Se cumplieron hace
unos días 25 años de la caída del muro de Berlín. No sé qué significó, o qué
consecuencias trajo este acontecimiento para el país que se tomó el trabajo de
construirlo y luego de demolerlo, pero para nosotros, los "tercermundistas"
(que así nos llamaban en aquella época), la caída del muro trajo consecuencias
nefastas. Sí, porque la Unión Soviética oficiaba de contrapeso al capitalismo
norteamericano, y una vez disuelta, el ideal capitalista mutó en capitalismo
salvaje, como lo sabemos bien de sobra nosotros los argentinos y los demás
habitantes de Sudamérica, que pasamos una década --la del 90-- a puro ajuste, a
puro despido y a pura miseria. No estoy diciendo que tal comunismo soviético
era bueno, simplemente digo que era un contrapeso. Siempre es mejor, en
política, que haya dos ideales nefastos y no uno; eso mantiene las cosas en un
relativo equilibrio. Hoy día, el sube y baja está desbalanceado, porque el
gordo comunista se levantó y se fue y lo dejó solo al gordo capitalista, al tío
Sam. Y nosotros, que nos balanceábamos entre medio de ellos, caemos ahora, por
pura gravedad, en las fauces del capitalismo, y a punto está el gordo de
comernos crudos.
¡Contrapeso,
contrapeso necesita el mundo!
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