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martes, 1 de octubre de 2013

Algo sobre Karl Popper (primera parte)

Voy a detenerme un momento en algunos conceptos vertidos por Karl Popper, tratando de fijar lo más que pueda su postura respecto de tres asuntos que me interesan particularmente y procurando corregir alguna toma de posición que a él atribuí en algunos de mis escritos y que no es exactamente la que Popper habría preferido que pasase a la posteridad bajo su firma. Empezaré por desnudar la opinión de Popper acerca del sistema darwinista.
Yo afirmé que Popper consideraba que la teoría de Darwin no es una teoría científica debido al hecho de que no es susceptible de refutación. Esto es correcto: Popper no creía que el darwinismo estuviese al mismo nivel, por ejemplo, que la teoría de la relatividad general enunciada por Einstein. Sin embargo, con esta postura Popper no buscaba zaherir a los darwinistas, sino todo lo contrario; he ahí el error de interpretación que me llevó a maltratar impunemente la figura de este gran pensador sin tener cabal noción de su magna contribución en favor del esclarecimiento del proceso evolutivo.
"Nosotros --afirma Popper desde la sección 23 de El yo y su cerebro-- tenemos necesidad del darwinismo como única explicación conocida de la emergencia de la conducta orientada a un fin en un mundo puramente material o físico". ¿Cómo es esto?, se preguntará el lector: primero le niega carácter científico... ¡y ahora dice que tiene "necesidad" del darwinismo! Es así, y es así porque Popper, cuando dice que el darwinismo no está en el mismo nivel que la teoría de la relatividad, no dice que esté por debajo, sino por encima de ella. Científicamente hablando, hay más mérito en Einstein que en Darwin, pero Darwin es superior a Einstein... metafísicamente. "El darwinismo (p. 227 de Búsqueda sin término) no es una teoría científica contrastable, sino un programa metafísico de investigación --un posible marco conceptual para teorías científicas contrastables"; y este programa metafísico, aunque "tal vez pueda ser ligeramente mejorado", "sin duda es el mejor de que podemos disponer al presente" (ibíd., p. 202). Popper, a pesar de tener varios puntos de contacto con el pensamiento filosófico de su amigo Carnap, no renegaba, como éste, de toda idea metafísica (es decir, de toda idea incontrastable por medios empíricos); antes bien valoraba estas ideas en mayor medida que las científicas, porque de ellas, de las ideas metafísicas --siempre que sean verdaderas, desde luego--, suelen desgajarse, según Popper, buena parte de las teorías que luego se incorporan al acervo de la ciencia3.
Cito a Darwin:

Mi teoría se vendrá a tierra, o subsistirá, según que esté en condiciones de agrupar y de explicar los fenómenos. Es asombroso cuán pocos hay que la juzguen de esta manera, la única verdadera (citado por Harald Höffding en Historia de la filosofía moderna, tomo II, libro IX, sec. C,1b).

La pregunta es: ¿Popper la juzgaba de esta manera? Yo pensaba que no, que por el hecho de no ser una teoría científica la desdeñaba olímpicamente; pero me equivoqué de cabo a rabo, porque si bien le negaba estatus científico, de ningún modo le negaba estatus racional, y

toda teoría racional, sea científica o metafísica, es racional en la medida en que trata de resolver ciertos problemas. Una teoría es comprensible y razonable sólo en relación con un conjunto de problemas dados y sólo puede ser discutida racionalmente mediante la discusión de esta relación.
Pero si consideramos una teoría como una solución propuesta para un conjunto de problemas, entonces la teoría se presta inmediatamente a la discusión crítica, aunque no sea empírica ni refutable. Pues en tal caso podemos plantear cuestiones tales como: ¿resuelve el problema?, ¿lo resuelve mejor que otras teorías?, ¿ha desplazado, simplemente, el problema?, ¿es simple la solución?, ¿es fecunda?, ¿contradice otras teorías metafísicas que son necesarias para resolver otros problemas?
Las preguntas de este tipo muestran que es posible una discusión crítica hasta de teorías irrefutables (Conjeturas y refutaciones, cap. 8, sec. 2).

Vemos así que el modo de juzgar la teoría darwinista era similar en ambos pensadores.

Ya quedó claro que Popper sí valoraba la teoría de Darwin4, pero ¿qué significaba para Popper esta teoría? Tal vez debí empezar por esto y no por aquello, pero así están las cosas ahora, y no tengo intenciones de modificarlas.

Lo que llamamos hipótesis evolucionista es una explicación de un tropel de observaciones biológicas y paleontológicas [...] por la suposición de una ascendencia común consistente en formas relacionadas con las actuales (La miseria del historicismo, p. 132).

