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domingo, 5 de febrero de 2017

Pragmatismo y capitalismo

Dijo Max Horkheimer:

El pragmatismo, al intentar la conversión de la física experimental en el prototipo de toda ciencia y el modelamiento de todas las esferas de la vida espiritual según las técnicas de laboratorio, forma pareja con el industrialismo moderno, para el que la fábrica es el prototipo del existir humano, y que modela todos los ámbitos culturales según el ejemplo de la producción en cadena sobre una cinta sinfín o según una organización oficinesca racionalizada. Todo pensamiento, para demostrar que se lo piensa con razón, debe tener su coartada, debe poder garantizar su utilidad respecto de un fin. Aun cuando su uso directo sea “teórico”, es sometido en última instancia a un examen mediante la aplicación práctica de la teoría en la cual funciona. El pensar debe medirse con algo que no es pensar; por su efecto sobre la producción o por su influjo sobre el comportamiento social (Crítica de la razón instrumental, cap. I, p. 49).

No se sabe si William James elaboró su teoría pragmatista para congraciarse con el capitalismo de su país o si el capitalismo de su país adoptó la filosofía de James luego de convencerse de que el resto de las filosofías en danza no congeniaban con él. Lo único que se sabe a ciencia cierta es que la filosofía de James y el espíritu del capitalismo van de la mano y son inseparables. El capitalismo es el egoísmo trasplantado al terreno de la política; el pragmatismo (por más que Dewey proteste) es el egoísmo trasplantado al terreno de la filosofía. No es que el capitalismo, por su propia influencia, produzca gentes egoístas: es que las gentes egoístas tienden a buscar refugio y cobijo en el capitalismo. Y no es que la teoría de James se proponga eliminar el altruismo: es que los que descreen del altruismo y piensan solamente en su propio bienestar suelen ser pragmatistas en el sentido práctico y también filosófico de la palabra[1].



[1] Bertrand Russell opinaba que el pragmatismo es una filosofía superficial, propia de un país inmaduro (cf. Richard Rorty, ¿Esperanza conocimiento?, p. 7). Coincido: Estados Unidos es un país filosóficamente inmaduro. Para otras cuestiones está mucho más maduro que cualquier país europeo.

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