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lunes, 14 de octubre de 2013

Algo sobre Karl Popper ( tercera y última parte)

Voy a terminar esta revisión corrigiendo la postura popperiana respecto de nuestro conocimiento de las leyes naturales.
Yo le atribuí a Popper, desde una nota al pie de la p. XXX [p. 923 del manuscrito] de este diario, la idea de que si bien nunca podremos estar seguros de que tal o cual ley de la naturaleza es cien por ciento verdadera, podría suceder que, aunque no lo sepamos, de hecho lo sea. Esta es la posición que adopta en su Conocimiento objetivo, que data de 1972, y que venía sosteniendo desde mucho antes, según se desprende del siguiente pasaje tomado del apéndice X de La lógica del investigación científica, apéndice añadido a esta obra en 1958:

No podemos nunca saber si una supuesta ley de la Naturaleza lo es auténticamente, o si parece serlo pero depende, en realidad, de ciertas condiciones iniciales peculiares existentes en nuestra zona del universo. Por lo tanto, no llegaremos jamás a averiguar si un enunciado dado no lógico es de hecho naturalmente necesario: la conjetura de que lo es no deja jamás de serlo.

La conjetura nunca dejará de ser conjetura, pero el enunciado mismo, objetivamente, podría corresponder a una ley exacta de la naturaleza; eso es lo que afirmaba Popper. Pues bien: Popper cambió de parecer. En una nota al pie de la p. 176 de su Búsqueda sin término escrita en 1974, nos comenta:

Puede que el conjunto de enunciados teoréticos verdaderos de la física no sea (finitamente) axiomatizable; a la luz del teorema de Gödel, es casi cierto que no lo es.

  Y retrocediendo una página en esa misma obra encontramos esta declaración:

Incluso si un día alcanzásemos un estadio en el que nuestras teorías ya no estuviesen abiertas a corrección, porque fuesen simplemente verdaderas, todavía no serían completas --y nosotros lo sabríamos. Porque entraría en juego el famoso teorema de incompletitud de Gödel: teniendo en cuenta el trasfondo matemático de la física, se necesitaría, en el mejor de los casos, una secuencia infinita de tales teorías verdaderas para responder a los problemas que en cualquier teoría (formalizada) serían indecibles.

 El profesor Imre Lakatos había criticado, a comienzos de la década del 60, la primera de las posturas descritas:

No me gustó el hincapié que ha hecho Popper recientemente en la posibilidad de que pudiéramos, sin saberlo, encontrar la verdad última. Tenía prejuicios contra esta tesis jenofóntica porque contradice algunas de mis más estimadas ideas aprendidas del marxismo (y no veo por qué debiera abandonarlas). Engels escribe que "aquel conocimiento que encierra una pretensión incondicional de verdad se plasma en un número de errores relativos; ni la verdad absoluta del conocimiento ni la soberanía del pensamiento pueden realizarse plenamente a no ser en la eternidad sin fin de la existencia humana [...]"[1]. Así pues, como afirma Engels de un modo explícito, la verdad última sólo puede alcanzarse "desde un punto de vista práctico, por la sucesión sin fin de las generaciones humanas". O, para citar a Lenin: podemos "acercarnos más y más a la verdad objetiva (sin alcanzarla nunca)"[2]. Ahora Popper dice que aquí y allá, aunque sin saberlo, podemos alcanzarla. Pienso que esto constituye un defecto en su falibilismo, y por eso he intentado corregirlo [...] con mi doctrina de las sentencias infinitas contenidas en el proyecto divino del Universo. Según tal doctrina, no puede haber enunciados humanos que expresen la ley natural. Pienso que se trata de un rasgo antropomórfico insatisfactorio, [...] el que [Popper] desee encontrar enunciados naturalmente necesarios entre los enunciados del lenguaje humano.
[...] En mi sistema no pueden existir enunciados naturalmente necesarios de longitud finita; además, todos los enunciados universales [de longitud finita], ya sean supuestamente necesarios o accidentales, no son más que enunciados falsos (Matemáticas, ciencia y epistemología, cap. 7, secc. 2).

Parece que Popper aceptó esta crítica, entendió (sobre todo a la luz del teorema de incompletitud de Gödel) que era válida, y terminó --como yo mismo lo hice--  pasándose al bando de Lakatos[3].