Esta definición desdeñosa es rematada en la p. 133, en donde aduce que la mentada hipótesis

no es una ley universal, aunque algunas leyes universales de la naturaleza, como las leyes de la herencia, la segregación y la mutación, entren junto con esa hipótesis en la explicación. Tiene más bien el carácter de una proposición histórica particular (singular o específica). (Es de la misma naturaleza que la proposición histórica: «Charles Darwin y Francis Galton tenían un abuelo común».)

Esto fue redactado cuando Popper tenía treinta y pico de años, y resulta evidente, como el mismo Popper lo admite (ver una de las notas al pie de la p. 132), que en esos tiempos el evolucionismo, emocionalmente hablando, no le movía un pelo. Nada de "programa metafísico de investigación": lo que Darwin había descubierto era una mera tendencia histórica, o sea, algo de dudoso valor, pues

una tendencia [...] que ha persistido durante cientos o incluso miles de años puede cambiar en el curso de una década o más rápidamente.
Es importante destacar que leyes y tendencias son cosas radicalmente diferentes. Es casi indudable que la costumbre de confundir leyes y tendencias, junto con la observación intuitiva de tendencias [...], fue lo que inspiró la doctrina central del evolucionismo --la doctrina de las leyes inexorables de la evolución biológica (ibíd., p. 143).

Todo esto viene a cuento como una especie de atenuante de mis indoctas torpezas: ahora sabemos que hubo ciertamente una época en la que a Popper no le agradaba demasiado el darwinismo5.
Treinta años después, la paciencia de Popper para con Darwin aumentaría notablemente, lo que queda bien certificado leyendo en las pp. 229-30 de Búsqueda sin término (1974) la prolija enumeración de las "suposiciones o conjeturas" en las que se basa, según Popper, la hipótesis darwinista, o mejor, la neo-darwinista, de la cual es responsable el señor Julian Huxley junto con todos sus partidarios. Transcribir todas estas conjeturas-bases de la ortodoxia evolucionista sería extenderme demasiado en este punto, aunque habría estado dispuesto a ello de no ser porque el mismo Popper se encargó, en un libro posterior, de resumirlas mediante una única y simple proposición:

Los individuos que están mejor adaptados tienen una probabilidad mayor de tener descendencia (La responsabilidad de vivir, p. 111).

Esta frase no contempla la totalidad de los diversos aspectos de la teoría evolucionista, pero como frase de batalla es mucho más apropiada que la tautología spenceriana de "la supervivencia del más apto" o la metáfora de "la lucha por la existencia". Y con esto termino de revisar a Popper en lo que hace a sus ideas evolucionistas.



3  Yo no creo que Popper admitiera públicamente que le interesaban más las ideas metafísicas que las teorías científicas ("La irrefutabilidad no es una virtud, sino un vicio" --Teoría cuántica y el cisma en física, sec. 27); sin embargo, esa era la realidad. Si no, ¿por qué poner tanto empeño en propagandear el indeterminismo, el realismo, el interaccionismo mente-cerebro, etc., ideas todas ellas harto incontrastables?
4   Para quien aún lo ponga en duda, ahí va lo siguiente: "... esta teoría es inestimable. No alcanzo a ver cómo sin ella podría haber aumentado nuestro conocimiento del modo en que lo ha hecho desde Darwin. Al tratar de explicar experimentos con bacterias que lograron adaptarse, por ejemplo, a la penicilina, resulta bastante claro que la teoría de la selección natural nos sirve de gran ayuda. Y aunque sea metafísica, arroja un caudal de luz sobre investigaciones muy concretas y muy prácticas. Nos permite estudiar la adaptación a un nuevo ambiente (tal como un ambiente impregnado de penicilina) de una manera racional: pues sugiere la existencia de un mecanismo de adaptación, y nos permite incluso estudiar con detalle el mecanismo puesto en juego. Y hasta ahora es la única teoría que puede hacer todo esto" (Búsqueda sin término, pp. 231-2).
5 "Cuando era más joven acostumbraba hablar muy despreciativamente de las filosofías evolucionistas. Cuando hace veintidós años [...] Raven dijo [...] que la controversia darwinista había sido «una tormenta en una taza de té victoriana» me mostré de acuerdo [...]. Mas he de confesar que esa taza de té se ha convertido, después de todo, en mi taza de té y con ella he de comerme mi humilde pastel" (Conocimiento objetivo, cap. 6, sec. XVIII; corresponde a una conferencia pronunciada en 1965). También se aprecia este cambio de parecer en la entrevista que John Horgan le realizara en 1992: al recordarle que alguna vez había dicho que la teoría de la selección natural era tautológica y, por ende, seudocientífica, respondió Popper: "Eso fue tal vez demasiado decir. Yo no soy dogmático respecto de mis propias opiniones" (cap. 2 de El fin de la ciencia de John Horgan). Parece que Karl Popper comenzó a interesarse por la teoría de la evolución de Charles Darwin a partir de 1960.

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