Mis objeciones a
Marx obedecen a dos motivos: uno, que era una mentalidad confusa; otro, que su
pensamiento estaba casi enteramente inspirado por el odio. [...] Marx está
completamente satisfecho con el resultado [de su explicación de la plusvalía],
no porque se amolde a los hechos o porque sea lógicamente coherente, sino
porque está calculado para hacer surgir la cólera de los asalariados. [...] su
principal deseo era el de ver el castigo de sus enemigos, sin tener en cuenta
lo que sucediera, en la coyuntura, a sus amigos.
Bertrand
Russell, "Por qué no soy comunista", ensayo incluido en Retratos de memoria y otros ensayos
¿En qué se
asemejan el marxismo y el nazismo? En que ambas doctrinas nacen del odio y se
sostienen por él, por el odio al burgués en la primera y por el odio al judío
en la segunda.
Comencemos por
el marxismo. Esto dijo el hijo pródigo, el héroe, el marxista literal e incorruptible
por antonomasia:
El odio como factor de lucha; el odio
intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales
del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría
máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no
puede triunfar sobre un enemigo brutal. [...] ¡Cómo podríamos mirar el futuro
de luminoso y cercano, si dos, tres, muchos Viet-Nam florecieran en la
superficie del globo, con su cuota de muerte y sus tragedias inmensas, con su
heroísmo cotidiano, con sus golpes repetidos al imperialismo, con la obligación
que entraña para éste de dispersar sus fuerzas, bajo el embate del odio
creciente de los pueblos del mundo! (Ernesto Che Guevara, “Crear dos, tres..., muchos Viet-Nam, es la consigna”, artículo
publicado el 16 de abril de 1967 en un suplemento especial de la revista Tricontinental,
mientras Guevara estaba ya (en secreto) en Bolivia, organizando la guerrilla).
Del otro lado
del mostrador está el nazismo, que necesita al judío tanto como el marxismo al
burgués, y algunos sostienen que los ideólogos nazis exacerbaron el odio del
pueblo alemán al judío sin que les fuera en ello nada personal, simplemente
para poder crecer y nutrirse con ese curioso alimento; así lo entendía, al
menos, cierto propagandista nazi anterior al holocausto:
Ya
con atención a la lucha hitleriana contra el marxismo, es preciso proclamar el
antisemitismo en una forma vulgar y aun grosera. ¿Por qué? Cuando el obrero ha
cambiado su mentalidad marxista por la nazista, el judío toma el lugar del
“burgués”, del patrón, una sustitución que parece necesaria desde el punto de
vista psicológico. El hombre sencillo necesita y busca símbolos concretos de su
amor y de su odio. No le basta con “ismos”, de ahí que siempre al marxista el
“burgués” le hace falta como símbolo de odio. No renunciaría sin resistencia a
dicho símbolo, que le ha sido familiar durante décadas, si no se le ofreciese
otro símbolo en cambio: el judío (Ludwig Battenberg, ¿Fiebre malsana o comienzo de una nueva era?, 1931, citado por Bela
Szekely en El antisemitismo, XIX, 6).
El pueblo alemán, parece, venía ya con
el cerebro prelavado por los activistas del marxismo; todo lo que tuvo que
hacer Hitler fue calibrar la mira y apuntar hacia un rival más indefenso y
accesible[1].
[1] (Nota añadida el 13/5/14.)
Habiendo publicado esta entrada de mi diario en feisbuc, recibí severas
críticas de algunos marxistas o filomarxistas que niegan la supuesta conexión
entre tal ideología y el odio hacia la burguesía o al burgués de carne y hueso.
Marx y el marxismo, según ellos, no se han alimentado del odio, sino del amor
al pobre y del deseo de protegerlo; y no han promovido necesariamente la
revolución violenta y el asesinato para cumplir sus propósitos. Esta fue mi
respuesta a dicho planteamiento. A quien me pedía que citara algún pasaje de la
obra de Marx en donde se hablara de odio hacia la burguesía: "Si vamos a buscar un texto de Marx en el que diga:
«¡cómo odio los burgueses!», difícilmente lo encontraremos. Hay que leer entre
líneas. Leyendo así, es casi obvio que el estado de ánimo de Marx al escribir
algunos de sus textos era el odio. La famosa lucha de clases, ¿qué implica?