[1] Friedrich Engels: Anti-Dühring (1894).
[2] Vladimir Lenin: Materialismo y empirio-criticismo (1908).
[3] (Nota añadida el 22/5/3.) Y sin embargo, el nonagenario Popper habría retomado, en sus últimos días, su primera creencia. Esto se desprende de la entrevista que le realizara John Horgan en 1992. "En efecto [dice Horgan refiriéndose a Popper], no le cabía «la menor duda» de que algunas teorías científicas al uso eran absolutamente verdaderas (aunque se negó a decir cuáles en concreto)" (John Horgan, El fin de la ciencia, cap. 2).

jueves, 3 de octubre de 2013

Algo sobre Karl Popper (segunda parte)

El segundo ítem a tratar se relaciona con la postura azaroso-indeterminista de este pensador.
Todo parece indicar que, al igual que con el tema del darwinismo, hubo aquí un cambio de miras bastante pronunciado. Hace poco cité un aserto que deja poco margen para la duda: "Podemos dar por seguro que cualquier sucesión de fenómenos en la realidad, tiene lugar según las leyes de la naturaleza" (La miseria del historicismo, p. 144). O voy muy descaminado epistemológicamente, o esta frase trasunta el más puro, clásico e inexorable determinismo; pero entonces, ¿cómo se compatibiliza esto con el proverbial indeterminismo popperiano? Sencillo: se compatibiliza por el hecho de haber sido Popper un partidario del determinismo que luego abandonara esta postura. La proposición antes citada figura en La miseria del historicismo, libro esbozado a mediados de la década del 30 (leyó su manuscrito en 1936 en Londres, después de marcharse de Austria, su país natal, debido al crecimiento del nazismo), y en ese entonces Popper se inclinaba por darles la razón a los deterministas. Que su vida como pensador nació bajo el sino del determinismo se puede verificar leyendo algunos pasajes clave de La lógica del investigación científica (1934), su primera publicación de importancia. Por ejemplo, uno que figura en la p. 202:

... En cuanto a la controversia sobre la «causalidad», propongo que disintamos de la metafísica indeterminista que es tan popular actualmente. Lo que la distingue de la metafísica determinista que estaba en boga hasta hace poco entre los físicos no es tanto su mayor lucidez cuanto su mayor esterilidad.

O el de la p. 230:

¿Está gobernado el mundo por leyes estrictas, sí o no? Considero esta pregunta como metafísica. Las leyes que encontramos son siempre hipótesis, lo cual quiere decir que pueden quedar siempre superadas, y que posiblemente puedan deducirse de estimaciones probabilitarias; pero negar la causalidad sería lo mismo que intentar persuadir al teórico de que abandone su búsqueda, y [...] semejante intento no puede estar respaldado por demostración de ninguna clase.

O el de la p. 231:

La creencia en la causalidad no es sino una típica hipóstasis metafísica de una regla metodológica perfectamente justificada, a saber, la decisión del científico de no abandonar jamás su búsqueda de leyes[1]. La creencia metafísica en la causalidad, en sus varias manifestaciones, parece ser más fértil que ninguna metafísica indeterminista de la índole defendida por Heisenberg; y --en realidad-- podemos percatarnos de que los comentarios de este autor han tenido un efecto paralizador en la investigación: es fácil no caer en la cuenta de relaciones que no habría que buscar muy lejos si se repite incesantemente que la indagación de las mismas «carece de sentido».

Treinta años después Karl Popper diría, muy suelto de cuerpo, que "primero y ante todo, soy un indeterminista" (cap. 8, secc. II de Conjeturas refutaciones, publicado en 1963). Debe de haber habido un periodo de transición muy caviloso y molesto entre tan dispares posiciones. Imagino que le habrá sucedido a Popper algo similar a lo que aconteciera con Inmanuel Kant y con otros epistemólogos devenido moralistas, a saber, el sentirse incómodos, en el terreno de la ética, levantando las banderas del determinismo que tan convenientes resultan a la hora de filosofar sobre la ciencia. Este jugar a dos puntas desmerece notablemente --al menos a mis ojos-- la reputación intelectual del pensador de Königsberg; y respecto de Popper, le hace proferir sentencias tan acomodaticias como la siguiente: "Aunque creo que debemos ser indeterministas metafísicos, deberíamos buscar, sin embargo, leyes deterministas o causales" (La responsabilidad de vivir, cap. 2 secc. XIV). Pero la cuestión de si el libre albedrío se opone o no a la legalidad universal no es algo que nos deba preocupar en este momento. Estoy tratando de salvar a Popper de la contradicción que le achaqué allá en la p.  [1190] de estos escritos, y creo que lo he logrado: su azarismo genético es muy posterior a su ideal determinista[2].
Y respecto del azar genético, ¿estaba Popper convencido de la veracidad de tal presupuesto neodarwinista? Creo que sí; porque incluso cuando sostiene que las mutaciones "pueden interpretarse como gambitos de ensayo y error más o menos accidentales" (Conocimiento objetivo, p. 124 --el subrayado es mío), ese "más o menos" de ningún modo transige con algún tipo de ortogénesis o teleología, como bien lo aclara Popper en la p. 227 de ibíd.:

