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lunes, 19 de agosto de 2013

Más allá del principio de placer individual (primera parte)

Más allá del principio de placer individual























Dios aparejó de tal modo la naturaleza del animal racional, que ninguno de sus peculiares bienes pueda alcanzar como no aporte nada al provecho común. Así, ya no resulta insocial el hacerlo todo en interés propio. Porque, ¿qué esperas? ¿Que uno se aparte de sí y de su peculiar provecho? ¿Y cómo así iba a subsistir como un único e idéntico principio para todos el propio acomodo?
Epicteto, Pláticas, libro I, cap. XIX

Dios y la humanidad no han basado su causa sobre nada, sobre nada más que sobre ellos mismos. Yo basaré, pues, mi causa sobre mí; soy, como Dios, la negación de todo lo demás, soy para mí todo, soy el único.
Max Stirner, El único y su propiedad



CORNELIO CORNEJÍN. --¡A de la casa! ¡Ramphastus! ¿Anda por ahí?
RAMPHASTUS DICOLORUS. --¡Aquí mismo, donde anoche!
CORNELIO.-- ¡Yo sabía que vendría! Estuve a punto de quedarme en el Falcon, pero me dije: "Este sujeto, excéntrico como es, seguro ya está subido a su árbol".
RAMPHASTUS.-- No me diga que lo intimidan las lluviecitas...
CORNELIO.-- Esto no es una lluviecita: ¡caen soretes de punta!
RAMPHASTUS.-- ¿Lluviecitas a mí? ¿A mí lluviecitas y a tales horas?
CORNELIO.-- Déjese de parafrasear al Quijote y vayámonos de aquí que me estoy empapando.
RAMPHASTUS.-- Le sugiero que trepe hasta esta rama; aquí la lluvia casi no llega.
CORNELIO.-- No tengo espíritu simiesco.
RAMPHASTUS.-- Todos lo tenemos. ¡Libérelo!
CORNELIO.-- Está bien, pero si me caigo y me fracturo la columna usted pagará los gastos médicos.
RAMPHASTUS.-- Si se cae se fracturará la cadera, como todo viejo choto que se cae.
CORNELIO.-- ¿Yo viejo choto?
RAMPHASTUS.-- ¿Quién está arriba y quién en el piso?

(Al escuchar estas palabras me decidí a trepar los más de diez metros que me separaban del filósofo, experimentando un pánico terrible al hacerlo, en una oscuridad completa y estando el tronco empapado, pero lográndolo al fin.)

CORNELIO.-- Mire que yo soy como los gatos: me subo los árboles, pero no sé bajar.
RAMPHASTUS.-- Si baja de cabeza como los gatos, no vivirá para contarlo.
CORNELIO.-- ¿Cómo sigue su herida?
RAMPHASTUS.-- ¿La de anoche o la de hace un instante?
CORNELIO.-- ¿Otra vez se lastimó?
RAMPHASTUS. — A golpes se hacen los hombres. Flor de tajo me hice.
CORNELIO.-- ¿Se puso algún antiséptico? En la mochila tengo.
RAMPHASTUS.-- ¡Qué!, ¿quiere privar a mis macrófagos de una suculenta cena? Deje, déjelos comer tranquilos.
CORNELIO.-- ¿No tiene miedo de que se le infecte?
RAMPHASTUS.-- ¿Y usted me dice eso, el señor Telequinesia, el señor que corta la mayonesa con la mirada? Si yo le ordeno a mis fagocitos que se lastren a todo microbio indeseable que ingresare sin autorización, mis humildes servidores lo harán sin ayuda de antisépticos o antibióticos. Es más: hace rato que venían pidiendo algún bocadillo para ir picando.
CORNELIO.-- Yo creo en la telequinesis, pero no me jacto de tener ese don muy desarrollado. ¡Y mire cómo son las cosas!: usted, que no creía, siempre la puso en práctica.
RAMPHASTUS.-- Es que yo siempre supuse que de lo que se ocupaba la telequinesis era de mover con la mente objetos exteriores a uno mismo, pero no había caído en la cuenta de que, puesto que yo soy mente y nada más que mente, mi propio cuerpo y todas sus funciones entran también en la categoría de objetos externos a mí mismo. ¿Qué les dijo a sus amigos que hizo durante la noche de anoche y parte de la mañana?
CORNELIO.-- No les dije nada. A los cinco minutos que llegué recién empezaban a despertarse. Me ahorraron una tortuosa explicación.
RAMPHASTUS.-- ¿No les participó, alborozado, los nuevos ideales epistemológicos que ahora ostenta?
