CORNELIO. -- Lo que veo es que ninguno de los dos sistemas es seguro.
Pero sigo sin entender por qué dice usted que todos nuestros conocimientos
derivan de la experiencia. Quien basa su lógica en premisas extraídas de su
subconciente, o quien utiliza inducciones y deducciones físicas para demostrar
una proposición nacida en su subconciente, y estén o no estas proposiciones
bien traducidas, ¿no conoce cosas independientemente de lo que percibe
sensitivamente?
RAMPHASTUS. -- Los metaconocimientos, que si son bien interpretados
pasan a llamarse intuiciones cuando ingresan en nuestra conciencia, son las
ideas rectoras de nuestras investigaciones, las famosas "ideas
preconcebidas" que la mayoría de los científicos, al menos en teoría,
rechaza precisamente por ser "anticientíficas" y por teñir de
subjetividad una búsqueda que, suponen, debe ser totalmente objetiva y llegar a
conclusiones que no nos alegren ni entristezcan por concordar o no con lo que
presentíamos como verdadero. Si usted quiere llamar conocimientos a estos
presentimientos puede hacerlo, pero ¿quién admitirá su "conocimiento"
sin que usted lo adorne con un par de premisas extraídas por inducción física
de las cuales él sea la indudable conclusión? O ¿quién le dará importancia si
no se deducen de él conclusiones que se verifiquen experimentalmente sin
excepciones y que den la explicación de algún suceso que hasta entonces era
irracional?
CORNELIO. -- Que se admitan o no como verdaderas mis intuiciones es
irrelevante a las intuiciones mismas. Aunque nadie creyera en ellas, no por eso
dejarían de ser consideradas por mí como auténticos conocimientos.
RAMPHASTUS. -- ¡Pero es que ni usted creería en ellas si no las fundamentara
empíricamente! Sus subconciente posee las ecuaciones, su intuición las extrae
de allí para trabajar con ellas, desgranándolas paso a paso por intrincadas que
sean (y su intrincabilidad aumenta exponencialmente conforme la ciencia de la
que tratan se ablanda), hasta que logra despejar las incógnitas, pero estas
verdades no se le hacen patentes a usted en el vacío y le dicen: "Esto es
así y asá, y se acabó el asunto"; no. Lo que hace la intuición no es
rebelarse proféticamente ante su conciencia; su función es directora, lo dirige
a usted hacia donde ella sabe se encuentran ciertas evidencias empíricas que
harán nacer en usted la convicción fundada empíricamente de la veracidad
de la proposición intuida. Si después usted cree que tal convicción no está
fundada empíricamente, no voy a negarle su derecho de creer lo que quiera, pero
esta su creencia será errónea, creo.
CORNELIO. -- ¿Entonces no puedo afirmar que estoy persuadido de algo que
va en contra de toda lógica y experiencia?
RAMPHASTUS. -- Usted no puede creer en algo que vaya en contra de su
lógica y de sus experiencias, lo que no indica que no pueda creer en
algo que vaya en contra de la experiencia lógica ortodoxa de su lugar y tiempo.
Usted puede vivir en la India y no creer en la reencarnación, pero no podrá
desdeñar esta creencia si su lógica y sus experiencias se la sugieren como
evidente.
CORNELIO. -- Todavía sigo sin entender en qué sentido dice usted que no
es conveniente basar nuestras deducciones en percepciones sensitivas siendo que
todas nuestras deducciones están basadas en ellas.
RAMPHASTUS. -- ¿Qué entiende usted por base?
CORNELIO. -- Lo que está debajo de todo el conjunto y lo soporta, siendo
a su vez parte de ese conjunto.
RAMPHASTUS. -- ¡Y qué! ¿Las percepciones sensitivas están debajo del
edificio deductivo del individuo que intuye? ¿No son más bien las intuiciones
las que soportan a las percepciones y luego estás a las deducciones?
CORNELIO. -- ¡Por el perro que tiene usted razón! Las percepciones sólo
están en la base de las deducciones de los individuos que no intuyen, mientras
que en los intuitivos están en el medio, oficiando de nexo entre las
intuiciones y las deducciones. ¡Qué tonto he sido!
RAMPHASTUS. -- No se menosprecie, amigo. El tema que venimos tratando es
arduo y no se lo puede razonar a la ligera como lo estamos haciendo en este
momento.
CORNELIO. -- ¿Por qué dice "razonar"? Según lo manifestado por
usted mismo no estamos razonando, puesto que no se puede razonar concientemente.
RAMPHASTUS. -- ¿Cómo sugiere entonces que llamemos a lo que estamos
haciendo?
CORNELIO. -- Estamos usando la lógica, o sea que estamos conjeturando.
RAMPHASTUS. -- Sea. Pero ¿cómo convencerá usted a las demás personas
para que dejen de utilizar el verbo razonar para dar cuenta de que conjeturan?
CORNELIO. -- No podría. ¿Quiere que modifiquemos los términos de nuestra
conversación?
RAMPHASTUS. -- No; me gusta suponer que no soy yo quien razona, sino mi
subconciente. Pero cuando empleo este verbo como lo empleé recién, es decir,
informalmente, me gustaría que no me lo corrigiese, porque entonces yo podría
replicar diciendo que usted nunca toma sol ni se pega duchas, a pesar de que
seguramente afirma que lo hace.
