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lunes, 24 de junio de 2013

¡Bárbaros, las ideas no se doman!


Hace un par de años, desde la entrada del día 7/6/11, sugerí que el elemento común de todo hecho religioso era el sometimiento, la sumisión a una entidad o a una fuerza, real o imaginaria, mucho más poderosa que la nuestra. Pues bien; parece ser que la postura del aspirante a filósofo, del buscador de verdades, presenta similares características. Al menos eso es lo que postula Luis Farré:

La actitud religiosa [...] es semejante a la filosófica, pues en ésta también, una vez el individuo quede perfilado singularmente, experimenta intelectual, y casi siempre emocionalmente, la presencia de algo que no se le somete, sino que antes bien, parece exigirle acatamiento (Luis Farré, Filosofía de la religión, p. 77).


La única gran diferencia que distingue a la postura religiosa de la filosófica consiste en que para el aspirante a filósofo, la sumisión no se verifica ni ante una entidad personal (o varias, en el caso del politeísmo) ni ante una fuerza impersonal, sino ante el poder infinito e inmarcesible de las ideas. No sometemos a las ideas, las ideas nos someten a nosotros. Y cuanto más encumbradas y metafísicas, mayor será el poder hipnótico que ejercerán sobre nuestro raciocinio. Y al aspirante a filósofo jamás le será dado domar estas ideas para que tiren de su yugo, ni podrá tampoco sacarlas de paseo, sino que las montará a pelo, así como se le presentan, y procurará durar encima de ellas lo más que pueda, disfrutando del zamarreo como se disfruta de las buenas aventuras y esperando el inexorable golpazo de la caída, el cual no obstará para que próximamente, una vez repuesto y con los huesos afianzados, repita obstinado la peligrosa, sublime y entretenida experiencia.

martes, 18 de junio de 2013

Mi amigo Miyazono, el budista carnívoro

Volví a ver el mes pasado al "Puma" Miyazono. Estuvo en el Japón, metido en un monasterio budista durante más de dos años, regresando a Buenos Aires por causa --o con la excusa-- del fallecimiento de su padre[1]. Pero ¿qué aprendió en ese sacro retiro? Viéndolo comer los sánguches de miga que Ángel Russo, nuestro anfitrión, nos prodigaba, concluyo con liviana rapidez que no aprendió gran cosa, pues yo, un humilde laico, perdía tiempo y paciencia retirando prolijamente las fetas de jamón adheridas como con pegamento a los delgados panes mientras que Joaquín devoraba como si nada los restos de lo que alguna vez supo ser un honorable porcino. Me intrigó su conducta y entonces le comenté algo así: "Yo tenía entendido que los budistas eran vegetarianos..." Lo somos --me replicó--. Pero si alguien nos ofrece un plato de comida que incluye restos de animales, no lo despreciamos por respeto al ofrendador". O sea que yo, lejos de ser lógico y consecuente con mis convicciones, soy un irrespetuoso. ¿Y al chancho? ¿Al chancho quien lo respeta? No me atreví a retrucarle lo siguiente, pero lo pensé para mis adentros: "¿Y si te ofreciesen un canapé untado con excremento, lo comerías igual por puro respeto?" "No --concluiría el aprendiz de monje--, porque ahí sería el ofrendador quien me estaría faltando el respeto a mí". Pues a mí ya me lo falta rebanando a un pobre animal y pretendiendo que lo devore; eso es más irrespetuoso que la mierda. Pero mi amigo el Puma, conocedor de la psicología humana, arremetería con un argumento poco convincente: "El ofrendador no sabe que al ponerte un animal muerto sobre la mesa te ofende; distinto es el caso de quien te unta una galleta con caca y pretende que te la comas". "¿O sería que todo es cuestión de intenciones? Si así fuera, podría estar el jamón bien podrido y tú deberías comértelo si es que tu ofrendador no lo ha notado". "En ese caso --diría el Puma--, lo apartaría de mi boca y se lo haría saber". "Pues bien --remataría yo--, eso es lo que hago cuando le saco, a la vista de todos, la feta de jamón al sánguche: le doy a entender que el alimento que me prodiga está podrido, espiritualmente podrido, por más que sea tan fresco que el grito del chancho aún retumbe en el ambiente". Pero en esas alturas del debate ya me lo imagino al ponja mirándome con gesto compasivo y pensando para sí: "Demasiada lógica puede destruirte". ¡Que me destruya, que me destruya!... Yo de nada me ofendo, pero mi tarea en este mundo es ofender. Quien escupe al cielo le cae en la cara. ¿Le cae qué? Su escupitajo, claro está, pero mientras los líderes espirituales continúen imitando a Miyazono, los escupidores seguirán pensando que lo que impactó en su rostro es agua bendita[2].




