Vistas de página en total

lunes, 11 de junio de 2012

Los propósitos de mi vida

En cada momento de nuestra vida tenemos un propósito, y a él conspira la sinergia de nuestras acciones. Aunque al momento siguiente cambiemos de propósito. Y es en cierto sentido un hombre tanto más hombre, cuanto más unitaria sea su acción. Hay quien en su vida toda no persigue sino un solo propósito, sea el que fuere.
Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida

¿Cuáles son los propósitos de mi vida? Tres: pensar, escribir... y que mis escritos y mis pensamientos trasciendan. Lo demás es un mero relleno, incluida la búsqueda de la santidad. La santidad sería en mí, si acaso pudiera conseguirla o vislumbrarla, un simple medio a través del cual ponerme en disposición de intuir y de pensar correctamente.

domingo, 10 de junio de 2012

Los vegetarianos, los perros y la tiranía del sentido del gusto

Cada vez hay más hombres que renuncian al consumo de la carne en Alemania, en Inglaterra y en América [...]. Este movimiento debe alegrar a los hombres que tratan de realizar el reinado de Dios en la tierra, no porque al vegetarianismo sea por sí mismo un paso hacia ese reino, sino porque es el indicio de que la tendencia hacia la perfección moral del hombre es seria y sincera, ya que esta tendencia implica un orden invariable que le es propio y que empieza por la primera etapa.
Hay que regocijarse por ello, y esta alegría es comparable a la que deben experimentar los hombres que, queriendo alcanzar el piso más alto de un edificio, hubieran pensado primeramente en escalar la pared y advirtieran, por fin, que el medio más sencillo es empezar por el primer peldaño de la escalera.
Tolstoi, Placeres crueles, cap. X





Sí, cada día son más los adeptos al vegetarianismo, pero nunca pasan de ser, aquí en Occidente, más que un grupo enfervorizado por esa idea pero reducido en número en comparación con la masa del pueblo. Y esto es así porque la fuerza de las papilas gustativas es inmensamente superior, en el hombre de hoy, a la fuerza que pudiera ejercer sobre su voluntad una ideología o incluso un sentimiento.
Y esta sujeción, esta tiranía del sentido más innoble, menos espiritual como lo es el sentido del gusto, no se limita solamente al ámbito humano: han caído bajo su influjo también los perros. Al menos esa es la opinión de Julio Camba. ¿Creen ustedes --nos pregunta este amante del buen comer--,

creen ustedes que los perros sean tan amigos del hombre como se dice por ahí? Yo opino que son amigos de la cocina, y nada más. Los alimentos no condimentados les repugnan tanto como a nosotros, pero como ellos son incapaces de condimentarlos, hacen toda suerte de bajezas para que nosotros se los condimentemos. Andan en dos pies, saltan por un aro, lamen las manos, mueven la cola... Algunos hasta tiran de unos carritos, o guardan las propiedades, o se meten a policías. No hay duda alguna de que el hombre ha conquistado al perro sacándolo del estado salvaje y reduciéndolo a una condición de domesticidad, pero esta conquista se la debe única y exclusivamente a la cocina. La sumisión del perro es un triunfo del arte culinario (La casa de Lúculo o el arte de comer, p. 21).

viernes, 8 de junio de 2012

El socialismo de Oscar Wilde

"Con la abolición de la propiedad privada tendremos un verdadero, hermoso, sano  Individualismo. Nadie perderá su vida en acumular cosas y los símbolos para las cosas. Se vivirá. Vivir es la cosa menos frecuente en el mundo. La mayoría de la gente existe, eso es todo.
Será maravilloso ver la verdadera personalidad del hombre. Se desarrollará natural y simplemente, como crece una flor o un árbol. No estará en discordia. Nunca argumentará ni disputará. No tendrá que demostrar cosas. Lo sabrá todo. Y sin embargo, no se preocupará por el conocimiento. Tendrá sabiduría. Su valor no se medirá con cosas materiales. No tendrá nada. Y sin embargo, tendrá todo y aunque se le saque, siempre le quedará, tan rico será. No estará siempre entrometiéndose con los demás, o pidiéndoles que sean como él. Los amará por ser diferentes. Y si bien no se entrometerá en la vida de los demás, los ayudará a todos, de la misma forma que una cosa hermosa nos ayuda, por ser lo que es. La personalidad del hombre será verdaderamente maravillosa. Será tan maravillosa como la personalidad de un niño.
[...] Lo que Jesús quiso decir al hombre era esto: «Tienes una magnífica personalidad. Desarróllala. Sé tú mismo. No imagines que tu perfección resida en acumular o poseer cosas externas. Tu afecto está dentro tuyo. Si solamente te dieras cuenta de esto, no querrías ser rico. Las riquezas ordinarias le pueden ser robadas a un hombre. Las verdaderas riquezas, no. En el tesoro de tu alma hay cosas infinitamente preciosas, que no te pueden quitar. Trata entonces de modelar tu vida en forma tal que las cosas externas no te dañen. Y trata también de librarte de la propiedad privada. Implica sórdida preocupación, infinito trabajo, continuo mal. La propiedad personal obstaculiza a cada paso al Individualismo»" (Oscar Wilde, El alma del hombre bajo el socialismo., pp. 21 a 24).