El método de ensayo y supresión de errores no opera mediante ensayos totalmente azarosos o aleatorios (como se ha sugerido alguna vez), aunque dichos ensayos puedan parecer plenamente aleatorios; debe haber al menos una «secuela» [after-effects] [...]. La razón de ello es que el organismo aprende constantemente de sus errores; esto es, establece controles que suprimen, eliminan o, al menos, reduce la frecuencia de ciertos ensayos posibles (que tal vez fuesen actuales en una etapa pasada de su evolución).

  Aquí se alude a la conducta de los individuos como tales, no a la de su génesis, pero igual viene al caso la cita,pues para Popper los genes también utilizan el sistema de ensayo y error a la hora de multiplicarse inmutar pasajes más explícitos de obras posteriores ("... en acusado contraste con el ciego azar de mutaciones y recombinaciones genéticas...", cap. 1, secc. III de El mito del marco común; " las mutaciones son cuestiones de puro azar", cap. 1, secc. IV de  En busca de un mundo mejor ) terminarán por convencer a todo el mundo de que a Popper el azar lo fascinaba[3].



[1] Einstein argumentaba, en contra de los indeterministas cuánticos que lo asediaban, que si tuviese que abandonar su convicción acerca de la estricta causalidad que rige todos los sucesos "preferiría ser zapatero, incluso ser empleado en un garito, antes que ser físico" (citado por Ilya Prigogine en El fin de las certidumbres, p. 209).
[2] Convertido ya en un auténtico indeterminista, afirmaba Popper cosas tales como ésta: "Apenas es posible (si es que lo es en absoluto) que la ciencia alcance un estadio en el que pueda suministrar un apoyo genuino al punto de vista de que el mundo físico es determinista. ¿Por qué no aceptar, entonces, el veredicto del sentido común --al menos hasta que estos argumentos hayan sido refutados?" (Búsqueda sin término, p. 176). El veredicto del sentido común, amigo Popper, lo aceptan los hombres comunes; los intelectuales aceptan sólo el veredicto del sentido intelectivo, el cual sugiere que nunca algo puede proceder de la nada y que no existe ni existirá suceso alguno totalmente desprovisto de causas que le den origen.
[3] Pero no el azar "puro", no el azar metafísico que se opone antitéticamente al determinismo metafísico, sino una opción intermedia entre ambas posturas radicalizadas. Esto lo explica largamente Popper en el capítulo 6, sección X y siguientes de Conocimiento objetivo. Trataré de resumir su posición a los efectos de que los indeterministas que me lean sepan que si bien considero estas especulaciones como algo bastante similar a un cuento chino, no por eso dejé de perder mi tiempo intentando asimilármelas:

