Algunos de los materialistas
franceses del siglo XVIII han sido pampsiquistas o hilozoístas. Entre ellos
destaca Pierre Louis
Maupertuis, pensador que comprendió, cien años antes de El origen de las especies, que la
hipótesis del transformismo no es demasiado convincente si no aceptamos que en
la materia bruta, per se, existen
vestigios de vida. En su breve opúsculo titulado Sistema de la naturaleza. Ensayo
sobre la formación de los cuerpos organizados (1753) sentó las bases de un pampsiquismo
científico o metacientífico necesario para la buena lubricación de la hipótesis
del transformismo. En el § XIV, por ejemplo, aclara por qué se necesita del
pampsiquismo para entender la evolución de la vida si se descarta el
creacionismo:
Una
atracción uniforme y ciega, difundida en todas las partes de la materia, no
podría servir para explicar cómo se ordenan estas partes para formar el cuerpo
cuya organización es la más simple. Si todas tienen la misma tendencia, la
misma fuerza, de unirse unas con las otras, ¿por qué estas forman el ojo, por
qué aquellas la oreja?, ¿por qué ese maravilloso arreglo? Y ¿por qué no se unen
todas ellas de cualquier manera? Si se quiere decir sobre esto cualquier cosa
concebible, aunque basados en analogías, es preciso recurrir a algún principio
de inteligencia, a alguna cosa semejante a lo que llamamos deseo, aversión, memoria.
Y como se ve venir la burla,
la sorna y la incredulidad de los científicos de su época, los ataja desde el §
XV:
No
se alarmen con las palabras que acabo de pronunciar; no crean que quiero
establecer aquí una opinión peligrosa. Ya oigo murmurar a todos aquellos que
toman por un celo piadoso la obstinación en sus sentimientos, o la dificultad
que tienen en recibir nuevas ideas. Dirán que se pierde todo si se admite el
pensamiento en la materia, pero les pido que me escuchen y me respondan.
Solo pide a sus lectores que,
antes de reírse de su hipótesis, tengan a bien meditarla y encajarla dentro de
un sistema coherente de pensamiento. Porque si el creacionismo es una falacia,
todo nos conduce al pampsiquismo:
En la explicación de los fenómenos sólo tenemos una
regla a observar: que
empleemos el menor número de principios y los principios más simples posibles.
Pero, puede decirse, ¿es emplear principios simples admitir el pensamiento en
la materia? Si se pudieran explicar los fenómenos sin esa propiedad,
cometeríamos un error por admitirlo; si, suponiendo solo la extensión y el
movimiento en la materia, podríamos ofrecer explicaciones suficientes,
Descartes habría sido el mayor de todos los filósofos. Si al añadir las
propiedades que otros fueron forzados a admitir podríamos quedar satisfechos,
no deberíamos recurrir a unas nuevas propiedades: pero si, con todas esas
propiedades, la naturaleza permanece inexplicable, no es infringir la regla que
establecimos admitir nuevas propiedades. Una filosofía que no explica los
fenómenos no podría jamás pasar por simple, y aquella que admite propiedades
que la experiencia muestra ser necesarias nunca es suficientemente compuesta (§
XXIV).
Las elucidaciones del
cartesianismo no eran suficientes. Con Newton se avanzó, pero la atracción
gravitatoria no es la última palabra:
Los
fenómenos más universales y más simples de la naturaleza, los fenómenos del
choque de los cuerpos, no se han podido deducir de los principios propuestos
por Descartes. Los otros filósofos tampoco fueron muy felices, hasta que se
introdujo la atracción. Desde entonces se pudieron explicar todos los fenómenos
celestes, y muchos de aquellos que se observan sobre la tierra. Cuantos más
fenómenos tenemos que explicar, más se necesita cargar la materia con
propiedades (§ XXV).
Cargar la
materia con propiedades.
Si no cargamos la vida dentro de la materia bruta, las afinidades electivas que
llevaron a las moléculas a complejizarse más y más hasta transformarse en los
primeros compuestos orgánicos no podrían explicarse ni siquiera apelando a las
estadísticas y a la ley de probabilidades. La conclusión de Maupertuis es terminante:
Nunca
se explicará la formación de algún cuerpo organizado solamente por las
propiedades físicas de la materia: desde Epicuro hasta Descartes basta leer los
escritos de todos los filósofos que lo intentaron para quedarse persuadidos (§
XXVIII)[1].
[1] Estos parágrafos que acabo de
citar del Sistema de la naturaleza de
Maupertuis han sido extraídos del libro Historia de la biología comparada desde el
Génesis hasta el Siglo de las Luces,
de Nelson Papavero (coordinador), volumen IV, parte
II. La obra de Maupertuis aparece en el apéndice IV.
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