El segundo ítem a tratar se relaciona con la postura
azaroso-indeterminista de este pensador.
Todo parece indicar que, al igual que con el tema del darwinismo, hubo
aquí un cambio de miras bastante pronunciado. Hace poco cité
un aserto que deja poco margen para la duda: "Podemos dar por seguro que
cualquier sucesión de fenómenos en la realidad, tiene lugar según las leyes de
la naturaleza" (La miseria del historicismo, p. 144). O voy muy
descaminado epistemológicamente, o esta frase trasunta el más puro, clásico e
inexorable determinismo; pero entonces, ¿cómo se compatibiliza esto con el
proverbial indeterminismo popperiano? Sencillo: se compatibiliza por el hecho
de haber sido Popper un partidario del determinismo que luego abandonara esta
postura. La proposición antes citada figura en La miseria del historicismo, libro esbozado a mediados de la
década del 30 (leyó su manuscrito en 1936 en Londres, después de marcharse de
Austria, su país natal, debido al crecimiento del nazismo), y en ese entonces
Popper se inclinaba por darles la razón a los deterministas. Que su vida como
pensador nació bajo el sino del determinismo se puede verificar leyendo algunos
pasajes clave de La lógica del
investigación científica (1934), su primera publicación de importancia. Por
ejemplo, uno que figura en la p. 202:
... En cuanto a la
controversia sobre la «causalidad», propongo que disintamos de la metafísica
indeterminista que es tan popular actualmente. Lo que la distingue de la
metafísica determinista que estaba en boga hasta hace poco entre los físicos no
es tanto su mayor lucidez cuanto su mayor esterilidad.
O el de la p. 230:
¿Está gobernado el mundo
por leyes estrictas, sí o no? Considero esta pregunta como metafísica. Las
leyes que encontramos son siempre hipótesis, lo cual quiere decir que pueden
quedar siempre superadas, y que posiblemente puedan deducirse de estimaciones
probabilitarias; pero negar la causalidad sería lo mismo que intentar persuadir
al teórico de que abandone su búsqueda, y [...] semejante intento no puede
estar respaldado por demostración de ninguna clase.
O el de la p. 231:
La creencia en la
causalidad no es sino una típica hipóstasis metafísica de una regla
metodológica perfectamente justificada, a saber, la decisión del científico de
no abandonar jamás su búsqueda de leyes[1]. La
creencia metafísica en la causalidad, en sus varias manifestaciones, parece ser
más fértil que ninguna metafísica indeterminista de la índole defendida por
Heisenberg; y --en realidad-- podemos percatarnos de que los comentarios de
este autor han tenido un efecto paralizador en la investigación: es fácil no
caer en la cuenta de relaciones que no habría que buscar muy lejos si se repite
incesantemente que la indagación de las mismas «carece de sentido».
Treinta años después
Karl Popper diría, muy suelto de cuerpo, que "primero y ante todo, soy un
indeterminista" (cap. 8, secc. II de
Conjeturas refutaciones, publicado en 1963). Debe de haber habido un
periodo de transición muy caviloso y molesto entre tan dispares posiciones.
Imagino que le habrá sucedido a Popper algo similar a lo que aconteciera con Inmanuel
Kant y con otros epistemólogos devenido moralistas, a saber, el sentirse
incómodos, en el terreno de la ética, levantando las banderas del determinismo
que tan convenientes resultan a la hora de filosofar sobre la ciencia. Este
jugar a dos puntas desmerece notablemente --al menos a mis ojos-- la reputación
intelectual del pensador de Königsberg; y respecto de Popper, le hace proferir
sentencias tan acomodaticias como la siguiente: "Aunque creo que debemos
ser indeterministas metafísicos, deberíamos
buscar, sin embargo, leyes deterministas o causales" (La responsabilidad de vivir, cap. 2 secc. XIV). Pero la cuestión de
si el libre albedrío se opone o no a la legalidad universal no es algo que nos
deba preocupar en este momento. Estoy tratando de salvar a Popper de la
contradicción que le achaqué allá en la p. [1190] de estos escritos, y creo
que lo he logrado: su azarismo genético es muy posterior a su ideal
determinista[2].