CORNELIO.-- ¿Para qué?, si ni siquiera se interesaban por los viejos.
RAMPHASTUS.-- Ser amigo de un hombre como usted y no interesarse por sus ideas es algo que no puedo concebir. ¿Para qué sería yo amigo suyo?, ¿qué otra cosa me podría ofrecer además de su pensamiento?
CORNELIO.-- Poco y nada, y eso es lo que les ofrezco a ellos y ¡cosa curiosa!: ¡parece bastarles!
RAMPHASTUS.-- Qué dirían sus amigos si llegasen a leer este diálogo, porque supongo que inmortalizará este diálogo pasándolo por escrito, ¿no?
CORNELIO.-- Lo inmortalizaré con la escritura, tal como el buen Platón inmortalizó al genio de Sócrates, pero no se preocupe: ninguno de mis amigos lo leerá.
RAMPHASTUS.-- ¿Les esconde lo que escribe?
CORNELIO.-- No tengo necesidad: su propia inocuidad filosófica se ocupa de la tarea[1]. Y si alguno de ellos se levantase algún día inspirado y con un tibio deseo de alimentar su pensadora, tendría que sobrepasar, para ingresar a mi mundo literario, o sea para ingresar propiamente dentro mío, pues mi verdadero yo no es el que usted ve sino el que ve quien se asoma en mis cuadernos, tendría que sobrepasar un parapeto natural para muchos infranqueable: mi caligrafía. No es que no se entienda; se entiende muy bien, pero es tan grotesca que uno se asquea de mirarla después de tres o cuatro páginas de lectura. Y me gusta que así sea, me gusta que mis escritos asqueen y que mi letra funcione como un disuasivo ante quienes se asoman a ella sin demasiado interés de soportar sus vaivenes antiestéticos. Así me aseguro de que quien me lea este firmemente convencido de que le conviene leerme. Y por eso cuando publique algo, si es que publico algo en vida, cosa que trataré de no hacer para que no me pase lo que a usted, le recomendaré al editor que utilice los caracteres más pequeños que tenga, más o menos como los de las biblias ordinarias, a los efectos de abaratar costos y así masificar el producto pero sobre todo a los efectos de cansarle bien cansada la vista al lector, de suerte que quien no esté realmente interesado en leerme, no me lea. Además mi literatura toda es algo así como un enorme plasma condensado, como un coágulo; se asimila mejor de a trocitos, las jornadas de lectura maratónica no le hacen justicia y empalagan agriamente al lector.
RAMPHASTUS.-- Hágame caso: no publique nada en vida y deje instrucciones a sus hijos y nietos para que lo hagan por usted, recomendándoles por supuesto que no usufructúen su obra y renieguen de todo tipo de cópirrait para que cualquier editorial del mundo pueda editarla sin ningún costo de allí derivado y sin pedirle permiso a nadie. Y si es en papel reciclado, mejor[2].
CORNELIO.-- Al paso que voy, mis hijos y nietos brillarán por su ausencia...
RAMPHASTUS.-- ¿Y sobrinos?
CORNELIO.-- Sobrinos sí: tengo tres y uno en camino.
RAMPHASTUS.-- Adoctrínelos ya desde temprano para que no lucren con lo que nadie debería lucrar, para que no lucren con la cultura.
CORNELIO.-- ¡Viva la cultura, carajo!
RAMPHASTUS.-- La expresión carajo forma parte de nuestra cultura, y bien arraigada que está. Desconfíe del nivel cultural de una persona que nunca intercala un ¡carajo! entre sus frases.
CORNELIO.-- Las personas que se dicen cultas suelen recomendar los eufemismos ante palabras tan chocantes.
RAMPHASTUS.-- Sí, son los que dicen ¡diantres! en vez de decir ¡mierda! Pero digo yo, ¿qué mierda quiere decir diantres?
CORNELIO.-- A mí, "eufemismo" se me antoja una palabra muy chocante; habría que buscarle un eufemismo que la remplace.
RAMPHASTUS.-- ¿Vio a esas personas que dicen "gas" en vez de decir "pedo"? ¡Qué tipos! ¡Me lleno de gases de sólo escucharlos!
CORNELIO.-- A mí me pasa lo mismo. Soy de aquellos seres a los que les gusta nombrar a los objetos por su denominación.
RAMPHASTUS.-- Oiga cómo lloriquea Chamigo. Quiere trepar hacia nosotros.
CORNELIO.-- ¿Por qué sabrán nadar y no trepar árboles los perros?
RAMPHASTUS.-- Para contradecir a los gatos, que trepan y no nadan. ¿Se animaría usted a darse un chapuzón en este oscuro río?
CORNELIO.-- Mmm... No, no me animaría.
