sin vaginas, sin ansias de pasión.
Atrás quedaron todas las bárbaras euforias
del grito que penetra causando cerrazón.

El pus que infecta el hueso del cráneo del difunto
se ha vuelto más espeso con la trepanación;
un líquido viscoso que hierve hasta tal punto
que ahoga los microbios de la revolución.

Sangría triste y lenta que seca las encías
que muerden las clavijas que adornan la pared.
Si el juicio está en la muela que capta profecías,
el pus vendrá en su auxilio calmándole la sed.

Veniales los pecados, carnales los placeres;
carnoso es el pasado y venoso el porvenir.
La mágica varita no engaña a las mujeres:
el hada es una bruja que apréstase a parir.

Ustedes perdonen.

sábado, 13 de febrero de 2010

El nuevo Cyrano

Quien me conoce personalmente habrá notado, al observar la producción fotográfica publicada en las anteriores entradas, que lo único que permanecía incólume ante mi apabullante delgadez era mi apéndice nasal. Y aquí entra en escena la figura de aquel inefable personaje novelesco que sin embargo existió: Cyrano de Bergerac. He aquí un retrato de Cyrano:



¡Es asombrosamente parecido a mí, no sólo en su nariz, sino en sus rasgos fisonómicos todos!
La coincidencia, por supuesto, se restringe únicamente al ámbito facial; ni por asomo encuentro algún parecido temperamental, caracterológico o espiritual que nos una más allá de la superficie de nuestras caras. Esta situación dio pie para la elaboración de un pequeño poema que titulé Metempsicosis incompleta y que aquí presento para solaz y esparcimiento de aquella gente que me quiere bien:

Cyrano era el dueño de un naso monstruoso
que fuera el causante de enojos y duelos
al tiempo que hacía escapar sus anhelos
de amar a Roxane y ser hombre dichoso.

Filósofo, poeta, guerrero y amante;
virtuoso al extremo… pero narigudo.
Tan sólo por ese defecto no pudo
vivir la alegría del amor galante.

¿Qué quedará entonces para este que escribe,
que sin ser guerrero, filósofo o poeta,
ostenta una larga y soez narigueta
que cientos de burlas por día recibe?

¡Dame tu valor, Cyrano, tus pasiones!
Me diste tu naso y no te lo agradezco.
Vi un retrato tuyo y a ti me parezco
no en el heroísmo, sino en las facciones.
Cornelio Cornejín

martes, 9 de febrero de 2010

Y al tercer día...

No estaba muerto, andaba de parranda

¡Ríanse ahora, fariseos! El que ríe último, ríe mejor. ¿O está llorando de la emoción? ¿O está rezando? No se sabe. Lo único que se sabe es que está con nosotros, que ha regresado para enseñarnos cuáles son los asuntos de Dios y cuáles los del César. ¡Bienaventurados los que creen, porque de ellos será el reino de los cielos!
¿Queríais revolución, raza de víboras? Acá la tenéis: la revolución del Amor. Que será la única que al final de los tiempos fructifique.

viernes, 5 de febrero de 2010

El lanzazo en el costado


Ahí llega el centurión con la orden de asegurarse de algo que tarde o temprano sería inevitable: el deceso del profeta. Sí, ya está muerto. No habrá necesidad de quebrarle las tibias. ¡Sonrían, hijos de Mamón!!! El peligro ya fue conjurado.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Atardecer en el Gólgota



Los últimos rayos de sol broncean la piel del desdichado mártir. A sus pies están María y Juan, pero él ya no se percata de su presencia. Un soldado romano le ofrece una esponja empapada con agua y vinagre, y Jesús la bebe con fruición. ¡El buen sanmartiniano!

Una gran tormenta de polvo se levanta, y después, nuevamente el sol. La agonía es más dulce gracias a la calidez de sus rayos.
Pero ¿Qué hay detrás de la cruz?
Cajas...Sólo cajas, conteniendo váyase a saber qué chucherías. La alegoría es inevitable. Los mercaderes del templo no lo abandonarán nunca. Ellos, y no el Amor, son los que gobiernan.

¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?



Clavado en tierra y clavado a los maderámenes, exhausto después de aquella caminata, mira al cielo y le enrostra a su Padre la falta de consideración para con su persona. Pero su Padre sabe mejor que él lo que a él le conviene.














































Sí, su hora ha llegado. Uno de los ladrones crucificado junto a él se ha vuelto bueno, y él le promete la bienaventuranza eterna. La alegría reina por un momento en el Gólgota.












El crucificado antes de la crucifixión




Su reino no es de este mundo. Por eso el mundo lo escupe y lo envía de nuevo a su cielo. Y el diablo en su payasesco traje festeja.



¿Se ríe? No; ¿cómo se va a reír? Su hora está por llegar.



He aquí el hombre. Escarnecido, vituperado, ridiculizado por querer traer un poco de amor a este mundo.














  • El vía crucis
  • Yendo de un lado al otro con la pesada cruz y la corona de espinas

















Desorientado, desnutrido, desasosegado y desmoralizado por la indiferencia de la plebe