Este hombre, a quien ningún "filósofo" ha catalogado como filósofo, ha escrito una de las verdades más trascendentes de todas cuantas que he leído, seguramente sospechada por los "filósofos" pero no plasmada por ser ellos demasiado ricos y cobardes --cualidades incompatibles con el verdadero filósofo--, y esta verdad atenta contra la protección que todos los ricos y los cobardes necesitan para vivir. He aquí el párrafo completo:

"Junto con la autoridad, desaparecerá el castigo. Esto representa un gran beneficio; un beneficio de incalculable valor. A medida que se lee la historia, y no en las versiones expurgadas escritas para escolares y transeúntes, sino la de autoridades originales de cada época, uno se siente enfermo, no por los crímenes cometidos por los malvados, sino por los castigos infligidos por los buenos; y una comunidad se embrutece infinitamente más con el empleo habitual de castigo que con el crimen ocasional. Resulta obvio que cuantos más castigos se infligen más crímenes se producen, y la legislación más moderna así lo reconoce, y se ha propuesto disminuir lo más posible el castigo. Y donde éste ha podido realmente disminuirse, los resultados han sido extremadamente buenos. Cuanto menos castigo, menos crimen. Allí donde no exista castigo, el crimen dejará de existir, o si ocurre será tratado por los médicos como una forma lamentable de demencia y será curada con cuidados y bondad. Pues aquellos a quienes se llama criminales hoy día, de ninguna manera lo son. El hombre, y no el pecado, es el padre del crimen moderno. Esa es, en realidad, la razón por la que nuestros criminales son, como clase, tan absolutamente poco interesantes desde el punto de vista psicológico. No son ni los maravillosos Macbeths ni los terribles Vautrins. Son simplemente lo que sería la gente ordinaria, respetable y común si no hubiese tenido bastante para comer. Cuando quede abolida la propiedad privada, no habrá necesidad del crimen, nadie se interesará por él; dejará de existir. Por supuesto, no todos los crímenes son crímenes contra la propiedad, aunque éstos sean los crímenes que la ley inglesa, valorando más lo que el hombre tiene que lo que el hombre es, castiga con más terrible y horrible severidad (si efectuamos el crimen de asesinato, y consideramos a la muerte como peor que la servidumbre penal, punto sobre el cual entiendo que nuestros criminales discrepan). Pero aunque un crimen pueda no ser contra la propiedad, puede surgir de la miseria, la rabia y la depresión producidas por nuestro equivocado sistema de tenencia de propiedad, de modo que cuando el sistema quede abolido, desaparecerá. Cuando cada miembro de la comunidad tenga lo necesario para sus necesidades y su vecino no interfiera en su vida, no tendrá ningún interés en interferir en la vida de los demás. Los celos, que son una extraordinaria fuente de crimen en la vida moderna, son una emoción estrechamente ligada a nuestra concepción de la propiedad que, bajo el Socialismo y el Individualismo, desaparecerá. Es notable comprobar que en tribus de tipo comunitario, los celos son enteramente desconocidos" (pp. 27-8).

martes, 5 de junio de 2012

Un problema para los detractores del capitalismo

Posiciones a favor y en contra del capitalismo. Empiezo con un opositor, el argentino Ernesto Sabato, recientemente fallecido:


Se habla de los logros de este sistema cuyo único milagro a sido el de concentrar en una quinta parte de la población mundial mas del ochenta por ciento de la riqueza, mientras el resto, la mayor parte del planeta, muere de hambre en la mas sórdida de las miserias. Habría que plantearse que se entiende por neoliberalismo, porque en rigor, nada tiene que ver con la libertad. Al contrario, gracias al inmenso poder financiero, con los recursos de la propaganda y las tenazas económicas, los Estados poderosos se disputan el dominio del planeta.
El absolutismo económico se ha erigido en poder. Déspota invisible, controla con sus ordenes la dictadura del hambre, la que no respeta ideologías ni banderas, y acaba por igual con hombres y mujeres, con los proyectos de los jóvenes y el descanso de nuestros ancianos (Ernesto Sabato, Antes del fin, p. 96).


Y ahora, la gran abanderada del egoísmo capitalista, la ruso-norteamericana Ayn Rand:


No fueron importantes los bajos salarios y las duras condiciones de vida de los primeros años del capitalismo. Eso era todo lo que las economías nacionales de la época podían permitirse. El capitalismo no creó la pobreza, la heredó. En comparación con los siglos de hambruna precapitalista, las condiciones de vida de los pobres en los primeros años del capitalismo fueron la primera oportunidad de sobrevivir que jamás habían tenido. Como prueba, consideremos el enorme crecimiento de la población europea durante el siglo XIX, un crecimiento de más del 300%, comparado con el crecimiento previo, que había sido aproximadamente de 3% por siglo (Ayn Rand, Filosofía, ¿quien la necesita?, p. 129). 


Yo estoy mucho más cerca de la posición de Sabato que de la de Rand, pero el tema del crecimiento poblacional desorbitado que se dio a partir de la revolución industrial y del capitalismo sistematizado me deja mucho que pensar, al punto de que no sé muy bien a qué atribuir esta suba de la tasa de natalidad y esta disminución de la tasa de mortalidad (más allá de algunas evidentes mejoras en la higiene de las poblaciones) si me resisto a suponer que fue el sistema capitalista quien las propició. Así, los detractores del capitalismo nos topamos con un escollo difícil de salvar: ¿a quién debemos agradecer la explosión demográfica de finales del siglo XIX y la totalidad del XX?