... Hemos de ser indeterministas, aunque intentaré mostrar que el indeterminismo no basta.
[...] Si el determinismo es verdadero, entonces el mundo en su conjunto es un reloj impecable que funciona con toda exactitud [...]. por otro lado, si es verdadero el indeterminismo [...], entonces el puro azar desempeña un papel fundamental en nuestro mundo físico. Ahora bien, ¿acaso el azar es realmente más satisfactorio que el determinismo?
[...] decir que las marcas negras que he hecho sobre un papel blanco para preparar esta conferencia no eran sino el resultado del azar, no es más satisfactorio que afirmar su predeterminación física. De hecho, es aún menos satisfactorio. [...] es difícil que alguien crea que lo que les estoy leyendo sea sencillamente un resultado del azar; es decir, una muestra aleatoria de palabras o tal vez letras, unidas sin ningún propósito, deliberación, plan o intención.
La idea de que la única alternativa al determinismo es el puro azar [es] de Hume, quien decía que "la supresión" de lo que él llamaba "necesidad física" debe dar siempre como resultado" lo mismo que el azar. Como los objetos deben o no hallarse enlazados... es imposible admitir un término medio entre el azar y la necesidad absoluta" (Tratado de la naturaleza humana,  parte III, secc. XIV).
[...] dicha doctrina parece aplicarse correctamente a los modelos de la teoría cuántica pensados para explicar, o al menos ilustrar, la posibilidad de la libertad humana. Parece ser esta la razón por la cual estos modelos son tan insatisfactorios.
[Arthur Holly] Compton construyó un modelo de este tipo [...]. Utilizaba la indeterminación cuántica y el carácter impredecible de los altos cuánticos como modelo de decisión humana importante. [...] Pero en mi opinión, el modelo no se parece en nada a una decisión racional, sino que se asemeja más bien al tipo de decisión que toman las personas cuando, al no poder de liberar, optan por decir: "echémoslo a cara o cruz". [...]
Quizá se pueda decir que algunas de nuestras decisiones son como tirar una moneda: son decisiones precipitadas tomadas sin deliberar, puesto que a veces no disponemos de tiempo suficiente para ello. [...]
Admito  que el modelo del salto cuántico pueda servir para esas decisiones precipitadas. Incluso admitió la posibilidad de que de hecho, cuando tomamos una decisión precipitada, tenga lugar en nuestro cerebro algo similar a la amplificación de un salto cuántico. Ahora bien, ¿son en realidad tan importantes las decisiones precipitadas? ¿Son características del comportamiento humano, del comportamiento humano racional?
No lo creo, ni pienso que vayamos a progresar mucho con los altos cuánticos. Son precisamente esta clase de ejemplos los que parecen apoyar la tesis de Hume [...] de que el azar puro es la única alternativa al determinismo estricto. Lo que necesitamos para comprender el comportamiento humano racional --así como el animal-- es algo que posee un carácter intermedio entre el azar perfecto y el determinismo perfecto [...].
La tesis ontológica de Hume [...], según la cual no puede haber nada entrelazar y el determinismo, no sólo me parece dogmática (por no decir doctrinaria), sino también, claramente absurda; sólo se entiende si suponemos que creía en un determinismo completo en el que el azar no desempeñaba ninguna función, excepto la de ser síntoma de nuestra ignorancia. [...]
[...] Como es obvio, lo que queremos es comprender de qué modo las cosas no físicas, como los propósitos, deliberaciones [...] y valores pueden tomar parte en la introducción de cambios físicos en el mundo, como es obvio que lo hacen, mal que les pese a Hume y Laplace. Es evidentemente falso que todos esos tremendos cambios físicos que producen continuamente nuestras plumas, lápices o excavadoras se pueden explicar en términos exclusivamente físicos, sea mediante una teoría física determinista, sea mediante una teoría estocástica (según la cual se deberían al azar).
[...] Está claro que hemos de ser indeterministas, pero hemos de intentar comprender también de qué modo los hombres y quizá los animales son susceptibles de verse "influidos" o "controlados" por cosas tales como cines, propósitos, reglas o acuerdos.
Este, pues, es nuestro problema central.
[...] ¿Cómo es posible que los estados mentales [...] influyan o controlen los movimientos físicos de nuestras piernas? O, también [...], ¿cómo es posible que los estados físicos del organismo puedan influir sobre sus estados mentales?
[...] la solución ha de explicar la libertad, así como de qué manera la libertad no se reduce al azar, sino que es más bien el resultado de una sutil interrelación entre algo casi aleatorio o fortuito y algo así como un control selectivo o restrictivo --como puede ser un fin o una norma--, aunque no se trate de un control férreo. [...]

martes, 1 de octubre de 2013

Algo sobre Karl Popper (primera parte)

