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viernes, 1 de febrero de 2013

SPONG, EL ANTIDOGMA




Desde mi punto de vista, afirmar que la Biblia constituye en todo su detalle literal la palabra de Dios, libre de todo error, no es más que una ignorancia bíblica.
John Shelby Spong, Jesús, hijo de mujer, p. 17

Bueno sería que mi amigo Bertrand Russell tomara en cuenta esta sentencia.

Conozco a miles de personas que permanecen en el seno de la Iglesia por costumbre o por esperanza, pero lo hacen a costa de desconectar sus mentes.
Ibíd., p. 18

Yo era una de ellas.

No creo que María fuera literalmente una virgen, en ningún sentido biológico. No creo que a los hombres y mujeres contemporáneos se les pueda presentar con credibilidad a alguien a quien se conoce como una madre virgen, calificándola como una mujer ideal. No creo que la historia de la virginidad de María haya realzado la imagen de la madre de Jesús. Antes al contrario, estoy convencido de que la historia ha desvirtuado la humanidad de María, y se ha convertido en un arma en manos de aquellos cuyos prejuicios patriarcales distorsionan la humanidad de todos, en general, y de las mujeres en particular.
Ibíd., pp. 24-5

Coincido; pero ese "no creo que la historia de la virginidad de María haya realzado la imagen de la madre de Jesús", ¿no podría extenderse hacia un "no creo que la historia de la divinidad de Jesús haya realzado la imagen de Jesús como filósofo"?

Nada menos que una persona como el Papa Juan Pablo II ha apoyado un documento y una actitud que proclama: "Las mujeres no serán nunca sacerdotes en la Iglesia Católica romana porque Jesús no eligió a ninguna mujer como discípulo". Presento esto como un abuso literal de las Sagradas Escrituras. En el orden y las costumbres sociales del siglo primero de nuestra era, resulta inconcebible tener a una mujer como miembro de un grupo de discípulos de un rabino o maestro itinerante. El papel de la mujer se hallaba circunscrito con demasiada claridad como para atreverse siquiera a imaginar algo así. Aquí, sin embargo, el literalismo bíblico es ecléctico antes que minucioso. Quizás al obispo de Roma todavía no se le ha ocurrido pensar que Jesús tampoco eligió a ningún discípulo polaco, a pesar de lo cual eso no excluyó del sacerdocio a un muchacho polaco llamado Karol Josef Wojtila, que más tarde se convertiría en Juan Pablo II.
Ibíd., p. 28

¡Brillante, Yon! ¡Péguele duro al machismo eclesiástico!

En las mitologías del mundo hay muchas historias que cuentan con partes paralelas y familiares de la tradición cristiana. Las figuras divinas nacen de madres vírgenes, los héroes míticos mueren, resucitan y regresan a los cielos en ascensiones cósmicas. Cuando leemos estas tradiciones en el contexto de los escritos egipcios sagrados, no se nos ocurre literalizar las historias de Isis y Osiris. Sabemos que, en este caso, nos encontramos ante mitos antiguos. Y, sin embargo, evitamos hacer lo mismo cuando se trata de nuestra propia fe.
Ibíd., p. 31

Ha llegado el momento de que la Iglesia reconozca la certidumbre como un vicio, que aprenda a desecharlo y abrace la incertidumbre como una virtud. Ha llegado el momento de que la Iglesia abandone su actitud neurótica de traficar con un débil sistema de seguridad religiosa tras otro, y permita a sus fieles sentir el viento vigorizador de la inseguridad, para que los cristianos puedan comprender realmente lo que significa caminar por la fe.
Ibíd., p. 34

¿Puede escapar la Iglesia del hábito de controlar el comportamiento, y pasar a convocar a la gente para que sean los seres santos y completos, tal como Dios los ha creado?
Ibíd., p. 34

No hubo nacimiento virginal biológicamente literal, ni superación milagrosa de la esterilidad en el nacimiento de Juan el Bautista, ni ángel Gabriel que se le apareciera a Zacarías o María, ni Zacarías se quedó sordomudo, ni coros angélicos que poblaran los cielos para anunciar el nacimiento de Jesús a los pastores de las montañas, ni viaje a Belén, ni presentación o purificación en Jerusalén, ni historia del templo durante la infancia de Jesús. De hecho, y con toda probabilidad, Jesús nació en Nazaret de una forma muy normal, como hijo de María y José, o bien fue un hijo ilegítimo que José justificó al reconocerlo como hijo propio.
Ibíd., pp. 166-7

¡Por fin alguien que estudia las Escrituras sin el corpiño del dogma en los ojos!

No, no estamos solos. No somos un simple accidente del proceso físico y estúpido de la evolución.
Ibíd., p. 167

No, no estamos solos. Dios existe. Y sin embargo, Dios no está con nosotros. Esta en nosotros, que no es lo mismo. Y el proceso de la evolución, de estúpido no tiene absolutamente nada.

