Soñamos viajes a
través del Universo, pero ¿no está el Universo dentro de nosotros? No conocemos
las profundidades de nuestro espíritu. Hacia dentro va el camino misterioso. En
ninguna parte sino dentro de nosotros, está la eternidad con sus mundos, el
pasado y el porvenir.
Friedrich von Hardenberg (Novalis), Fragmentos, p. 29
Primero, conocernos a
nosotros mismos; después, conocer a los demás seres vivos; por último, conocer
el universo. He ahí mi orden de prioridades.
Los dolores deben ser
soportables por el solo hecho de ser nosotros mismos los que los originamos,
pues no sufrimos más que en la medida en que somos activos en el sufrir.
Ibíd., p. 30
El dolor es una de
las dos características que distinguen a los seres superiores de los
inferiores: el gusano sufre, la piedra no. Del mismo modo, cuanto mayor grado
de perfección alcance un ser, más agudos serán sus dolores: el hombre sufre
mucho más agudamente que el gusano. Según esta progresión, cuanto más
agudamente sufra un hombre, más evolucionado será. Claro que a los dolores
agudos inexorablemente los sucede la otra característica inherente a los seres
superiores: la capacidad de experimentar agudos placeres. Es posible que el
síndrome maniacodepresivo, que la psiquiatría contemporánea considera una
enfermedad, sea el estado espiritual más elevado de todos cuantos el hombre
pueda registrar.
A la humanidad le
toca desempeñar un papel humorístico.
Ibíd., p. 31
El amor y el humor:
si no somos capaces de percibirlos y ofrecerlos, no somos personas.
La propiedad, según nuestro concepto
jurídico, es sólo una noción positiva, es decir, una noción que cesará tan
pronto como cese el estado de barbarie. El derecho positivo tiene que tener
fundamentos positivos a priori. Propiedad es aquello que nos da la
posibilidad de exteriorizar nuestra libertad en el mundo de los sentidos.
Novalis, Fragmentos, pp. 34-5
Quien percibe la vida
más allá de lo que le dictan los sentidos no necesita de la propiedad para
sentirse libre.
El poeta comprende la
naturaleza mejor que el sabio.
Ibíd., p. 40
Aquí mi amigo
Novalis, según me parece, se confunde, y esta confusión asoma mucho más al leer
otro fragmento de la misma página:
El poeta ordena,
reúne, escoge, inventa --y a él mismo se le escapa por qué lo hace,
exactamente, de esta y no de otra manera.
Si el poeta comprende
la naturaleza mejor que el sabio, ¿por qué se le escapa ese "por qué"
que al sabio nunca se le escaparía?[1] La
confusión viene de unificar en el concepto de "poeta" a dos entidades
distintas. En el primer fragmento Novalis se refiere a lo que yo llamo
"poeta centrípeto", mientras que en el segundo hace alusión al
"poeta centrífugo". Poeta centrípeto es todo ser capaz de percibir la
poesía que hay detrás de cualquier forma física o mental; estos seres sí es
posible que comprendan la naturaleza mejor que el sabio. El poeta centrífugo,
en cambio, se caracteriza no por saber percibir la poesía sino por tener el don
de facilitarles esta percepción a otros mediante la contemplación de su arte.
Poeta centrípeto es el místico, poeta centrífugo es el artista. El poeta centrípeto
lo es si y sólo si además es asceta; el poeta centrífugo lo es por motivos que
se desconocen, y es indiferente a su poder artístico el hecho de que sea un
asceta o un canalla. Puede haber poetas que sean capaces de desarrollar estas
dos facultades a la vez --San Juan de la Cruz, William Blake o Xul Solar serían
quizás algunos ejemplos-- , pero lo más frecuente es que los místicos no tengan
la habilidad de canalizar hacia el exterior sus visiones, y que los artistas no
tengan la capacidad moral necesaria como para ser, además de transmisores,
receptores[2].
La poesía es una
parte de la técnica filosófica.
ibíd., p. 41
Es la famosa
retórica, la misma que tantos pensadores (Aristóteles, Santo Tomás de Aquino,
Spinoza) desdeñaron por convicción o por incapacidad --más frecuentemente por
ésta que por aquélla-- y que tan indispensable se hace a la hora de que la
gente se interese por la filosofía. Pero guarda el hilo, que la retórica es una parte de la filosofía, y por lo
tanto debe estar subordinada a las ideas. Un ejemplo hermosísimo de dicha
subordinación se nota en los diálogos de Platón; un ejemplo pantanoso de
retóricas que se independizan de la razón --que ya no son retóricas sino
sofismas-- lo sufrimos en Nietzsche.
La medicina tiene que
llegar a ser algo muy distinto de lo que hoy es: ciencia del arte de vivir y
ciencia natural de la vida.
Ibíd., p. 43
Lo será cuando los
médicos sean, además de médicos, y antes que médicos, filósofos, tal como lo
era Hipócrates.
Nuestras enfermedades
son todas fenómenos de una sensibilidad más elevada, que quisieran
transformarse en fuerzas superiores.
Ibíd., p. 46
Y lo logran, cuando
atacan a la gente moralmente sana.
El sueño es un estado
mixto del cuerpo y del alma. En él están ambos químicamente ligados; esparcida
el alma homogéneamente por el cuerpo todo, el hombre se haya neutralizado. La
vigilia es un estado de escisión, un estado extremo, en el que el alma se halla
cercada, localizada.
Ibíd., p. 49
En los sueños,
mientras nuestra conciencia delira, nuestro inconsciente se nutre con la Realidad misma. Según
creo, las verdaderas visiones interiores se dan mientras dormimos.