Voy a detenerme un momento en algunos conceptos vertidos por Karl Popper, tratando de fijar lo más que pueda su postura respecto de tres asuntos que me interesan particularmente y procurando corregir alguna toma de posición que a él atribuí en algunos de mis escritos y que no es exactamente la que Popper habría preferido que pasase a la posteridad bajo su firma. Empezaré por desnudar la opinión de Popper acerca del sistema darwinista.
Yo afirmé que Popper consideraba que la teoría de Darwin no es una teoría científica debido al hecho de que no es susceptible de refutación. Esto es correcto: Popper no creía que el darwinismo estuviese al mismo nivel, por ejemplo, que la teoría de la relatividad general enunciada por Einstein. Sin embargo, con esta postura Popper no buscaba zaherir a los darwinistas, sino todo lo contrario; he ahí el error de interpretación que me llevó a maltratar impunemente la figura de este gran pensador sin tener cabal noción de su magna contribución en favor del esclarecimiento del proceso evolutivo.
"Nosotros --afirma Popper desde la sección 23 de El yo y su cerebro-- tenemos necesidad del darwinismo como única explicación conocida de la emergencia de la conducta orientada a un fin en un mundo puramente material o físico". ¿Cómo es esto?, se preguntará el lector: primero le niega carácter científico... ¡y ahora dice que tiene "necesidad" del darwinismo! Es así, y es así porque Popper, cuando dice que el darwinismo no está en el mismo nivel que la teoría de la relatividad, no dice que esté por debajo, sino por encima de ella. Científicamente hablando, hay más mérito en Einstein que en Darwin, pero Darwin es superior a Einstein... metafísicamente. "El darwinismo (p. 227 de Búsqueda sin término) no es una teoría científica contrastable, sino un programa metafísico de investigación --un posible marco conceptual para teorías científicas contrastables"; y este programa metafísico, aunque "tal vez pueda ser ligeramente mejorado", "sin duda es el mejor de que podemos disponer al presente" (ibíd., p. 202). Popper, a pesar de tener varios puntos de contacto con el pensamiento filosófico de su amigo Carnap, no renegaba, como éste, de toda idea metafísica (es decir, de toda idea incontrastable por medios empíricos); antes bien valoraba estas ideas en mayor medida que las científicas, porque de ellas, de las ideas metafísicas --siempre que sean verdaderas, desde luego--, suelen desgajarse, según Popper, buena parte de las teorías que luego se incorporan al acervo de la ciencia3.
Cito a Darwin:

Mi teoría se vendrá a tierra, o subsistirá, según que esté en condiciones de agrupar y de explicar los fenómenos. Es asombroso cuán pocos hay que la juzguen de esta manera, la única verdadera (citado por Harald Höffding en Historia de la filosofía moderna, tomo II, libro IX, sec. C,1b).

La pregunta es: ¿Popper la juzgaba de esta manera? Yo pensaba que no, que por el hecho de no ser una teoría científica la desdeñaba olímpicamente; pero me equivoqué de cabo a rabo, porque si bien le negaba estatus científico, de ningún modo le negaba estatus racional, y

toda teoría racional, sea científica o metafísica, es racional en la medida en que trata de resolver ciertos problemas. Una teoría es comprensible y razonable sólo en relación con un conjunto de problemas dados y sólo puede ser discutida racionalmente mediante la discusión de esta relación.
Pero si consideramos una teoría como una solución propuesta para un conjunto de problemas, entonces la teoría se presta inmediatamente a la discusión crítica, aunque no sea empírica ni refutable. Pues en tal caso podemos plantear cuestiones tales como: ¿resuelve el problema?, ¿lo resuelve mejor que otras teorías?, ¿ha desplazado, simplemente, el problema?, ¿es simple la solución?, ¿es fecunda?, ¿contradice otras teorías metafísicas que son necesarias para resolver otros problemas?
Las preguntas de este tipo muestran que es posible una discusión crítica hasta de teorías irrefutables (Conjeturas y refutaciones, cap. 8, sec. 2).

Vemos así que el modo de juzgar la teoría darwinista era similar en ambos pensadores.

Ya quedó claro que Popper sí valoraba la teoría de Darwin4, pero ¿qué significaba para Popper esta teoría? Tal vez debí empezar por esto y no por aquello, pero así están las cosas ahora, y no tengo intenciones de modificarlas.

Lo que llamamos hipótesis evolucionista es una explicación de un tropel de observaciones biológicas y paleontológicas [...] por la suposición de una ascendencia común consistente en formas relacionadas con las actuales (La miseria del historicismo, p. 132).

Esta definición desdeñosa es rematada en la p. 133, en donde aduce que la mentada hipótesis

no es una ley universal, aunque algunas leyes universales de la naturaleza, como las leyes de la herencia, la segregación y la mutación, entren junto con esa hipótesis en la explicación. Tiene más bien el carácter de una proposición histórica particular (singular o específica). (Es de la misma naturaleza que la proposición histórica: «Charles Darwin y Francis Galton tenían un abuelo común».)

