Los últimos rayos de sol broncean la piel del desdichado mártir. A sus pies están María y Juan, pero él ya no se percata de su presencia. Un soldado romano le ofrece una esponja empapada con agua y vinagre, y Jesús la bebe con fruición. ¡El buen sanmartiniano!
Una gran tormenta de polvo se levanta, y después, nuevamente el sol. La agonía es más dulce gracias a la calidez de sus rayos.
Pero ¿Qué hay detrás de la cruz?
Cajas...Sólo cajas, conteniendo váyase a saber qué chucherías. La alegoría es inevitable. Los mercaderes del templo no lo abandonarán nunca. Ellos, y no el Amor, son los que gobiernan.
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