Voy a detenerme un momento en algunos conceptos vertidos por Karl Popper, tratando de fijar lo más que pueda su postura
respecto de tres asuntos que me interesan particularmente y procurando corregir
alguna toma de posición que a él atribuí en algunos de mis escritos y que no es
exactamente la que Popper habría preferido que pasase a la posteridad bajo su
firma. Empezaré por desnudar la opinión de Popper acerca del sistema darwinista.
Yo afirmé que Popper consideraba que la teoría de Darwin no es una teoría científica debido al hecho de que
no es susceptible de refutación. Esto es correcto: Popper no creía que el
darwinismo estuviese al mismo nivel, por ejemplo, que la teoría de la
relatividad general enunciada por Einstein. Sin embargo, con esta postura Popper no buscaba
zaherir a los darwinistas, sino todo lo contrario; he ahí el error de
interpretación que me llevó a maltratar impunemente la figura de este gran
pensador sin tener cabal noción de su magna contribución en favor del
esclarecimiento del proceso evolutivo.
"Nosotros --afirma Popper desde la sección 23 de El yo y su cerebro--
tenemos necesidad del darwinismo como única explicación conocida de la
emergencia de la conducta orientada a un fin en un mundo puramente material o
físico". ¿Cómo es esto?, se preguntará el lector: primero le niega
carácter científico... ¡y ahora dice que tiene "necesidad" del
darwinismo! Es así, y es así porque Popper, cuando dice que el darwinismo no
está en el mismo nivel que la teoría de la relatividad, no dice que esté por
debajo, sino por encima de ella. Científicamente hablando, hay más mérito en
Einstein que en Darwin, pero Darwin es superior a Einstein...
metafísicamente. "El darwinismo (p. 227 de Búsqueda sin término) no
es una teoría científica contrastable, sino un programa metafísico de
investigación --un posible marco conceptual para teorías científicas
contrastables"; y este programa metafísico, aunque "tal vez pueda ser
ligeramente mejorado", "sin duda es el mejor de que podemos disponer
al presente" (ibíd., p. 202). Popper, a pesar de tener varios
puntos de contacto con el pensamiento filosófico de su amigo Carnap, no renegaba, como éste, de toda idea metafísica (es
decir, de toda idea incontrastable por medios empíricos); antes bien valoraba
estas ideas en mayor medida que las científicas, porque de ellas, de las ideas
metafísicas --siempre que sean verdaderas, desde luego--, suelen desgajarse,
según Popper, buena parte de las teorías que luego se incorporan al acervo de
la ciencia3.
Cito a Darwin:
Mi teoría se vendrá a
tierra, o subsistirá, según que esté en condiciones de agrupar y de explicar
los fenómenos. Es asombroso cuán pocos hay que la juzguen de esta manera, la
única verdadera (citado por Harald Höffding en Historia de la filosofía moderna, tomo II,
libro IX, sec. C,1b).
La pregunta es:
¿Popper la juzgaba de esta manera? Yo pensaba que no, que
por el hecho de no ser una teoría científica la desdeñaba olímpicamente; pero
me equivoqué de cabo a rabo, porque si bien le negaba estatus científico, de
ningún modo le negaba estatus racional, y
toda teoría racional,
sea científica o metafísica, es racional en la medida en que trata de
resolver ciertos problemas. Una teoría es comprensible y razonable sólo en
relación con un conjunto de problemas dados y sólo puede ser discutida
racionalmente mediante la discusión de esta relación.
Pero
si consideramos una teoría como una solución propuesta para un conjunto de
problemas, entonces la teoría se presta inmediatamente a la discusión crítica,
aunque no sea empírica ni refutable. Pues en tal caso podemos plantear
cuestiones tales como: ¿resuelve el problema?, ¿lo resuelve mejor que otras
teorías?, ¿ha desplazado, simplemente, el problema?, ¿es simple la solución?,
¿es fecunda?, ¿contradice otras teorías metafísicas que son necesarias para
resolver otros problemas?
Las
preguntas de este tipo muestran que es posible una discusión crítica hasta de
teorías irrefutables (Conjeturas y
refutaciones, cap. 8, sec. 2).
Vemos así que el modo
de juzgar la teoría darwinista era similar en ambos pensadores.
Ya quedó claro que Popper sí valoraba la teoría de Darwin4,
pero ¿qué significaba para Popper esta teoría? Tal vez debí empezar por esto y
no por aquello, pero así están las cosas ahora, y no tengo intenciones de
modificarlas.
Lo que llamamos hipótesis
evolucionista es una explicación de un tropel de observaciones biológicas y
paleontológicas [...] por la suposición de una ascendencia común consistente en
formas relacionadas con las actuales (La
miseria del historicismo, p. 132).
