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domingo, 4 de enero de 2015

Los dos grandes resortes de la ética

La clarividencia de un hombre que supo ver los dos resortes más poderosos que activan el comportamiento humano:

... Dejando, pues, todos los libros científicos, que sólo nos enseñan a ver a los hombres tal como ellos se han ido formando, y meditando sobre las primeras y las más simples operaciones del alma humana, creo advertir dos principios anteriores a la razón, uno de los cuales nos interesa vivamente para nuestro bienestar y el otro nos inspira una repugnancia natural si vemos sufrir o perecer a cualquier ser sensible, principalmente a nuestros semejantes (Jean-Jacques Rousseau, Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres).


Pero no los vio del todo claramente. Porque el impulso que "nos interesa vivamente para nuestro bienestar", y que Rousseau confunde con el instinto, no es anterior a la razón: es la razón misma --la razón práctica-- la que trabaja de esa manera. El instinto sí es anterior a la razón, pero el instinto no procura el bienestar del individuo que bajo su influjo actúa sino el bienestar de la especie a la que representa (aunque, desde luego, procurando el bienestar de la especie suele procurarse también su propio bienestar). El otro impulso que menciona Rousseau, el de la compasión, es el que se presenta cuando lo que se percibe de un suceso es un valor en peligro de desaparecer y no un cálculo de intereses, y no es la compasión en sí la que mueve la conducta (puesto que las emociones no tienen este poder), sino la respuesta volitiva a ese valor percibido. Pero estas aclaraciones más bien técnicas no opacan el mérito del ginebrino, que ya en el siglo XVIII descubrió que la ética se bandea entre estas dos opciones: el interés propio y el auxilio hacia los más necesitados. Faltole descubrir que al interés propio lo mueve la razón y solo la razón, y que al auxiliador no lo mueve la compasión sino los valores éticos que posee y a los cuales la compasión solamente colorea y acompaña.