RAMPHASTUS.-- Qué, ¿usted no nada nada?
CORNELIO.-- No, es que no traje traje. Además no vinimos aquí a nadar, sino a establecer el significado de la palabra ética.
RAMPHASTUS.-- ¡No me va a decir que le atemoriza nadar en la oscuridad!
CORNELIO.-- No se olvide de los rayos, centellas y soretes de punta que caen. ¡Es una noche de mierda para nadar! No me gustaría morir electrocutado en el río Uruguay.
RAMPHASTUS.-- A mí no sólo en el Uruguay; ningún río se me aparece agradable para la electrocución.
CORNELIO.-- Entonces déjese de niñerías, que usted está muy senil para jugar a Tom Sawyer, y cuénteme de una vez qué entiende por ética.
RAMPHASTUS.-- Alonso Quijano también era un vejete cuando se convirtió en el Quijote, y eso no le impidió llevar a cabo sus aventuras. Digo yo, con toda esta movida ecológica relacionada con la energía eólica, ¿no podrá ser que surgiesen nuevos Quijotes, amparados por tantos nuevos molinos?
CORNELIO.-- Dios le oiga.
RAMPHASTUS.-- ¿Me oiga qué?
CORNELIO.-- A usted.
RAMPHASTUS.-- Entonces se dice "Dios lo oiga".
CORNELIO.-- Veo que la lluvia lo pone muy melindroso. Tal vez no sea una buena idea dialogar sobre cuestiones trascendentes en estas condiciones. Córrase un poco que me está cayendo un chorro en la nuca.
RAMPHASTUS.-- No se haga el ofendido. ¿Qué quiere saber de la ética?
CORNELIO.-- Para empezar, sobre qué se fundamenta.
RAMPHASTUS.-- ¡Por el perro! Se fundamenta en el placer, ¿en qué otra cosa podría fundamentarse?
CORNELIO.-- En el deber, por ejemplo.
RAMPHASTUS.-- Para que la ética pudiese tener fundamento en el deber sería necesario que los seres tuviesen la capacidad de optar entre hacer una cosa o hacer otra, es decir, tendría que ser cierta la hipótesis del libre albedrío. Pero nosotros ya la descartamos, no como falsa, puesto que no estamos seguros de que lo sea (¿vio cómo aprendí?), sino como parte no integrante de nuestro conjunto de hipótesis de trabajo, y al descartar el libre albedrío automáticamente descartamos con él cualquier fundamentación de la ética del tipo del imperativo categórico y similares.
CORNELIO.-- Escuche las frases que voy a leerle: "Sin libre volición no puede haber moralidad, ni verdadera democracia, ni siquiera la ciencia misma como libre investigación". "Todo sistema moral reposa sobre la libertad del individuo, vale decir, sobre el libre albedrío".
RAMPHASTUS.-- ¿Quién dijo semejantes huevadas?
CORNELIO.-- José Rhine, el parasicólogo.
RAMPHASTUS.-- ¿Otra vez con ese? ¿No leyó algún otro libro?
CORNELIO.-- Leí varios, pero no importa de quién sean estas frases. Vale lo mismo que sean de cualquier albedrista, puesto que todos o prácticamente todos piensan así.
RAMPHASTUS.-- Pues todos o prácticamente todos tienen una confusión tan grande dentro de sus cabezas que no distinguen el concepto de moral, o de ética, que es la moral universal, del concepto de sistema penal. Penalizar a alguien por algo que hizo implica reconocer que fue responsable del hecho, pero para establecer un sistema moral de nada sirve reconocer culpas, puesto que lo que hay que hacer es diferenciar lo que es bueno de lo que es malo, sin interesarse a la ética como tal el hecho de que se pueda o no actuar libremente. Una vez diferenciado lo que es bueno de lo que es malo, optaremos por la hipótesis albedrista o por la determinista, y entonces fundamentaremos nuestra ética en el deber o en el placer respectivamente, aunque siempre pasando por el placer aunque seamos albedristas, porque ¿qué es lo bueno si no es lo placentero?
CORNELIO.-- ¿Todo lo que causa placer es bueno?
RAMPHASTUS.-- Todo acto que tendiere a causar en el largo plazo mayor cantidad y calidad de placer que mayor cantidad y calidad de dolor, es un acto bueno, y viceversa el malo.
CORNELIO.-- ¿Qué tendiere a causarle a quién?, ¿al individuo que lo ejecuta?
