Creo que el
juicio que le mereció a Marx el capitalismo era justo. El capitalismo fue un
gran avance pero moralmente es injustificable. En el curso de los últimos
cincuenta años la productividad industrial se duplicó, pero sabemos que la
desigualdad social ha venido aumentando en todas partes menos en los países
escandinavos. [...] En Japón el gerente gana, a lo sumo, cuatro veces lo que
gana su secretaria. En Estados Unidos gana 50 mil veces lo que gana su
secretaria. Una tremenda injusticia, sobre todo teniendo en cuenta que son,
casi todos, incompetentes.
Mario Bunge, entrevistado por
Magdalena Ruiz Guiñazú, septiembre del 2014
Se lo tiene John Stuart Mill como un pensador liberal, vale decir, partidario del principio de prevalencia de la propiedad privada por sobre la propiedad colectiva o estatal dentro de una determinada sociedad. Esto es correcto, pero tal posición política no lo enceguecía de cara a la realidad social de la Inglaterra del siglo XIX. Es por eso que llegó a incluir este tremendo párrafo procomunista dentro de su obra magna en lo que a economía se refiere:
Si [...] hubiera que elegir entre el comunismo, con
todos sus riesgos, y el estado actual de la sociedad, con todos sus
sufrimientos e injusticias; si la institución de la propiedad privada implicase
necesariamente la consecuencia de que el producto del trabajo se repartiera de
la manera en que ahora lo vemos hacer, casi en razón inversa al mismo trabajo:
la parte más considerable a los que nunca han trabajado nada, la parte que
sigue en importancia a aquellos cuyo trabajo es casi nominal; y así, en escala
descendente, disminuyendo la remuneración conforme el trabajo se hace más
pesado y más desagradable, hasta llegar al trabajo corporal más fatigoso y
extenuante que no puede contar con la certeza de conseguir ganar ni siquiera lo
necesario para la vida; si la alternativa fuese esto o el comunismo, todas las
dificultades, grandes o pequeñas, del comunismo no pesarían nada en la balanza
(Principios de economía política, citado por Bertrand Russell en
Retratos de memoria, p. 119).
Claro que después arregla
este desaguisado --que a tantos de sus coetáneos capitalistas habrá disgustado--
con este cierre:
Pero, para que la comparación sea posible, debemos
comparar lo mejor del comunismo con el régimen de propiedad individual, no como
es, sino como podría ser. El principio de la propiedad no ha sido aún puesto en
práctica noblemente en ningún país; y, puede ser, que en este país menos que en cualquier otro.
Si los capitalistas no
fueran tan mala gente --sostenía Mill--, el capitalismo funcionaría a las mil
maravillas. Curioso es que el dato de que este sistema --que funciona, en mayor
o menor medida, en buena parte de occidente desde hace 800 años-- jamás ha sido
puesto en práctica "noblemente", curioso es que este dato no mueva a
nuestro pensador a la idea de que tal sistema tal vez posea, intrínsicamente,
algún defecto que hace que las malas gentes se apeguen a él, en calidad de
directores, y sometan al resto a esas penosas condiciones y desigualdades ya
descritas. No, no es el capitalismo el que falla, sino la gente innoble que
siempre se encarga de administrarlo. Y yo le doy la derecha a John en este
punto, y agrego que lo mismo sucede con el comunismo, que si termina siempre en
tiranías y absolutismos no es porque el comunismo sea una teoría económica
incorrecta o inviable, sino porque quienes lo administran o lo administraron
hasta el presente en cada una de las sociedades comunistas que aparecieron, han
sido gentes de penosa ralea. Y entonces aparece la inevitable pregunta: ¿qué es
lo que ocurre?, ¿por qué los dirigentes comunistas terminan siendo siempre
tiranos y los capitalistas explotadores? Pues por el sencillo principio que
indica que el poder político atrae, por regla general, a las personas
explotadoras y tiránicas --con algunas excepciones por cierto (¡Gandhi!). No es
casualidad entonces que el régimen de propiedad individual no haya sido,
todavía, puesto en práctica noblemente en ningún país, lo mismo que no ha
habido tampoco comunismos nobles. Y es que los individuos nobles rara vez se
enderezan para esos campos del quehacer humano; y si tienen la fresca intención
de dirigirse allí para renovar el aire que en tales esferas se respira,
difícilmente llegan a la cima, porque los canallas que en la cima moran ya
están avisados de tales intentos y casi siempre los abortan. En definitiva, no
interesa tanto qué régimen político predomina en tal o cual sociedad, si el
comunismo o el capitalismo, sino qué nivel de nobleza poseen los conductores de
tales regímenes y los pueblos regimentados. Al César lo que es del César: la
política, y a Dios lo que es de Dios: los valores.