Y respecto del azar genético, ¿estaba Popper convencido de la veracidad
de tal presupuesto neodarwinista? Creo que sí; porque incluso cuando sostiene
que las mutaciones "pueden interpretarse como gambitos de ensayo y error más o menos accidentales" (Conocimiento objetivo, p. 124 --el
subrayado es mío), ese "más o menos" de ningún modo transige con
algún tipo de ortogénesis o teleología, como bien lo aclara Popper en la p. 227
de ibíd.:
El método de ensayo y
supresión de errores no opera mediante
ensayos totalmente azarosos o aleatorios (como se ha sugerido alguna vez),
aunque dichos ensayos puedan parecer plenamente aleatorios; debe haber al menos
una «secuela» [after-effects] [...].
La razón de ello es que el organismo aprende constantemente de sus errores;
esto es, establece controles que suprimen, eliminan o, al menos, reduce la
frecuencia de ciertos ensayos posibles
(que tal vez fuesen actuales en una
etapa pasada de su evolución).
Aquí se alude a la conducta de los individuos
como tales, no a la de su génesis, pero igual viene al caso la cita,pues para
Popper los genes también utilizan el sistema de ensayo y error a la hora de
multiplicarse inmutar pasajes más explícitos de obras posteriores ("... en
acusado contraste con el ciego azar de mutaciones y recombinaciones
genéticas...", cap. 1, secc. III de
El mito del marco común; " las mutaciones son cuestiones de puro
azar", cap. 1, secc. IV de En busca de un mundo mejor ) terminarán
por convencer a todo el mundo de que a Popper el azar lo fascinaba[3].
[1]
Einstein argumentaba, en contra de los indeterministas cuánticos que lo
asediaban, que si tuviese que abandonar su convicción acerca de la estricta causalidad
que rige todos los sucesos "preferiría ser zapatero, incluso ser empleado
en un garito, antes que ser físico" (citado por Ilya Prigogine en El fin de las certidumbres, p. 209).
[2]
Convertido ya en un auténtico indeterminista, afirmaba Popper cosas tales como
ésta: "Apenas es posible (si es que lo es en absoluto) que la ciencia
alcance un estadio en el que pueda suministrar un apoyo genuino al punto de
vista de que el mundo físico es determinista. ¿Por qué no aceptar, entonces, el
veredicto del sentido común --al menos hasta que estos argumentos hayan sido
refutados?" (Búsqueda sin término,
p. 176). El veredicto del sentido común, amigo Popper, lo aceptan los hombres
comunes; los intelectuales aceptan sólo el veredicto del sentido intelectivo,
el cual sugiere que nunca algo puede proceder de la nada y que no existe ni
existirá suceso alguno totalmente desprovisto de causas que le den origen.
[3] Pero
no el azar "puro", no el azar metafísico que se opone antitéticamente
al determinismo metafísico, sino una opción intermedia entre ambas posturas
radicalizadas. Esto lo explica largamente Popper en el capítulo 6, sección X y
siguientes de Conocimiento objetivo.
Trataré de resumir su posición a los efectos de que los indeterministas que me
lean sepan que si bien considero estas especulaciones como algo bastante
similar a un cuento chino, no por eso dejé de perder mi tiempo intentando
asimilármelas:
... Hemos de ser
indeterministas, aunque intentaré mostrar que el indeterminismo no basta.
[...]
Si el determinismo es verdadero, entonces el mundo en su conjunto es un reloj
impecable que funciona con toda exactitud [...]. por otro lado, si es verdadero
el indeterminismo [...], entonces el puro
azar desempeña un papel fundamental en nuestro mundo físico. Ahora bien, ¿acaso el azar es realmente más
satisfactorio que el determinismo?
[...]
decir que las marcas negras que he hecho sobre un papel blanco para preparar
esta conferencia no eran sino el resultado del azar, no es más satisfactorio que afirmar su predeterminación
física. De hecho, es aún menos satisfactorio. [...] es difícil que alguien crea
que lo que les estoy leyendo sea sencillamente un resultado del azar; es decir,
una muestra aleatoria de palabras o tal vez letras, unidas sin ningún
propósito, deliberación, plan o intención.