RAMPHASTUS.-- No, al conjunto de la biomasa universal. Cualquier acto que usted realice, hasta el más insignificante, como tirarse un pedo por ejemplo, y perdón por el eufemismo, cualquier acto que usted realice tendrá una infinidad de consecuencias debido al principio de causación universal. Cuando esas consecuencias parecen encaminarse a brindar más bienestar que malestar al conjunto de seres concientes que a partir de la realización del acto habitará el mundo físico a lo largo y a lo ancho del espacio y del tiempo, ahí se dice que probablemente su accionar ha sido bueno, y viceversa para el malo.
CORNELIO.-- ¿Probablemente?
RAMPHASTUS.-- Sí; la ética es una ciencia netamente probabilística. Nunca podría saberse con certeza si lo que uno está haciendo está realmente bien o está mal según la definición antedicha. Podremos tirarnos a este río y rescatar a un niño que se ahoga suponiendo que no existen dudas sobre la bondad de nuestro proceder, pero ¿quién le asegura que el niño no será un Hitler o un Stalin cuando crezca?
CORNELIO.-- ¿Quiere decir que si yo sé positivamente que el tal niño será un mal hombre cuando crezca..., o vamos a hacerla más sencilla: ¿quiere decir que si Hitler o Stalin se estuviesen ahogando en este río en este momento, sería éticamente incorrecto salvarlos?
RAMPHASTUS.-- Dejando de lado la inevitable incertidumbre probabilística, le digo que no, y paso a explicarle por qué. Yo elegí el ejemplo del niño-Hitler que se ahoga para que usted visualice claramente la incertidumbre que pesa sobre todo juicio ético, pero dicha incertidumbre va desapareciendo conforme abrimos más y más el universo espaciotemporal en donde se desarrollarán los efectos derivados de su acción. Dicho más fácilmente, si nos situamos en el presente, conociendo como conocemos los desastrosos efectos ocasionados por el accionar de Hitler, podríamos afirmar con cierto grado de certeza que el mundo hubiese sido, hasta el presente, más dichoso si el führer hubiese muerto de niño, o sea que si alguien lo salvó de morir ahogado ese alguien habría procedido incorrectamente. Pero esto es verdadero sólo hasta el presente, y siempre y cuando neguemos la posibilidad de que, de morir Hitler de niño, un nuevo dictador, más terrible y belicoso, lo hubiese reemplazado. Pero aunque así no fuera y el siglo XX hubiese carecido de segunda guerra mundial al faltar el ahogado Hitler, ¿qué es una guerra mundial, que significa este acontecimiento si lo enmarcamos en la eternidad del espacio y del tiempo? Miles de millones de guerras mundiales habrá de aquí en más en los miles de millones de planetas colonizados por la vida que existen o existirán fuera de nuestro sistema solar, fuera de la galaxia o fuera de nuestro big bang. La aparición de Hitler en el escenario político causó seguramente más dolores que placeres en este siglo, pero todas las acciones ejecutadas y todas las decisiones tomadas por Hitler durante su vida, todas juntas ellas, no alcanzan ni un ápice de la trascendencia ética que habría tenido el acto de salvarlo[3].
CORNELIO.-- Yo coincido con el gran filósofo moral que fue Jesús al basar mis principios éticos en el dar la otra mejilla cuando nos golpean y en el amar tanto a mis amigos como a los que se supone son mis enemigos (esto en la teoría, por supuesto; plasmarlo en el accionar cotidiano sé que resulta casi utópico, pero hay que proponerse intentarlo), pero si usted quiere darle una jerarquía racional a estos dos preceptos y hacerlos compatibles con una moral basada en el placer, por más que se tratare del placer colectivo y no del individual, chocará con insalvables contradicciones, porque no creo que sea posible que un Hitler vivo sea más beneficioso que uno muerto cuando niño. Por más que los malestares causados por el nazismo hayan sido ínfimos en el marco de la infinita espaciotemporalidad del mundo físico, igual siguen siendo malestares, y seguramente muchos no habrían existido de haber matado alguien a Hitler antes de que llegase a ser Hitler.
