"El turista es un hombre impermeable. El espíritu de los
países que recorre no le penetra jamás. Es un hombre que no se entera de nada,
que no se mezcla nunca a la vida de los pueblos, que no influye en ellos ni se
deja influir por ellos, que atraviesa las ciudades sin dejar rastro ninguno
tras de sí. [...] recorren toda Europa en quince días. […] Lo ven todo en
quince días, y si antes del viaje tenían una visión más o menos exacta de
Europa, después no tienen ya visión alguna" (“El fracaso del turismo”, ensayo
incluido en Playas, ciudades y montañas,
p. 145).
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