Esto fue redactado cuando Popper tenía treinta y pico de años, y resulta evidente, como el mismo Popper lo admite (ver una de las notas al pie de la p. 132), que en esos tiempos el evolucionismo, emocionalmente hablando, no le movía un pelo. Nada de "programa metafísico de investigación": lo que Darwin había descubierto era una mera tendencia histórica, o sea, algo de dudoso valor, pues

una tendencia [...] que ha persistido durante cientos o incluso miles de años puede cambiar en el curso de una década o más rápidamente.
Es importante destacar que leyes y tendencias son cosas radicalmente diferentes. Es casi indudable que la costumbre de confundir leyes y tendencias, junto con la observación intuitiva de tendencias [...], fue lo que inspiró la doctrina central del evolucionismo --la doctrina de las leyes inexorables de la evolución biológica (ibíd., p. 143).

Todo esto viene a cuento como una especie de atenuante de mis indoctas torpezas: ahora sabemos que hubo ciertamente una época en la que a Popper no le agradaba demasiado el darwinismo5.
Treinta años después, la paciencia de Popper para con Darwin aumentaría notablemente, lo que queda bien certificado leyendo en las pp. 229-30 de Búsqueda sin término (1974) la prolija enumeración de las "suposiciones o conjeturas" en las que se basa, según Popper, la hipótesis darwinista, o mejor, la neo-darwinista, de la cual es responsable el señor Julian Huxley junto con todos sus partidarios. Transcribir todas estas conjeturas-bases de la ortodoxia evolucionista sería extenderme demasiado en este punto, aunque habría estado dispuesto a ello de no ser porque el mismo Popper se encargó, en un libro posterior, de resumirlas mediante una única y simple proposición:

Los individuos que están mejor adaptados tienen una probabilidad mayor de tener descendencia (La responsabilidad de vivir, p. 111).

Esta frase no contempla la totalidad de los diversos aspectos de la teoría evolucionista, pero como frase de batalla es mucho más apropiada que la tautología spenceriana de "la supervivencia del más apto" o la metáfora de "la lucha por la existencia". Y con esto termino de revisar a Popper en lo que hace a sus ideas evolucionistas.



3  Yo no creo que Popper admitiera públicamente que le interesaban más las ideas metafísicas que las teorías científicas ("La irrefutabilidad no es una virtud, sino un vicio" --Teoría cuántica y el cisma en física, sec. 27); sin embargo, esa era la realidad. Si no, ¿por qué poner tanto empeño en propagandear el indeterminismo, el realismo, el interaccionismo mente-cerebro, etc., ideas todas ellas harto incontrastables?
4   Para quien aún lo ponga en duda, ahí va lo siguiente: "... esta teoría es inestimable. No alcanzo a ver cómo sin ella podría haber aumentado nuestro conocimiento del modo en que lo ha hecho desde Darwin. Al tratar de explicar experimentos con bacterias que lograron adaptarse, por ejemplo, a la penicilina, resulta bastante claro que la teoría de la selección natural nos sirve de gran ayuda. Y aunque sea metafísica, arroja un caudal de luz sobre investigaciones muy concretas y muy prácticas. Nos permite estudiar la adaptación a un nuevo ambiente (tal como un ambiente impregnado de penicilina) de una manera racional: pues sugiere la existencia de un mecanismo de adaptación, y nos permite incluso estudiar con detalle el mecanismo puesto en juego. Y hasta ahora es la única teoría que puede hacer todo esto" (Búsqueda sin término, pp. 231-2).
5 "Cuando era más joven acostumbraba hablar muy despreciativamente de las filosofías evolucionistas. Cuando hace veintidós años [...] Raven dijo [...] que la controversia darwinista había sido «una tormenta en una taza de té victoriana» me mostré de acuerdo [...]. Mas he de confesar que esa taza de té se ha convertido, después de todo, en mi taza de té y con ella he de comerme mi humilde pastel" (Conocimiento objetivo, cap. 6, sec. XVIII; corresponde a una conferencia pronunciada en 1965). También se aprecia este cambio de parecer en la entrevista que John Horgan le realizara en 1992: al recordarle que alguna vez había dicho que la teoría de la selección natural era tautológica y, por ende, seudocientífica, respondió Popper: "Eso fue tal vez demasiado decir. Yo no soy dogmático respecto de mis propias opiniones" (cap. 2 de El fin de la ciencia de John Horgan). Parece que Karl Popper comenzó a interesarse por la teoría de la evolución de Charles Darwin a partir de 1960.