RAMPHASTUS.-- Recuerde siempre que tomamos como hipótesis de trabajo el determinismo, por lo que no es lícito decir que "si alguien hubiese matado a Hitler antes de que llegase a ser Hitler" el mundo sería mejor, porque por fuerza debemos aceptar que Hitler nunca podría haber muerto antes ni después del momento exacto en el que murió. Ahora bien, supongamos que tenemos ante nosotros a un criminal empedernido que sabemos positivamente que será criminal hasta el día de su muerte, y que tenemos el poder de matarlo o de encarcelarlo. Según el cristianismo (estoy hablando del cristianismo de Jesús, no del que predican los "cristianos" de hoy día), sería inmoral el hacer cualesquiera de esas dos cosas; lo correcto es dejar en entera libertad al sujeto para que continúe con sus canalladas, procurando desde luego convertirlo, pero no subordinando su libertad a su conversión. El desafío al que me veo yo obligado es el de justificar este procedimiento como algo netamente beneficioso para la biomasa espaciotemporal, desafío que  acepto no sin antes establecer cierto tipo de  excepciones a esta moral puramente anarquista. Las excepciones se basan en la siguiente principio: si se sospecha que el criminal será más dichoso, o menos desdichado, en prisión que suelto, entonces lo correcto es encarcelarlo, y si se tiene la firme sospecha de que el criminal, sea en prisión o en libertad, será siempre un desgraciado agobiado por sus angustias y demás dolores difícilmente soportables, entonces lo correcto es asesinarlo del modo más indoloro y humano posible, aplicando algo así como  una eutanasia espiritual. Esto último es por supuesto relativismo, porque ¿quién puede asegurar que un ser humano angustiado y dolorido no cambiará su estado con el paso del tiempo? La pena de muerte viene a ser entonces algo éticamente injustificable tal como ahora se  la suministra, pero hay que aclarar que, en teoría, no siempre sería incorrecta, y lo tristemente ideal en estos casos que se sospechan irrecuperables sería el persuadir al propio interesado sobre la inconveniencia que para él mismo representa el que siga viviendo e instarlo así al suicidio. Como puede notarse, la cuestión de fondo que plantean estas excepciones es la siguiente: al decidir qué actitud tomar ante un ser desdichado, la ética cristiano-eudemonista considera correcto evaluar no la suerte que correrá el universo exterior al sujeto, sino la suerte que correrá el sujeto mismo, de manera que si el sujeto tendiese a ser más feliz suelto que preso, hay que liberarlo, por más que esto implique asesinatos, violaciones y crímenes de toda índole hacia terceros, y si tendiese a ser más feliz preso que suelto, hay que encarcelarlo (aunque si nos remitimos a la vida carcelaria de cualquier prisión actual, esto parece una cargada). Nótese que parto de la suposición de que hay una estricta relación directa entre criminalidad y dolor, suposición que no es más que estadística, o sea que no se cumple para todo criminal y en todo momento, pero el curso de la evolución genético-cultural afirmará cada vez más esta tendencia, pues la palabra dolor y la palabra pecado significan exactamente lo mismo cuando las proyectamos lo suficientemente lejos.
CORNELIO.-- Sigo sin entender en dónde se sitúa el eudemonismo en este sistema, con excepciones o sin ellas. El criminal liberado porque se sospecha que será más feliz suelto que preso, ¿no causará más dolor que placer al conjunto biomásico universal?
RAMPHASTUS.-- Usted coincide conmigo en la invulnerabilidad de las cadenas causales, ¿verdad?
CORNELIO.-- Verdad, puesto que no cambié de opinión respecto de nuestra charla de anoche.
RAMPHASTUS.-- ¿Coincidirá también conmigo en que el amor es la fuerza subjetiva más poderosa de todas cuantas existen? Confío en que así sea, pues no puedo esperar otra cosa de alguien que acaba de darle a Jesús el rango de filósofo, gran verdad que casi nadie, y mucho menos los católicos y los protestantes, logran entrever.
CORNELIO.-- El amor y el conflicto son las fuerzas principales, pero el amor es el que gobierna.
RAMPHASTUS.-- ¿Y no definimos al amor como la fuerza que nos mueve a procurarles a los seres que nos rodean y a los de más allá también, sin olvidarnos de nosotros mismos desde luego, a procurarles más y mejores placeres y evitarles los mayores y más duraderos dolores, llamando simpatía y compasión respectivamente a estas dos facetas del sentimiento amoroso puesto en práctica?
CORNELIO.-- Sea. Pero ¿adónde quiere llegar?
RAMPHASTUS.-- Llegar quiero a que usted admita que todo lo que se hace por causa del amor tenderá tarde o temprano a provocar más amor, o sea placer en su máxima expresión, sin importar que en un principio las decisiones tomadas por amor causen algunos dolores más o menos importantes en seres circunscritos al área espaciotemporal influenciada directamente por la decisión amorosa.
CORNELIO.-- ¿Significa que si yo actúo motivado por sentimientos de simpatía o compasión necesariamente se desprenderán de esta causación efectos mayormente placenteros que displacenteros para la biomasa espaciotemporal, por más que en un principio parezca lo contrario?
RAMPHASTUS.-- Borre "necesariamente" y coloque "muy probablemente": no se olvide de que la ética es una ciencia estadística[4].
CORNELIO.-- ¿Puede probar esta revolucionaria proposición, que si se aceptase como verdadera cambiaría de plano a prácticamente todos los sistemas éticos imperantes, puede probarla, digo, con algún argumento más concreto que los que hasta el momento dio?
