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lunes, 14 de octubre de 2013

Algo sobre Karl Popper ( tercera y última parte)

Voy a terminar esta revisión corrigiendo la postura popperiana respecto de nuestro conocimiento de las leyes naturales.
Yo le atribuí a Popper, desde una nota al pie de la p. XXX [p. 923 del manuscrito] de este diario, la idea de que si bien nunca podremos estar seguros de que tal o cual ley de la naturaleza es cien por ciento verdadera, podría suceder que, aunque no lo sepamos, de hecho lo sea. Esta es la posición que adopta en su Conocimiento objetivo, que data de 1972, y que venía sosteniendo desde mucho antes, según se desprende del siguiente pasaje tomado del apéndice X de La lógica del investigación científica, apéndice añadido a esta obra en 1958:

No podemos nunca saber si una supuesta ley de la Naturaleza lo es auténticamente, o si parece serlo pero depende, en realidad, de ciertas condiciones iniciales peculiares existentes en nuestra zona del universo. Por lo tanto, no llegaremos jamás a averiguar si un enunciado dado no lógico es de hecho naturalmente necesario: la conjetura de que lo es no deja jamás de serlo.

La conjetura nunca dejará de ser conjetura, pero el enunciado mismo, objetivamente, podría corresponder a una ley exacta de la naturaleza; eso es lo que afirmaba Popper. Pues bien: Popper cambió de parecer. En una nota al pie de la p. 176 de su Búsqueda sin término escrita en 1974, nos comenta:

Puede que el conjunto de enunciados teoréticos verdaderos de la física no sea (finitamente) axiomatizable; a la luz del teorema de Gödel, es casi cierto que no lo es.

  Y retrocediendo una página en esa misma obra encontramos esta declaración:

Incluso si un día alcanzásemos un estadio en el que nuestras teorías ya no estuviesen abiertas a corrección, porque fuesen simplemente verdaderas, todavía no serían completas --y nosotros lo sabríamos. Porque entraría en juego el famoso teorema de incompletitud de Gödel: teniendo en cuenta el trasfondo matemático de la física, se necesitaría, en el mejor de los casos, una secuencia infinita de tales teorías verdaderas para responder a los problemas que en cualquier teoría (formalizada) serían indecibles.

 El profesor Imre Lakatos había criticado, a comienzos de la década del 60, la primera de las posturas descritas:

No me gustó el hincapié que ha hecho Popper recientemente en la posibilidad de que pudiéramos, sin saberlo, encontrar la verdad última. Tenía prejuicios contra esta tesis jenofóntica porque contradice algunas de mis más estimadas ideas aprendidas del marxismo (y no veo por qué debiera abandonarlas). Engels escribe que "aquel conocimiento que encierra una pretensión incondicional de verdad se plasma en un número de errores relativos; ni la verdad absoluta del conocimiento ni la soberanía del pensamiento pueden realizarse plenamente a no ser en la eternidad sin fin de la existencia humana [...]"[1]. Así pues, como afirma Engels de un modo explícito, la verdad última sólo puede alcanzarse "desde un punto de vista práctico, por la sucesión sin fin de las generaciones humanas". O, para citar a Lenin: podemos "acercarnos más y más a la verdad objetiva (sin alcanzarla nunca)"[2]. Ahora Popper dice que aquí y allá, aunque sin saberlo, podemos alcanzarla. Pienso que esto constituye un defecto en su falibilismo, y por eso he intentado corregirlo [...] con mi doctrina de las sentencias infinitas contenidas en el proyecto divino del Universo. Según tal doctrina, no puede haber enunciados humanos que expresen la ley natural. Pienso que se trata de un rasgo antropomórfico insatisfactorio, [...] el que [Popper] desee encontrar enunciados naturalmente necesarios entre los enunciados del lenguaje humano.
[...] En mi sistema no pueden existir enunciados naturalmente necesarios de longitud finita; además, todos los enunciados universales [de longitud finita], ya sean supuestamente necesarios o accidentales, no son más que enunciados falsos (Matemáticas, ciencia y epistemología, cap. 7, secc. 2).

Parece que Popper aceptó esta crítica, entendió (sobre todo a la luz del teorema de incompletitud de Gödel) que era válida, y terminó --como yo mismo lo hice--  pasándose al bando de Lakatos[3].



[1] Friedrich Engels: Anti-Dühring (1894).
[2] Vladimir Lenin: Materialismo y empirio-criticismo (1908).
[3] (Nota añadida el 22/5/3.) Y sin embargo, el nonagenario Popper habría retomado, en sus últimos días, su primera creencia. Esto se desprende de la entrevista que le realizara John Horgan en 1992. "En efecto [dice Horgan refiriéndose a Popper], no le cabía «la menor duda» de que algunas teorías científicas al uso eran absolutamente verdaderas (aunque se negó a decir cuáles en concreto)" (John Horgan, El fin de la ciencia, cap. 2).

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