Los verdaderos enemigos de un sistema de fe no son quienes hacen doblar la rodilla a la tradición, sino quienes la congelan, los cuales, al no ser capaces de cambiar y crecer, transforman los símbolos en momias y hacen imposible que quienes viven en un mundo cambiante permanezcan con integridad en el seno de ese hogar de fe.
Ibíd., p. 180

¡Clap, clap, clap, clap..!

Resulta a un tiempo divertido y triste observar cómo los líderes eclesiásticos actuales se mueven cautelosamente alrededor de la pregunta de cómo comprender la afirmación eclesiástica tradicional de que la Biblia es la palabra de Dios, pues en el fondo de sus corazones saben muy bien que esa afirmación ya no es sostenible de ninguna forma literal. La legitimidad de la esclavitud, el estatus de objeto de la mujer, el concepto de la Tierra plana, la comprensión de la epilepsia como posesión por el demonio, todo ello afirmado en la Biblia, son ideas que, simplemente, no se aceptan en el siglo XX. Lo que sucede es que la mayoría de los líderes religiosos no tienen la honestidad para decirlo públicamente. En consecuencia, lo que exponen no es más que retórica que utiliza las palabras tradicionales, pero sugieren que significan algo muy diferente a lo que significaron en el pasado. Es una estrategia comprensible, pero así nunca se conseguirá nada. Esas prácticas nos hacen pensar en batallas de retaguardia en las que se liberan escaramuzas dentro de un inevitable movimiento de retirada.
Ibíd., p. 181

El corazón no puede rendir culto a lo que ha rechazado la mente.
Ibíd., de. 182

La frase: "Sufrió bajo Poncio Pilatos, fue crucificado, murió y fue enterrado" es la única que ata el cristianismo a la historia. Todo lo demás que existe en los credos no constituye sino un intento por poner en palabras una experiencia de Dios que estaba más allá de la historia, y por explicar teológicamente quién fue el que sufrió y murió, por qué tuvo importancia y por qué tuvo su vida un significado que va mucho más allá de sus límites históricos y finitos.
Ibíd., p. 183

Y hasta existe gente, como yo por ejemplo, que admite que duda incluso de la existencia histórica de Jesús --aunque ciertamente, hay que aclararlo, mi duda es mínima[1].


[1]  Y las dudas de los siguientes historiadores y escritores parece que también eran mínimas:
·                                  Flavio Josefo, historiador judío:

Por aquel tiempo existió un hombre sabio, llamado Jesús, porque realizó grandes milagros y fue maestro de aquellos hombres que aceptan con placer la verdad. Atrajo a muchos judíos y a muchos gentiles. Delatado por los principales de los judíos, Pilatos lo condenó a la crucifixión. Aquellos que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo. Desde entonces hasta la actualidad existe la agrupación de los cristianos”. (Antigüedades Judías 18,3,3)
·                                  
Tácito 
Historiador y consul romano 

Por lo tanto, aboliendo los rumores, Nerón subyugó a los reos y los sometió a penas e investigaciones; por sus ofensas, el pueblo, que los odiaba, los llamaba “cristianos”, nombre que toman de un tal Cristo, que en época de Tiberio fue ajusticiado por Poncio Pilato; reprimida por el momento, la fatal superstición irrumpió de nuevo, no sólo en Judea, de donde proviene el mal, sino también en la metrópoli , donde todas las atrocidades y vergüenzas del mundo confluyen y se celebran”. (Anales, 15:44:2-3)
·                                  
 Suetonio 
Historiador romano 

A los judíos, instigados por Chrestus, los expulsó de Roma por sus hábitos escandalosos”. (De Vita Caésarum. Divus Claudius, 25.)
 Luciano de Samosata 
Escritor satírico romano, habla despectivamente de los cristianos en su obra La muerte del Peregrino: 

...lo utilizaban como legislador y le daban el título de jefe. Después, por cierto, de aquel a quien el hombre sigue adorando, que fue crucificado en Palestina por haber introducido esta nueva religión en la vida de los hombres.
 Julio Africano recoge la mención que un tal Talo, que parece ser un historiador romano o samaritano del s. 1 dC., hace de las tinieblas que sobrevinieron a la muerte de Jesús explicándolas como un fenómeno natural: "En su tercer libro de historias, Talo llama a estas tinieblas un eclipse de sol. Contra la sana razón, a mi juicio".

Justino Mártir hace referencia a los Hechos de Poncio Pilatos: “Y después que fue crucificado echaron suertes sobre su vestidura, y los que le crucificaron se repartía entre ellos. Y que estas cosas ocurrieron, podéis comprobarlo a partir de los Hechos de Poncio Pilatos”. (La Primera Apología, cap. 35)

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