RAMPHASTUS.-- Esta es una de esas proposiciones, como por ejemplo la del determinismo, que nunca puede llegar a probarse satisfactoriamente. Hay que creer en ellas, y luego buscar pruebas que las refuten; pero como las proposiciones que implican algún tipo de infinitud no pueden rigor ni ser refutadas totalmente mi ser totalmente confirmadas por la experiencia, hay que conformarse con creer en ellas, y con eso basta para mí. Además, si se admite, como usted admitió, que el amor es el principal resorte cósmico, es completamente lógico sacar de aquí la conclusión que saqué yo, sin pretender por supuesto que mi proposición se deduce directamente de esta premisa.
CORNELIO.-- San Agustín estaría de acuerdo con usted: "Ama, y haz lo que quieras", decíales a quienes le preguntaban qué preceptos había que seguir para mantener una conducta honrada.
RAMPHASTUS.-- Lo que demuestra que mi proposición no es tan revolucionaria como usted afirma, puesto que se remonta siglo tras siglo hasta el principio de nuestra era, y más también, porque el budismo y el hinduismo y muchos de los cultos desprendidos de ellos también se rigen por este principio, aunque tal vez no expresado de la manera en que yo lo expreso ni mucho menos razonado como argumento eudemonista. El motivo por el cual este principio ético, pese a ser tan antiguo, es desechado por el hombre ordinario, radica en que la gente común siente aversión por las deformidades, tanto físicas como espirituales, y trata en lo posible de mantenerse alejada de ellas. Busque por ese lado si desea saber por qué razón existen los manicomios, los leprosarios y las cárceles.
CORNELIO.-- ¿No será más bien que el hombre ordinario, en especial los jueces, los legisladores coercitivos y los policías, que bien ordinarios son por el solo hecho de pertenecer a uno de estos grupejos, no será que esta gente carece de proyectividad espaciotemporal, de suerte que no tiene la capacidad de observar abanicos causales más allá de cierto tiempo y espacio, y entonces supone que el odio y la venganza son susceptibles de engendrar paz y armonía por la sencilla razón de que al encarcelar o ejecutar a un delincuente se produce, dentro del marco espaciotemporal que solía ocupar el mismo, una especie de paz y armonía tranquilizadora para el resto de los interactuantes, sin que a nadie parezca interesarle si esa pax policiaca derivará en sufrimiento más allá de ese espacio y ese tiempo limitados?
RAMPHASTUS.-- ¿Sabe lo que ocurre, querido amigo? Ocurre que esta gente no cree en la proposición cristiano-eudemonista que acabo de citar, y aunque creyera en ella no la tendría en cuenta en la práctica, porque se deja guiar por su conciencia lógica o por sus instintos en vez de abandonarse a sus intuiciones, y entonces busca su propio placer individual, o a lo sumo el placer del conjunto de seres que integra espaciotemporalmente, pero nunca el placer biomásico universal del que hablábamos antes.
CORNELIO.-- ¿Siempre que un ser actúa motivado por la lógica conciente actúa de modo egoísta?
RAMPHASTUS.-- Siempre. El egoísmo es la base de lo que se llama razonamiento conciente y que nosotros llamamos lógica conciente para no entrar en contradicción con lo acordado ayer respecto de que la razón propiamente dicha sólo actúa por debajo de la conciencia. Y si se mira bien, el egoísmo no sólo es patrimonio de la lógica conciente sino de todo acontecer vital, lo que pasa es que cuando uno actúa movido ya no por la lógica sino por el instinto, el egoísmo que antes era individual se transforma en egoísmo grupal o específico, que apunta hacia el bienestar de un determinado grupo o especie del cual el individuo actuante forma parte, y cuando actúa motivado por una intuición el egoísmo individual y grupal atraviesa toda barrera específica y busca el bienestar de la biomasa espaciotemporal íntegra, pero no deja de ser ésta una forma de egoísmo, un egoísmo sublimado que hace del universo todo un ser único y acabado, como efectivamente lo es.
CORNELIO.-- Si eso no es lo que yo llamo generosidad o altruismo, entonces la generosidad y el altruismo no existen.
RAMPHASTUS.-- El egoísmo, una vez trascendida la frontera del individuo actuante, tiende a confundirse con la generosidad y el altruismo.
CORNELIO.-- ¿Puede trazarme un cuadro más o menos prolijo de los móviles a que aspira cada parte integrante del sistema mental que hace que los diferentes seres actúen conforme a la ética universal o reñidos con ella?