La
idea de que la única alternativa al determinismo es el puro azar [es] de Hume,
quien decía que "la supresión" de lo que él llamaba "necesidad
física" debe dar siempre como resultado" lo mismo que el azar. Como los objetos deben o no
hallarse enlazados... es imposible admitir un término medio entre el azar y la
necesidad absoluta" (Tratado de la
naturaleza humana, parte III, secc.
XIV).
[...]
dicha doctrina parece aplicarse correctamente a los modelos de la teoría
cuántica pensados para explicar, o al menos ilustrar, la posibilidad de la
libertad humana. Parece ser esta la razón por la cual estos modelos son tan
insatisfactorios.
[Arthur
Holly] Compton construyó un modelo de este tipo [...]. Utilizaba la
indeterminación cuántica y el carácter impredecible de los altos cuánticos como
modelo de decisión humana importante. [...] Pero en mi opinión, el modelo no se
parece en nada a una decisión racional,
sino que se asemeja más bien al tipo de decisión que toman las personas cuando,
al no poder de liberar, optan por decir: "echémoslo a cara o cruz".
[...]
Quizá
se pueda decir que algunas de
nuestras decisiones son como tirar una moneda: son decisiones precipitadas
tomadas sin deliberar, puesto que a veces no disponemos de tiempo suficiente
para ello. [...]
Admito que el modelo del salto cuántico pueda servir
para esas decisiones precipitadas. Incluso admitió la posibilidad de que de
hecho, cuando tomamos una decisión precipitada, tenga lugar en nuestro cerebro
algo similar a la amplificación de un salto cuántico. Ahora bien, ¿son en
realidad tan importantes las decisiones precipitadas? ¿Son características del
comportamiento humano, del comportamiento humano racional?
No
lo creo, ni pienso que vayamos a progresar mucho con los altos cuánticos. Son
precisamente esta clase de ejemplos los que parecen apoyar la tesis de Hume
[...] de que el azar puro es la única alternativa al determinismo estricto. Lo
que necesitamos para comprender el comportamiento humano racional --así como el
animal-- es algo que posee un carácter
intermedio entre el azar perfecto y el determinismo perfecto [...].
La
tesis ontológica de Hume [...], según la cual no puede haber nada entrelazar y
el determinismo, no sólo me parece dogmática (por no decir doctrinaria), sino también,
claramente absurda; sólo se entiende si suponemos que creía en un determinismo
completo en el que el azar no desempeñaba ninguna función, excepto la de ser
síntoma de nuestra ignorancia. [...]
[...]
Como es obvio, lo que queremos es comprender de qué modo las cosas no físicas,
como los propósitos, deliberaciones
[...] y valores pueden tomar parte en
la introducción de cambios físicos en el mundo, como es obvio que lo hacen, mal
que les pese a Hume y Laplace. Es evidentemente falso que todos esos tremendos
cambios físicos que producen continuamente nuestras plumas, lápices o
excavadoras se pueden explicar en términos exclusivamente físicos, sea mediante
una teoría física determinista, sea mediante una teoría estocástica (según la
cual se deberían al azar).
[...]
Está claro que hemos de ser indeterministas, pero hemos de intentar comprender
también de qué modo los hombres y quizá los animales son susceptibles de verse
"influidos" o "controlados" por cosas tales como cines,
propósitos, reglas o acuerdos.
Este,
pues, es nuestro problema central.
[...]
¿Cómo es posible que los estados mentales [...] influyan o controlen los
movimientos físicos de nuestras piernas? O, también [...], ¿cómo es posible que
los estados físicos del organismo puedan influir sobre sus estados mentales?
[...]
la solución ha de explicar la libertad, así como de qué manera la libertad no
se reduce al azar, sino que es más bien el resultado de una sutil interrelación
entre algo casi aleatorio o fortuito y
algo así como un control selectivo o restrictivo --como puede ser un fin o
una norma--, aunque no se trate de un control férreo. [...]
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