Hay que separar a
Dios de la
Naturaleza. Dios no tiene nada que ver con ella. Él es la
meta de la naturaleza, aquello con lo cual tendrá un día ésta que armonizarse.
Ibíd., p. 52
Dios es la naturaleza
en sí, la naturaleza sublimada.
Todo lo que llamamos
azar proviene de Dios.
Ibíd., p. 52
Azar, al revés, se
lee "raza". Las razas que piensan al revés creen en el azar.
¿Por qué no tenemos
un sentido eléctrico o magnético?
Ibíd., de. 58
Lo tenemos, sólo que
no acertamos a descubrir su funcionamiento.
Un instinto absoluto
de perfección e integridad es una enfermedad tan pronto como se muestre
destructor y nocivo para lo que es imperfecto e incompleto.
Ibíd., p. 59
Un ser superior que
se muestra intolerante con los inferiores, es un ser inferior.
La verdad es un error
total como la salud una enfermedad también total.
Ibíd., p. 59
Las paralelas se
juntan en el punto impropio del plano. Hay otras tantas definiciones de este
genio de las letras que acabo de descubrir llamado Novalis que me gustaría
transcribir, pero esta vez lo haré sin comentario posterior ninguno que arruine
la belleza de la frase:
Hay que estar
orgulloso del dolor; cada dolor es un recuerdo de nuestro alto rango (p. 30).
No sólo la facultad
de reflexión funda la teoría. Pensar, sentir y contemplar hacen una sola cosa
(p. 38).
La separación entre
el poeta y el pensador es sólo aparente y desventajosa para ambos. Es indicio
de enfermedad y de constitución enfermiza (p. 39).
El pensador sabe
hacer, de cada cosa, el todo. El filósofo se vuelve poeta. El poeta
representa sólo el grado más sublime del pensador o de aquel que en vez de
pensar, siente. (p. 44).
Las enfermedades son
un objeto sumamente importante para la humanidad, pues es su número tan inmenso
y tan grande la lucha que cada hombre tiene que sostener con ellas. Todavía
conocemos de una manera muy incompleta el arte de ponerlas a nuestro servicio.
Es probable que sean el estímulo y el objeto más interesante de nuestra
reflexión y de nuestra actividad. De seguro se podrán obtener en este terreno
frutos infinitos, especialmente, a lo que me parece, en el intelectual, en el
moral, en el religioso y no sé qué campo maravilloso más. ¿Llegaré a ser el
profeta de esta arte? (pp. 45-6).
Dormir es digerir las
impresiones sensitivas. Los sueños son excreciones; se originan por el
movimiento peristáltico del cerebro (p. 49).
La fe es la sensación
del saber; la idea es el saber de la sensación; el pensamiento, el pensar,
predominan en el saber, como el sentir en la fe (p. 51).
Nos imaginamos a Dios
de una manera personal, como también nos figuramos nosotros mismos de esta
manera. Dios es tan absolutamente personal e individual como nosotros --pues lo
que llamamos nuestro yo no es verdaderamente nuestro, sino su reflejo (p. 52).
Dios quiere dioses
(p. 52).
Hay que buscar a Dios
entre los mortales. El espíritu del cielo se revela del modo más nítido en los
sucesos humanos, en nuestros pensamientos y en nuestros sentires (p. 53).
Amor absoluto,
independientemente del corazón, fundado en la fe, esto es religión (p. 55).
Generalmente se
comprende mejor lo artificial que lo natural. Hace falta más genio, pero menos
talento para lo sencillo que para lo complicado (p. 60).
Fragmentos de esta
clase son semillas literarias. Bien puede ser que se encuentre entre ellas
algún grano vacío, ¿pero qué importa si una nos prende? (P19).
[1] (Nota añadida
el 21/8/14.) Ya platón había comprendido tempranamente que los poetas son
poetas a pesar suyo: "Respecto a los poetas me di cuenta, en poco tiempo,
de que no hacían por sabiduría lo que hacían, sino por ciertas dotes naturales
y en estado de inspiración como los adivinos y los que recitan los oráculos. En
efecto, también éstos dicen muchas cosas hermosas, pero no saben nada de lo que
dicen (Apología de Sócrates, 22b-c).
[2] (Nota añadida el 24/5/4.) Ensayista
escocés Thomas Carlyle fue uno de los tantos que negó esta teoría: "En un
poeta digno de ese nombre, las facultades del intelecto están entretejidas de
modo indisoluble con los sentimientos morales, y el ejercicio de su arte no
depende más de la perfección del uno que de los otros. El poeta que no sienta
de un modo tan noble como apasionado, no logrará nunca de modo duradero hacer
sentir a los demás. [...] por fortuna, el deleite en los productos de la razón
y de la imaginación apenas puede separarse de, cuando menos, el amor a la
virtud y a la auténtica grandeza" (Vida
de Schiller, pp. 153-4). Puede que el poeta centrífugo ame la virtud tan
apasionadamente como el poeta centrípeto; lo que sucede es que, a diferencia
del centrípeto, el poeta centrífugo suele tener una idea muy peregrina de lo
que la virtud sea. Un poeta puede amar hasta el delirio a la virtud, pero si este
hombre --poeta, pero no pensador-- supone que la virtud no está reñida con la
opulencia, tendremos como resultado un poeta rico, o sea un poeta inmoral. ¿Y
alguien sería capaz de restar méritos a la poesía de un Shakespeare o un
Goethe, dos de los más grandes poetas que hayan existido jamás (a mí no me
consta, pero lo dicen "los que saben") y que han sido, a la vez, dos
grandes bellacos, "amantes" de la virtud en teoría y amantes de las
riquezas en la práctica? Y la historia del arte confirma que muy pocos poetas
tuvieron más escrúpulos que ellos a la hora de repartir sus ganancias.
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