RAMPHASTUS.-- Con todo gusto. El cuadro se compone de tres partes, y lo unifico llamándolo regla eudemonista tripartita, que dice lo siguiente: A) La conciencia lógica de cualquier individuo, animal, vegetal o mineral, en tanto que tal, o sea en su estado puro, sin mezclarse con ningún instinto ni con ninguna intuición, no puede hacer otra cosa más que buscar su mayor bienestar o menor malestar individual, ya sea en el corto, en el mediano o en el largo plazo según el nivel corto, mediano o largo de desarrollo intelectual que posea dicho individuo; B) el inconciente instintivo de cualquier individuo animal, vegetal o mineral, en tanto que tal, o sea en su estado puro, sin mezclarse con ninguna conjetura lógica ni con ninguna intuición, no puede hacer otra cosa más que buscar el mayor bienestar o el menor malestar de la especie o grupo específico que integra, aun a costa del bienestar del individuo mismo. Este bienestar específico se buscará en el corto, mediano o largo plazo según el menor o mayor desarrollo instintivo de la especie en general y del individuo en particular; y C) el inconciente intuitivo de cualquier individuo animal, vegetal o mineral, en tanto que tal, o sea en su estado puro, sin mezclarse con ninguna conjetura lógica ni con ningún instinto, no puede hacer otra cosa más que buscar el mayor bienestar o el menor malestar posible para todos los seres concientes en conjunto y en el largo plazo, aun a costa del bienestar del individuo mismo y de la especie que integra, e inclusive a costa del bienestar del conjunto biomásico en el corto o mediano plazo. Tenga muy en claro que en estos tres principios se habla de buscar y no de encontrar. La conciencia busca su propio bienestar, pero a veces lo busca en el vicio, que suele a la larga traerle más consecuencias dolorosas que placenteras. Asimismo, el instinto no es infalible; hay algunos que, por haberse detenido en el tiempo sin adaptarse a las nuevas condiciones de vida, pueden llevar a una especie incluso a la extinción. Un ejemplo clásico de instinto mal empleado es el que lleva a las polillas hacia el fuego y las calcina. Con la intuición, en cambio, no se puede caer en error alguno: siempre que sea una verdadera intuición y no un presentimiento mal interpretado, ésta nos conducirá necesariamente o bien hacia una verdad en el caso de la intuición científica, o bien hacia una elección correcta de alternativas, correcta en el sentido ético antedicho, es decir, que a la larga la sumatoria de sus consecuencias será favorable al bienestar del conjunto de seres concientes existentes o por existir en el universo.
CORNELIO.-- ¿Los vegetales y los minerales tienen conciencia lógica e intuiciones?
RAMPHASTUS.-- De los vegetales me atrevo a decir que muy probablemente algunos de ellos, entre los que por fuerza estarían los árboles, tienen intuiciones y tal vez cierto tipo de conciencia lógica no del todo similar a la de los animales. Sobre los minerales poco puedo aseverar a este respecto, pero tampoco puedo descartarlo, así que los incluyo en el cuadro.
CORNELIO.-- Cuadro en el que quedamos un poco mal parados nosotros los humanos, los seres lógicos por antonomasia...
RAMPHASTUS.-- Somos lógicos por antonomasia, pero también por antonomasia intuitivos. Además hay que sacarse de la cabeza la idea que nos implantaron de niños referente a la inmoralidad intrínseca de todo accionar egoísta. El egoísmo individual, bien calculado, tiende a la virtud, como mal calculado tiende al vicio.
CORNELIO.-- Pero por mejor que calculemos nuestro egoísmo individual, no creo que se pueda llegar a tender al virtuosismo absoluto pensando siempre en la mejor manera de autogratificarse...
RAMPHASTUS.-- Se podrá, en un futuro no muy cercano.
CORNELIO.-- ¿Quién es más feliz, el que actúa constantemente pensando en su propio bienestar o el que actúa por intuición, motivado por el bienestar biomásico espaciotemporal?
RAMPHASTUS.-- Todavía no existe ni existió nadie lo suficientemente santo y sabio como para ser motivado en la totalidad de su accionar por la intuición. Sin embargo, suponiendo que pudiera existir actualmente un ser así, un ser casi completamente intuitivo, tengo que admitir que no sería tan dichoso como un buen calculador del egoísmo individual.
CORNELIO.-- O sea que para ser fiel al hedonismo individual no es correcto apuntar al virtuosismo absoluto...
