Denis Diderot,
influido por Maupertuis, acepta de buen grado la hipótesis pampsiquista: “Todo
animal es más o menos hombre; todo mineral es más o menos planta; toda planta
es más o menos animal. Nada hay de preciso en la naturaleza” (El sueño de D'Alembert). Pero hay en el
creador de la Enciclopedia una trampa. Según él, lo inorgánico solo presenta
una sensibilidad inerte, al estilo de la energía potencial, que está latente
dentro de la materia bruta pero sin manifestarse. Cuando un organismo
incorpora, a través de la alimentación, esta materia bruta, recién ahí cobra
sensibilidad:
¿Será —le pregunta D'Alembert— que reconocéis una sensibilidad activa y una
sensibilidad inerte [...]; una sensibilidad activa que se caracteriza por
ciertas acciones notables en el animal y quizá en la planta; y una sensibilidad
inerte de la que se estará seguro por el paso al estado de sensibilidad activa.
DIDEROT.—De maravilla. Vos lo habéis
dicho.
D'ALAMBERT.—De este modo, la estatua no
tiene más que una sensibilidad inerte; y el hombre, el animal, incluso quizá la
misma planta, están dotados de una sensibilidad activa.
DIDEROT.—Sin lugar a dudas hay esa
diferencia entre el bloque de
mármol y el tejido de carne (Conversación
entre D'Alembert y Diderot).
Y antes
de la redacción de este diálogo, en una carta a Duclos del 10/10/1765, famosa
porque en ella manifiesta que “la sensibilidad es una propiedad universal de la
materia”, lo mismo relativiza la cuestión admitiendo que en los cuerpos brutos
esta sensibilidad se mantiene apagada. Solo se activa “en los mismos cuerpos por su asimilación con una sustancia animal
viva [...]. El animal es el laboratorio donde la sensibilidad, de inerte que
era, deviene activa” (citado por Javier de Lorenzo en Ciencia y artificio, p. 47). De más está decir que así el
hilozoísmo y el pampsiquismo se diluyen. El pampsiquismo sostiene que la
materia bruta, ya mismo, sin necesidad de ser incorporada por un cuerpo animal
o vegetal, posee sensibilidad y movimiento per
se. La sensibilidad latente no cuenta como pampsiquismo. Sería como admitir
que el queso es susceptible de enamorarse con el argumento de que, cuando me lo
como, se incorpora a mi espíritu enamoradizo y forma parte de él. Esto es un
completo sofisma, y lo mismo lo de la sensibilidad escondida de la materia
bruta. Diderot no era pampsiquista.
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