[1] (Nota añadida el 12/2/11.) Joaquín Miyazono es hoy día un reputado monje budista que se hace llamar Senpo Oshiro.
[2] (Nota añadida el 11/5/9.) Cuenta la tradición que el Buda, invitado por el herrero Chunda (o Cunda) a comer unos pasteles de arroz y carne de cerdo, aceptó el convite, pese a sus convicciones vegetarianas, para que no se sintiese despreciado. El Puma seguramente se aferró a este famoso pasaje a la hora de masticar el jamón. Pero cuidado, porque también cuenta la tradición que el Buda, luego de aquella ingesta, pereció intoxicado. Yo no quiero que me intoxiquen; el Puma Miyazono, no sé. Y además ¿no fue el Buda quien aconsejó a sus discípulos seguir sus propias luces (“sed lámparas para vosotros mismos, sed vuestro propio refugio”) en lugar de obedecer ciegamente a la palabra escrita?

martes, 11 de junio de 2013

El peso argentino y el dólar: una historia con 13 ceros


Una breve historia, tomada de internet, sobre la relación peso argentino-dólar:

Allá por 1970, para comprar 1 dólar se necesitaba 379 pesos moneda nacional. Entonces, al presidente Onganía se le ocurrió que había que cambiar de moneda. [...] La solución fue inventar el Peso Ley 18188. Ahora, podría comprase 1 dolar con 3.8 pesos nuevos. [...]

 En 1983, se necesitaban 190.000 Pesos Ley (o 19.000.000 pesos viejos) para comprar 1 dólar. Otro general, Bignone, se ve obligado a efectuar un nuevo ajuste, reemplaza los Pesos Ley por el Peso Argentino y re-acomoda el tema de los ceros, les quita cuatro que, sumados a los dos anteriores hacen seis [...]. Entonces, pudimos comprar 1 dólar por sólo 19 Pesos Argentinos.

Apenas un par de años después, en 1985, se necesitaban 801 Pesos Argentinos para comprar 1 dólar . El presidente Alfonsín decide que es necesario un nuevo cambio y surge el Austral que elimina tres ceros más. Increíble, ahora, con 1 Austral nos sobraba para comprar 0,8011 dólares .

[...] En 1992, se necesitaban 10.000 Australes para comprar 1 dólar y el presidente Menem, hiperinflación mediante, vuelve a sacar ceros y cambia la moneda. Cada Peso (así a secas) equivaldría a 10.000 Australes. Cuenta fácil, 1 Peso =1 dólar .
Resumiendo un poco la historia, en el año 1930, después de la gran depresión, con 3,50 Pesos Moneda Nacional se podía comprar 1 dólar , hoy, se deben tener 5,30 pesos para comprar 1 dólar.

Relaciones entre las monedas:
Peso Ley 1970 = 100 m$n (Peso Moneda Nacional 1881). Peso argentino 1983 = 10.000 Pesos Ley. Austral 1985 = 1.000 Pesos Argentinos. Peso 1992 = 10.000 Australes. Una cuenta simple lleva a esta conclusión: 1 peso ($) hoy equivale a 10.000.000.000.000 de pesos moneda nacional (m$n) nada menos que un 1 seguido de 13 ceros .
Voy a redondear un poco pero, si estuviera vigente el Peso Moneda Nacional (m$n) necesitaríamos unos 35.000.000.000.000 o lo que es lo mismo unos 35 millones de millones o sea unos 35 billones de billetes de un peso para comprar un dólar. Supongamos que hacemos fajos de 100 billetes de 1 m$n, cada fajo tendría un valor de 100 , así que necesitaríamos unos 350.000.000.000 de fajos. Si cada fajo tiene más o menos 1 centímetro, puesto uno arriba de otro tendrían 3.500.000 kilómetros de altura. La Luna sólo está a 384.400 km, podemos ir y volver unas 10 veces. Aunque los billetes de aquella época eran más grandes que los actuales voy a usar la medida actual que es de unos 15,5 cm x 6,5 cm, esto significa que un billete tiene 0.010075 m2 y 100 billetes extendidos ocuparían 1,0075 m2, digamos 1 m2 para no entrar en detalles. Si extendemos todos los fajos, ocuparían 300.000.000.000 de metros cuadrados o lo que es lo mismo, 300.000 kilómetros cuadrados. Esto es, aproximadamente la superficie de Italia o de Filipinas o de Ecuador, el 60% de España, o el Reino Unido e Irlanda juntos. Según el Banco Central de la República Argentina , cada billete tiene un peso de 83 gr/m2, los fajos necesarios para comprar un dólar pesarían 24.900.000 toneladas, esto significa que necesitaríamos 830.000 camiones para poder llevarlos.
Desde el '70 hasta ahora han pasado 37 años y unos días. En Argentina perdimos 13 ceros y un sinfín de otros números más o menos relevantes. Seguimos vivos, habrá que conformarse.