Cualquier guerrero sabe que se lucha mejor, que se adquiere más valor, más
coraje, cuando se ha incentivado el odio hacia el enemigo al que se atacará. La
lucha de clases funciona mucho mejor cuando se odia a los integrantes de la
clase que queremos erradicar. Eso de asesinar con amor, me parece, habría que
circunscribirlo a la Inquisición o a algún que otro grupo religioso
desquiciado, pero no creo que deba aplicarse a las diferentes revoluciones
marxistas". Y a otro, que insistía en que hablara yo del odio
marxista «texto en mano», le respondí: "Texto en mano: Karl Marx, La cuestión judía. Dijo Marx: «¿Cuál es
el fundamento secular del judaísmo? La necesidad práctica, el interés egoísta.
¿Cuál es el culto secular practicado por el judío? La usura. ¿Cuál es su dios
secular? El dinero». «El dinero es el celoso Dios de Israel, ante el que no
puede legítimamente prevalecer ningún otro dios». «El Dios de los judíos se ha
secularizado, se ha convertido en Dios universal. La letra de cambio es el dios
real del judío» (La cuestión judía,
pp. 11, 15 y 16). Llamemos a un psicólogo y preguntémosle en qué estado
psicológico emotivo se escriben estas frases. Por lo demás, estas palabras
vienen a cuento respecto de las similitudes que creíamos ver entre el marxismo
y el nazismo. Parece que no solo odiaba Marx a los burgueses, sino también a
los judíos, a sus propios compadres, entre los cuales veía al burgués
prototípico. Se me dirá que este escrito, lo mismo que el Manifiesto comunista, en
el cual escribe: «Los comunistas no se cuidan de disimular sus opiniones
y sus proyectos. Proclaman abiertamente que sus propósitos no pueden ser
alcanzados sino por el derrumbamiento violento de todo el orden social
tradicional. ¡Que las clases directoras tiemblen ante la idea de una revolución
comunista!»; se me dirá que estos arrebatos
pertenecen a la juventud de Marx, y que después este pensador se fue
«pacificando» y entrando en calma consigo mismo a la hora de escribir. Démoslo
por hecho; pero lo escrito, escrito está. Y yo no reduzco todo el marxismo a
una cuestión de odio hacia los burgueses (incluso he llegado a decir --ver la
entrada del 29/9/6-- que la compasión que sintió Marx por los obreros
ingleses del siglo XIX fue la verdadera cuna del marxismo); simplemente afirmo que este odio es un componente
fundamental del marxismo, sobre todo a la hora de reclutar adeptos y armar
grupos de choque. Tal vez no de Marx en su madurez, pero sí de todos los
movimientos marxistas que levantaron sus banderas. Nómbreseme un movimiento
marxista que no haya esparcido el odio en su campo de acción. Y eso de que el
odio es moralismo subjetivo, explíquenselo a la persona que, bien
objetivamente, recibe un real y objetivo tiro en la frente o es objetivamente
fusilada en un paredón. El tema está en ser marxista y timorato a la vez, lo
cual es una inconsecuencia. Si Marx dio a entender en su documento principal
(el Manifiesto) que hay que pasar a
degüello a toda la burguesía, ¿por qué tratan de esconder esto algunos de sus
seguidores? Su más fiel seguidor en América Latina, el Che Guevara, siguió a
rajatabla las enseñanzas de San Carlos (tal como él lo llamaba) y ejecutó sin
ningún resquemor a cuanto burgués se le puso en el camino (cf.
su discurso en la ONU del 11 de diciembre de 1964: “Sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando”). Pero parece que hoy día sus seguidores,
los seguidores del marxismo, no se animan a tanto, entonces pretenden que Marx
no quería esto. Lenin lo entendió, Stalin lo entendió, Castro y el Che Guevara
también y lo mismo Mao; ¿por qué no lo entienden ustedes?"
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