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sábado, 9 de julio de 2016

Immanuel Kant y la filosofía popular

Habla Kant, desde el prólogo a la segunda edición de la Crítica de la razón pura, de ciertos pensadores alemanes, contemporáneos suyos, "que unen felizmente a la profundidad del conocimiento el talento de una exposición luminosa", asegurando enseguida que él carece de ese talento. Se jacta de ser un pensador profundo, pero no se jacta de exponer sus ideas con luminosidad. A esto sumémosle lo que afirma en el prólogo a la primera edición: "Por lo que toca a la claridad, tiene el lector derecho a exigir primero la claridad discursiva (lógica) por conceptos, pero luego también una claridad intuitiva (estética) por intuiciones, esto es, por ejemplos u otras aclaraciones en concreto". Dice que se cuidó de ser claro en el primer sentido, mas no tanto en el segundo:

En el curso de mi trabajo he estado casi siempre indeciso sobre lo que en esto debía de hacer. Los ejemplos y aclaraciones parecíanme siempre necesarios y acudían por tanto realmente, en el primer bosquejo, colocándose en sus lugares adecuados. Vi empero bien pronto la magnitud de mi problema y la multitud de objetos que habrían de ocuparme, y como me apercibí de que estos solos, en discurso seco y meramente escolástico, iban ya a hacer la obra bastante extensa, parecióme improcedente engrosarla más aún con ejemplos y aclaraciones que sólo con una intención de popularidad son necesarios.

Tenemos entonces el siguiente cuadro: un pensador filosófico brillante, pero que ni utiliza ese brillo en la exposición literaria de su pensamiento ni tiene en gran estima los ejemplos, aclaraciones y demás instrumentos que facilitan la comprensión del texto a los lectores profanos. No le interesa en absoluto la popularidad, no quiere que la masa lo lea, sino solo los "conocedores de las ciencias". Su obra cumbre "no podía en modo alguno acomodarse al uso popular", y entonces ¿para qué intentar amenizarla? Está claro que la Crítica de la razón pura no se acomodó en su tiempo, ni se acomoda ahora, al uso popular, pero no se acomoda justamente porque Kant, con su sequedad expresiva, quiso que no se acomodase, y no porque los temas de que trata sean intrínsecamente imposibles de digerir para una mente promedio, ni erudita ni estúpida, que sienta curiosidad por la filosofía. Este espíritu elitista, que piensa que la filosofía es demasiado abstrusa como para que la comprenda un "no iniciado" y que, partiendo de esa premisa, hace todo lo posible para que los no iniciados se alejen de ella, es, según mi criterio, el responsable de haber cavado la fosa en la que ahora descansa en paz esta disciplina. Existen temas, ciertamente, de complicada exposición, pero siempre podremos arreglárnosla para desarrollarlos de manera tal que sean entendidos por cualquier lector que posea una mínima curiosidad, unos ojos bien abiertos y una cabeza liberada de dogmas. Los temas que trató Schopenhauer en El mundo como voluntad y representación son tan complejos como los que trata Kant, y sin embargo a Schopenhauer lo entendemos y a Kant, muchas veces, no. Esto es porque Schopenhauer quiso que lo entendieran todos, o a lo menos muchos, mientras que a Kant solo le interesaba que lo entendieran los de su cofradía. Y lo peor de todo es que este espíritu de cofradía continuó, después de Kant, con Hegel y compañía, quienes hicieron de la oscuridad expositiva su leitmotiv. Y entonces ya no hubo, como en Kant, interesantísimas ideas muy difíciles de descubrir y asimilar, sino galimatías faltos de sentido que encubrían la infecundidad del pensamiento. Ya nos había privado Kant de la claridad estética, ahora nos privaban también de la claridad lógica. Y así llegamos, con esta receta, a la culminación del sinsentido filosófico: el posmodernismo. Quien quiera oír que oiga, y quien quiera filosofar que filosofe, pero que no se olvide, al filosofar, que existe un lector que desea entender lo que está leyendo y que por tanto hay que decir cosas que tengan sentido y decirlas, además, de tal modo que no solo tengan sentido para quien las expone.

Un mal pensado dirá: si Kant hubiese sido más "luminoso" en la exposición de su filosofía, los errores de que adolece hubieran saltado a la vista con mayor prontitud; su oscuridad obedece a un móvil encubridor, como el delincuente que prefiere las sombras de la noche a la hora de salir a robar billeteras. Yo no creo que este sea el caso en cuanto a la Crítica de la razón pura. En cuanto a Hegel y los posmodernos, no me cabe sino una mínima duda razonable de que se mueven en la oscuridad con el único fin de robarles no la billetera, sino la sesera, a los estudiantes que por moda o vaya a saberse por qué razón se embarcan en esas lecturas.

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