Cuando nuestra señora Presidenta Cristina Kirchner vuelva a preguntarse por qué los argentinos somos un pueblo adicto al dólar, que prefiere ahorrar en esta moneda y no en la suya, espero que alguien de su entorno le facilite los guarismos que acabo de citar.

sábado, 8 de junio de 2013

La inflación y los sospechosos de siempre

En un intento por frenar la inflación, nuestra presidenta lanzó un plan de congelamiento de precios válido para las grandes cadenas de supermercados y solicitó la ayuda de las organizaciones juveniles oficialistas para controlar a los comerciantes "inescrupulosos" que parecen ser, para este gobierno, los culpables de que los precios aumenten de manera preocupante. Dijo Cristina:

No vamos a dejar el acuerdo de precios a la buena voluntad y vamos a utilizar la fuerza de los movimientos políticos y juveniles para desplegarlos en todo el territorio. Necesitamos que todos cuidemos lo que logramos [...]. Hay que aprovechar ese potencial, ese caudal de energía de las organizaciones sociales, juveniles, políticas (diario La Nación, 24/5/13).

Así como Juan Perón, el gran inaugurador de los procesos inflacionarios en la Argentina, pretendió, en abril de 1953, erradicar este problema llenando las comisarías de almaceneros "vendepatrias" acusados de sacar ventaja "a expensas del pueblo", así Cristina Kirchner, ante la decidida desaparición de aquellos entrañables gallegos expendedores de comestibles, opta por acusar a los supermercadistas --aunque todavía, cabe la aclaración, no encarceló a ninguno. Pero ¿son los dueños de los supermercados los causantes de que los precios aumenten?


Imagino la siguiente situación: Un representante de "La Cámpora" (la organización juvenil oficialista que más ha crecido en los últimos años) se dirige a un supermercado mayorista y comprueba que la bolsa de harina aumentó de $50 a $55. Inmediatamente pone el grito en el cielo y se dirige al dueño del local. Éste le responde: "Encarcélenme si quieren, pero la culpa del aumento no la tengo yo, sino el distribuidor que me vendió el producto un 10% más caro que la anterior partida. Si no quieren que lo aumente, prefiero no venderlo. Elijan ustedes: aumento o desabastecimiento". Informado de este asunto, el joven oficialista se dirige a las oficinas del distribuidor de harinas para increparlo por el aumento. Éste le responde: "Encarcélenme si quieren, pero la culpa del aumento no la tengo yo, sino el molino harinero, que me vendió el producto un 10% más caro que la anterior partida. Si no quieren que lo aumente, prefiero no venderlo". Informado de este asunto, el joven oficialista se dirige al molino harinero para increpar a su dueño por el aumento. Éste le responde: "Encarcélenme si quieren, pero la culpa del aumento no la tengo yo, sino el que me vendió la gasolina que utilizo para las cosechadoras, porque el combustible aumentó un 10% respecto del anterior partida. Si no quieren que aumente el precio de la harina, prefiero no cosechar". Informado de este asunto, el joven oficialista se dirige a la refinería de combustible para increpar a su dueño por el aumento. Éste le responde: "Encarcélenme si quieren, pero la culpa del aumento no la tengo yo, sino el sindicato, que aumentó un 10% el salario de mis empleados. Si no quieren que aumente el precio del combustible, prefiero no refinar y echar gente". Informado de este asunto, el joven oficialista se dirige al Sindicato del Petróleo para increpar a su líder por el aumento en los salarios. Éste le responde: "Encarcélenme si quieren, pero la culpa del aumento no la tengo yo, sino el precio del pan, que ha sufrido un aumento del 10%. Si a mis representados no les alcanza el dinero para comprar el pan, no tendrán fuerzas para refinar el petróleo y caerán exhaustos. Vaya usted a por el panadero, y de paso por el lechero, el verdulero y el carnicero, todo los cuales aumentaron sus productos un 10%". Informado de este asunto, el joven oficialista se dirige al panadero para increparlo por el aumento en el pan. Éste le responde: "Encarcélenme si quieren, pero la culpa del aumento del pan no la tengo yo, sino el supermercado mayorista en donde compro la harina, que la tenía un 10% más cara que la anterior partida. Si no quieren que lo aumente, prefiero no venderlo. Elijan ustedes: aumento o desabastecimiento". Informado de este asunto, el joven oficialista... ya no sabe hacia dónde dirigirse. Se toma entonces un descanso y sale a caminar por el barrio de Retiro. Cruza la Torre de los Ingleses, cruza la terminal de ómnibus y se detiene en la avenida Antártida Argentina al 2000. Allí escucha, provenientes del monumental edificio de la Casa de Moneda, grandes ruidos y alborotos, como de mucha gente y muchas máquinas trabajando. Nuestro joven oficialista reflexiona: "¡Y después dicen los opositores que la producción está decayendo!..."