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domingo, 29 de enero de 2017

¿A quién le interesa el pragmatismo?

Los servicios de la religión, su utilidad para el individuo y la utilización que de ellos hace el propio individuo en el mundo constituyen los mejores argumentos de veracidad.
William James, Las variedades de la experiencia religiosa [p. 503]

“Mi reino no es de este mundo” decía Jesús. Algo parecido dicen los filósofos, los auténticos filósofos. El problema, para estos auténticos filósofos, es el de traducir a conceptos o sentires de este mundo ese reino trasmundano. Pero aparece William James y dice que no, que el reino de la filosofía es propiamente de este mundo, que de aquí, y solo de aquí, se debe extraer el jugo filosófico a partir del cual modularemos nuestras ideas. Y si aparece lo metafísico, lo que no tiene una explicación estrictamente racional y científica, no lo niega ni lo desestima: lo pone al servicio de lo que a él más le interesa: la retribución. Si la metafísica retribuye, existe. “Mi reino —diría James— es propiamente de este mundo. Y si existe algo que no es de este mundo, yo lo amoldo a él y lo utilizo para mi propio beneficio y el de mis semejantes”. Este es el pragmatismo de William James, una filosofía hecha al gusto de quienes desean medrar en la tierra. Pero para los que no deseamos medrar en este mundo sino en el otro —y no me refiero al mundo de ultratumba sino al mundo del pensamiento—, el programa que James nos ofrece nos parece insulso y mostrenco. Si a los pragmatistas les sirve, adelante. A mí me resulta demasiado poco ambicioso[1].



[1] Y ¿qué implica el objetivo de buscar verdades prácticas, que sirvan para medrar en la tierra? Implica competir con nuestros coterráneos y vencerlos, eventualmente por las armas. Por eso el pragmatismo, más que una filosofía para los pueblos democráticos, es una filosofía ideal para las naciones voraces e imperialistas. Esto lo hizo notar muy a tiempo, antes de que se esparciera el peligroso virus, el inefable Bertrand Russell: "El culto de la fuerza, tal como lo encontramos en Nietzsche, no se encuentra en la misma forma en William James, que, pese a ensalzar la voluntad y la vida de acción, no desea que la acción sea belicosa. Pese a todo, el individualismo excesivo de la teoría pragmática de la verdad se relaciona intrínsecamente con el recurso a la fuerza. Si existe una verdad no-humana, que un hombre puede conocer y otro no, existe un criterio exterior a los contendientes al que podemos exigir que se someta la disputa [...]. Pero si, por el contrario, el único medio de descubrir cuál de los contendientes tiene razón, es esperar y ver quién tiene éxito para decidir la cuestión, no hay más principio que el de la fuerza" (Ensayos filosóficos, p. 155, “El pragmatismo”). Según Russell, la filosofía que está directamente relacionada con los regímenes democráticos no es el pragmatismo sino el empirismo (cf. Sus Ensayos impopulares, p. 30, "Filosofía y política"). Por eso rescata y elogia el radical empirismo de James, pero le molesta que le haya anexado esa extraña concepción de la verdad que lo echa todo a perder.

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