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jueves, 28 de febrero de 2013

Puntos de contacto entre mi personalidad y la de Tolstoi



Otros tres puntos de contacto entre la personalidad de León Tolstoi y la de quien esto escribe.
1) La emotividad soterrada y 2) el "efecto imán" hacia los niños. Afirma Derrick Leon: "Al igual que muchos hombres de poco común sensibilidad y excepcional capacidad emotiva, Tolstoi era muy poco expresivo. Sin embargo, los niños sentíanse inmediatamente arrastrados hacia él de manera instintiva" (Tolstoi, p. 243). Idéntica situación la mía: un témpano por fuera; por dentro, un volcán (aunque a este témpano exterior se le humedecen los ojos cada vez con mayor asiduidad). Y lo mismo con los niños, para quienes soy algo así como un bufón lúcido del cual no quieren despegarse por nada del mundo. Junto a ellos, me transformo en un niño más (con la condición de estar solo con ellos, sin ningún mayor que interfiera y eche a perder mi metamorfosis).
3) La puntillosidad en cuestiones literarias. La publicación de los seis volúmenes de Guerra y paz, por ejemplo, fue
motivo de iguales atenciones, esmeros y cuidados minuciosos que su composición. [...] las pruebas de imprenta fueron corregidas una y otra vez y se les hizo numerosas inserciones de frases perfectamente construidas. De acuerdo siempre con el insaciable deseo de perfección que animaba a Tolstoi en todas sus actividades, las supresiones, paráfrasis y modificaciones se sucedieron con miras de no acabar nunca. Más aún, cuando las últimas pruebas salieron rumbo al taller donde se procedía a la impresión de la obra, algunos telegramas que contenían correcciones adicionales acerca del lenguaje y el estilo fueron remitidos a los impresores (Derrick Leon, Tolstoi, p. 201).

Maniático del pulido era Tolstoi y maniático de pulido soy yo. Pero ¿será esta manía un buen signo indicador de la grandeza literaria o, antes al contrario, no es más que un escondrijo en donde se ocultan ciertas carencias elementales? El norteamericano John Nef parecería inclinarse por esto último. Analizando los motivos de la escasa producción literaria de alto nivel engendrada por los Estados Unidos en el siglo XX, comenta:

Nunca se publicaron con anterioridad tantas novelas prolijamente elaboradas y pulidas. Algunas son tersas y pulidas en grado sumo. La dificultad consiste en que las grandes obras de arte no son tersas ni pulidas. Son auténticas. Como la mayoría de las cosas auténticas, están a menudo llenas de aspereza. Como las verdaderas esmeraldas, tienen fallas. Pocas personas que luchen en forma auténtica y profunda con los problemas de la vida --como le toca hacerlo al verdadero artista-- pueden evitar las fallas. Nada que sea meramente suave y bonito puede inspirar un afecto profundo y duradero (Estados Unidos y la civilización, pp. 264-5).

¿Será cuestión entonces que dejar a la obra literaria sin lijado ninguno, en estado salvaje, fallada de pies a cabeza, porque tales fallas constituirían algo así como pruebas de autenticidad ? Siempre no. La grandeza está en la obra, no en el refinamiento; pero si la obra es grande, el refinamiento la termina de engrandecer. Distinto es el caso de los novelistas norteamericanos, que según Nef serían expertos en el arte de refinar, pero sin contar con las letras salvajes y contundentes que a tal refinamiento puedan someterse. Es un refinamiento "en el vacío", y así nada digno de leerse puede salir. Pulir sí, siempre que tengamos materia prima viva en donde aplicar el pulimento. Tolstoi la tenía y de sobra; ¿la tendré yo?[1]



[1] Aclaro que mis pulimentos, a diferencia de los de Tolstoi, se aplican inmediatamente después de concebir los párrafos, los cuales, una vez cristalizados, endurecidos, ya quedan así y no los modifico sino en contadísimas excepciones. "Yo añado siempre, pero no enmiendo nunca", decía Montaigne. "Y no retoco jamás, si no es de mala gana, lo que ya antaño consignara" (Ensayos, III, IX). Y estos añadidos aparecen en mis escritos, o bien bajo la forma de nota al pie, o bien en una nueva entrada de mi diario que remite a la entrada que se quiere comentar, ratificar o rectificar.

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