RAMPHASTUS.-- Como tampoco al absoluto vicio. Dese cuenta de que tanto la virtud como el vicio son atributos casi exclusivamente humanos. Los demás animales, excepto los ya muy complicados mamíferos, actúan casi exclusivamente por instinto, o sea que actúan inconcientemente, sin meditar los motivos por los cuales realizan determinada tarea, y con la inconciente mirada puesta no es su bienestar individual sino en el de su especie o grupo específico, aunque la mayoría de las veces estos dos bienestares coinciden y por eso nos queda la sensación, al estudiar comportamientos animales como el de la huida o la búsqueda de alimento, de que los mismos están motivados por las apetencias individuales de búsqueda del placer por escape del dolor, pero esto no es así.
CORNELIO.-- Dicho de otro modo, los animales pertenecientes a especies poco evolucionadas no son ni buenos ni malos.
RAMPHASTUS.-- Todo lo que es tiende a perseverar en su ser, decía Spinoza. "Lo que es", en la naturaleza animal primitiva, no es el individuo, sino las unidades de replicación que portan los individuos, los genes. Los genes gozan viviendo dentro de un determinado individuo y por eso lo acicatean para que continúe vivo (o lo enferman y matan cuando sufren para evitar seguir sufriendo), pero sobre todo lo incitan a que se reproduzca, porque saben que si no se reproduce, ellos mueren. La genética particular del individuo morirá de todos modos, pero muchos de sus rasgos sobrevivirán en sus hijos, y eso lo "saben" (inconcientemente, claro) los genes, quienes conforman la unidad basal instintiva, o sea que no se fijan nunca en su propio bienestar sino en el de sus semejantes. Y cuando parecen ocuparse del individuo mismo no lo hacen más que para mantenerlo vivo a la espera de que pueda reproducirse o auxiliar a sus semejantes en el futuro. Esa es la explicación más científica que puede darse del amor maternal o fraternal: nuestro genes ven en nuestros hijos, padres y hermanos, conglomerados repletos de genes similares a ellos, y por eso buscan el bienestar de sus familias antes que el suyo propio. Y de paso explicamos de dónde nos viene aquel "apetito de inmortalidad" que nos subyuga y que mal comprendemos cuando lo asociamos a nuestra mortalidad individual.
CORNELIO.-- Pero el instinto no sólo lleva a los animales a procurar el bienestar de sus familiares directos, también los impele a salvaguardar a otros individuos...
RAMPHASTUS.-- Pero siempre de su misma especie o grupo social, y lo hacen porque también en ellos los genes individuales alcanzan a verse reflejados, también se hacen uno con ellos y así sueñan con la inmortalidad. Más allá de la familia, del grupo social o de la especie, lo genes ya no se reconocen mediante el instinto, sino mediante la intuición. El instinto es el fenómeno básico, siendo el egoísmo individual una especie de atrofia instintiva y la intuición una sublimación, una expansión del poder del instinto. Tanto el egoísta como el instintivo y el intuitivo quieren perseverar en su ser, la diferencia radica en que el primero considera que su ser termina en su individualidad, el segundo en su especie y el tercero en la biomasa íntegra.



[1]A cada uno de mis amigos le echo en cara que jamás ha considerado que mereciese la pena estudiar alguno de mis escritos: adivino, por signos mínimos, que ni siquiera saben lo que en ellos se encierra” (Friedrich Nietzsche, Ecce Homo, "El caso Wagner", 4).
[2] (Nota añadida el 4/10/2005.) La idea que tengo es la siguiente: A partir del 2043, cederle a cualquier editorial interesada (si es El Ateneo mejor) los derechos exclusivos de mis escritos por un lapso de diez años, luego de los cuales pasarían a pertenecer al dominio público. Claro que si alguien se ofreciese a publicar estas primeras ediciones dejando de lado cualquier fin lucrativo, no sería deseable rechazarlo.
[3] (Nota añadida el 15/8/2007.) La teología cristiana fundamentaría esta decisión de salvar a Hitler de un modo más dogmático y expeditivo: "No nos está permitido cometer un pecado para traer a la existencia un bien, por muy alto que sea su rango. Incluso si pecando pudiésemos obtener la salvación eterna de otra persona, no nos estaría permitido pecar" (Dietrich von Hildebrand, Ética, cap. 19, secc. 5).
[4] (Nota añadida el 26/2/2001.) Me parece que aquí Ramphastus equivocó los tantos. Si yo actúo motivado por verdaderos sentimientos de simpatía o compasión, necesariamente beneficiaré más de lo que perjudicaré a la biomasa espaciotemporal. La incertidumbre se hace presente no intrínsecamente al que postulado ético sino por el hecho de que nadie puede nunca estar completamente seguro de que actuó motivado principalmente por sentimientos simpáticos o compasivos. La ética universal es absoluta, la que es relativa (probabilística) es su capacidad de predicción, tal como sucede con cualquier ley científica ciento por ciento verdadera.

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