Esta definición
desdeñosa es rematada en la p. 133, en donde aduce que la mentada hipótesis
no es una ley universal,
aunque algunas leyes universales de la naturaleza, como las leyes de la
herencia, la segregación y la mutación, entren junto con esa hipótesis en la
explicación. Tiene más bien el carácter de una proposición histórica particular
(singular o específica). (Es de la misma naturaleza que la proposición
histórica: «Charles Darwin y Francis Galton tenían un
abuelo común».)
Esto fue redactado
cuando Popper tenía treinta y pico de años, y resulta evidente,
como el mismo Popper lo admite (ver una de las notas al pie de la p. 132), que
en esos tiempos el evolucionismo, emocionalmente hablando, no le movía un pelo.
Nada de "programa metafísico de investigación": lo que Darwin había descubierto era una mera tendencia histórica,
o sea, algo de dudoso valor, pues
una tendencia [...] que ha
persistido durante cientos o incluso miles de años puede cambiar en el curso de
una década o más rápidamente.
Es
importante destacar que leyes y tendencias son cosas radicalmente
diferentes. Es casi indudable que la costumbre de confundir leyes y
tendencias, junto con la observación intuitiva de tendencias [...], fue lo que
inspiró la doctrina central del evolucionismo --la doctrina de las leyes
inexorables de la evolución biológica (ibíd.,
p. 143).
Todo esto viene a
cuento como una especie de atenuante de mis indoctas torpezas: ahora sabemos
que hubo ciertamente una época en la que a Popper no le agradaba demasiado el darwinismo5.
Treinta años después, la paciencia de Popper para con Darwin aumentaría notablemente, lo que queda bien certificado
leyendo en las pp. 229-30 de Búsqueda sin término (1974) la prolija
enumeración de las "suposiciones o conjeturas" en las que se basa,
según Popper, la hipótesis darwinista, o mejor, la neo-darwinista, de la cual
es responsable el señor Julian Huxley junto con todos sus partidarios. Transcribir todas
estas conjeturas-bases de la ortodoxia evolucionista sería extenderme demasiado
en este punto, aunque habría estado dispuesto a ello de no ser porque el mismo
Popper se encargó, en un libro posterior, de resumirlas mediante una única y
simple proposición:
Los individuos que
están mejor adaptados tienen una probabilidad mayor de tener descendencia (La responsabilidad de vivir, p. 111).
Esta frase no
contempla la totalidad de los diversos aspectos de la teoría evolucionista,
pero como frase de batalla es mucho más apropiada que la tautología spenceriana
de "la supervivencia del más apto" o la metáfora de "la lucha
por la existencia". Y con esto termino de revisar a Popper en lo que hace a sus ideas evolucionistas.
3 Yo no creo que Popper admitiera públicamente que le interesaban más las
ideas metafísicas que las teorías científicas ("La irrefutabilidad no es
una virtud, sino un vicio" --Teoría cuántica y el cisma en física,
sec. 27); sin embargo, esa era la realidad. Si no, ¿por qué poner tanto empeño
en propagandear el indeterminismo, el realismo, el interaccionismo
mente-cerebro, etc., ideas todas ellas harto incontrastables?
4 Para quien aún lo ponga en duda, ahí va lo
siguiente: "... esta teoría es inestimable. No alcanzo a ver cómo sin ella
podría haber aumentado nuestro conocimiento del modo en que lo ha hecho desde
Darwin. Al tratar de explicar experimentos con bacterias que
lograron adaptarse, por ejemplo, a la penicilina, resulta bastante claro que la
teoría de la selección natural nos sirve de gran ayuda. Y aunque sea
metafísica, arroja un caudal de luz sobre investigaciones muy concretas y muy
prácticas. Nos permite estudiar la adaptación a un nuevo ambiente (tal como un
ambiente impregnado de penicilina) de una manera racional: pues sugiere la
existencia de un mecanismo de adaptación, y nos permite incluso estudiar con
detalle el mecanismo puesto en juego. Y hasta ahora es la única teoría que
puede hacer todo esto" (Búsqueda sin término, pp. 231-2).
5
"Cuando era más joven acostumbraba hablar muy despreciativamente de las
filosofías evolucionistas. Cuando hace veintidós años [...] Raven dijo [...]
que la controversia darwinista había sido «una tormenta en una taza de té
victoriana» me mostré de acuerdo [...]. Mas he de confesar que esa taza de té
se ha convertido, después de todo, en mi taza de té y con ella he de
comerme mi humilde pastel" (Conocimiento objetivo, cap. 6, sec.
XVIII; corresponde a una conferencia pronunciada en 1965). También se aprecia
este cambio de parecer en la entrevista que John Horgan le realizara en 1992: al
recordarle que alguna vez había dicho que la teoría de la selección natural era
tautológica y, por ende, seudocientífica, respondió Popper: "Eso fue tal vez
demasiado decir. Yo no soy dogmático respecto de mis propias opiniones"
(cap. 2 de El fin de la ciencia de John Horgan). Parece que Karl Popper
comenzó a interesarse por la teoría de la evolución de Charles Darwin a partir
de 1960.
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