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viernes, 5 de febrero de 2010

El lanzazo en el costado


Ahí llega el centurión con la orden de asegurarse de algo que tarde o temprano sería inevitable: el deceso del profeta. Sí, ya está muerto. No habrá necesidad de quebrarle las tibias. ¡Sonrían, hijos de Mamón!!! El peligro ya fue conjurado.

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