En un intento por frenar la inflación, nuestra
presidenta lanzó un plan de congelamiento de precios válido para las grandes
cadenas de supermercados y solicitó la ayuda de las organizaciones juveniles
oficialistas para controlar a los comerciantes "inescrupulosos" que
parecen ser, para este gobierno, los culpables de que los precios aumenten de
manera preocupante. Dijo Cristina:
No
vamos a dejar el acuerdo de precios a la buena voluntad y vamos a utilizar la
fuerza de los movimientos políticos y juveniles para desplegarlos en todo el
territorio. Necesitamos que todos cuidemos lo que logramos [...]. Hay que
aprovechar ese potencial, ese caudal de energía de las organizaciones sociales,
juveniles, políticas (diario La Nación,
24/5/13).
Así como Juan Perón, el gran
inaugurador de los procesos inflacionarios en la Argentina, pretendió, en abril
de 1953, erradicar este problema llenando las comisarías de almaceneros
"vendepatrias" acusados de sacar ventaja "a expensas del
pueblo", así Cristina Kirchner, ante la decidida desaparición de aquellos
entrañables gallegos expendedores de comestibles, opta por acusar a los
supermercadistas --aunque todavía, cabe la aclaración, no encarceló a ninguno.
Pero ¿son los dueños de los supermercados los causantes de que los precios
aumenten?
Imagino la siguiente situación: Un representante de
"La Cámpora" (la organización juvenil oficialista que más ha crecido
en los últimos años) se dirige a un supermercado mayorista y comprueba que la bolsa de harina aumentó de $50 a $55. Inmediatamente pone el grito en el
cielo y se dirige al dueño del local. Éste le responde: "Encarcélenme si
quieren, pero la culpa del aumento no la tengo yo, sino el distribuidor que me
vendió el producto un 10% más caro que la anterior partida. Si no quieren que
lo aumente, prefiero no venderlo. Elijan ustedes: aumento o desabastecimiento".
Informado de este asunto, el joven oficialista se dirige a las oficinas del
distribuidor de harinas para increparlo por el aumento. Éste le responde:
"Encarcélenme si quieren, pero la culpa del aumento no la tengo yo, sino
el molino harinero, que me vendió el producto un 10% más caro que la anterior
partida. Si no quieren que lo aumente, prefiero no venderlo". Informado de
este asunto, el joven oficialista se dirige al molino harinero para increpar a
su dueño por el aumento. Éste le responde: "Encarcélenme si quieren, pero
la culpa del aumento no la tengo yo, sino el que me vendió la gasolina que
utilizo para las cosechadoras, porque el combustible aumentó un 10% respecto
del anterior partida. Si no quieren que aumente el precio de la harina,
prefiero no cosechar". Informado de este asunto, el joven oficialista se
dirige a la refinería de combustible para increpar a su dueño por el aumento. Éste
le responde: "Encarcélenme si quieren, pero la culpa del aumento no la
tengo yo, sino el sindicato, que aumentó un 10% el salario de mis empleados. Si
no quieren que aumente el precio del combustible, prefiero no refinar y echar
gente". Informado de este asunto, el joven oficialista se dirige al
Sindicato del Petróleo para increpar a su líder por el aumento en los salarios.
Éste le responde: "Encarcélenme si quieren, pero la culpa del aumento no
la tengo yo, sino el precio del pan, que ha sufrido un aumento del 10%. Si a
mis representados no les alcanza el dinero para comprar el pan, no tendrán
fuerzas para refinar el petróleo y caerán exhaustos. Vaya usted a por el
panadero, y de paso por el lechero, el verdulero y el carnicero, todo los
cuales aumentaron sus productos un 10%". Informado de este asunto, el
joven oficialista se dirige al panadero para increparlo por el aumento en el
pan. Éste le responde: "Encarcélenme si quieren, pero la culpa del aumento
del pan no la tengo yo, sino el supermercado mayorista en donde compro la
harina, que la tenía un 10% más cara que la anterior partida. Si no quieren que
lo aumente, prefiero no venderlo. Elijan ustedes: aumento o
desabastecimiento". Informado de este asunto, el joven oficialista... ya
no sabe hacia dónde dirigirse. Se toma entonces un descanso y sale a caminar
por el barrio de Retiro. Cruza la Torre de los Ingleses, cruza la terminal de
ómnibus y se detiene en la avenida Antártida Argentina al 2000. Allí escucha,
provenientes del monumental edificio de la Casa de Moneda, grandes ruidos y
alborotos, como de mucha gente y muchas máquinas trabajando. Nuestro joven
oficialista reflexiona: "¡Y después dicen los opositores que la producción
está decayendo!..."
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