CORNELIO. -- Mi intención, al corregirlo, fue la de clarificarme, pues
temía no haber entendido muy bien eso del carácter subconciente de la razón.
Pero ya que se ha predispuesto para la ducha, perdón, para la lucha, le haré
notar un razonamiento, ¡perdón!, una conjetura suya que nada tiene de racional,
¡mil perdones!: de conjetural.
RAMPHASTUS. -- ¿Cual será?
CORNELIO. -- La de suponer que la oración "La velocidad promedio de
un vehículo es equivalente a la distancia recorrida por él dividida por el
tiempo que tardó en recorrerla" es una proposición ortodoxa, cuando en
realidad es una definición sintética o científica del concepto
"velocidad".
RAMPHASTUS. -- Tiene razón. Lo que pasó fue que yo quería convencerlo de
que hay leyes aritméticas puras, cien por ciento verdaderas, que son capaces de
concienciarse sin perder ni un céntimo de su credibilidad, y di el ejemplo de
la velocidad por encontrarlo muy evidentemente verdadero.
CORNELIO. -- ¡Como para no ser verdadero! Es lo mismo que decir
"Una circunferencia es una figura cuyo centro es equidistante a cada uno
de sus puntos". ¿Quién me lo va a discutir?
RAMPHASTUS. -- Está bien. Tomemos otro ejemplo: "La presión es
igual a la fuerza aplicada dividida por la superficie en la que se
aplica".
CORNELIO. -- ¿Me está cargando?
RAMPHASTUS. -- Disculpemé. ¿Qué le parece la ley de Boyle-Mariotte?
CORNELIO. -- ¿Qué propone dicha ley?
RAMPHASTUS. -- Que los volúmenes que ocupa una misma masa de gas, a
temperatura constante, son inversamente proporcionales a sus respectivas
presiones.
CORNELIO. -- Expréselo con una ecuación aritmética, así podremos juzgar
mejor si esta proposición es ciento por ciento verdadera.
RAMPHASTUS. -- La presión soportada por una masa de gas, multiplicada
por el volumen que esa masa ocupa, es igual a una constante, o sea una cifra
que no variará por más que aumentase o disminuyese la presión aplicada.
CORNELIO. -- ¿Y usted sugiere que estos dos señores descubrieron esta
ley mediante un buceo subconciente, prescindiendo de las inducciones?
RAMPHASTUS. -- De ningún modo. Creí que había quedado claro que la única
forma de conocer es a través de la inducción. Y tampoco afirmo que
necesariamente hayan sido guiados por sus intuiciones hacia las inducciones
correctas, pues cuando de leyes sencillas como ésta se trata, se puede llegar a
ellas prescindiendo de la intuición, basándose sólo en inducciones físicas y
deducciones. Lo que yo digo es que, sea que hayan descubierto la ecuación
gracias a un proceso intuitivo, sea que la descubrieran sin el auxilio de este
proceso, la ecuación es, fue y será ciento por ciento verdadera en cualquier
caso y en cualquier rincón del universo en el que se la utilice, o sea que es
una proposición que concuerda exactamente con una ley natural perteneciente al
universo abstracto de las relaciones numéricas.
CORNELIO. -- Y la ley que dice que la masa de un objeto cualquiera se
mantiene constante por más que varíe su temperatura, ¿tiene también este rango
de ley natural absoluta, no susceptible de perfeccionamiento?
RAMPHASTUS. -- Lo tenía hasta hace un tiempo, cuando se descubrió,
gracias al mejoramiento de la tecnología de la medición, que la masa de un
objeto aumenta unas pocas infinitésimas si se lo calienta[1].
CORNELIO. -- ¿Y cómo usted no aprende con el ejemplo? ¿No creían los
físicos de antaño respecto de este principio lo mismo que cree usted de la ley
de Boyle-Mariotte? ¿Por qué no puede sucederle a esta ley lo que le sucedió a
la anterior?
RAMPHASTUS. -- Usted quiere convertirme al escepticismo total, y eso no
puedo permitirlo, pues todo mi vivir ha estado signado por el combate
intelectual contra el ateísmo y el escepticismo, los dos grandes flagelos
espirituales de la humanidad.
CORNELIO. -- Comparto su repugnancia por el ateísmo, pero ¿por qué
habría de ser un flagelo el escepticismo?
RAMPHASTUS. -- No estoy seguro.
CORNELIO. -- ¿?
RAMPHASTUS. -- ¡!
CORNELIO. -- El escepticismo es el mejor remedio contra la intolerancia.
RAMPHASTUS. -- ¿Está seguro?
CORNELIO. -- Ciertamente... no. Pero estoy casi seguro, a más no
llego. Creo que le haría bien olvidar aunque sea por un tiempo ese dogmatismo
epistemológico que ostenta. Si la duda continua lo hace más infeliz, puede
volver a la certeza. Con probar no se pierde nada...
RAMPHASTUS. -- Eso es mentira: en principio se pierde tiempo, que ya es
decir mucho. Pero igual probaré. Hace muchos años tenía yo un amigo llamado
Jorge que refunfuñaba el día entero en contra del ateísmo y del escepticismo.
Creo que en cierta medida me contagió. Tal vez de ahí venga la fobia. Pero
¿usted no se asombró cuando hace rato afirmé que todo razonamiento conciente no
es más que conjetural?
CORNELIO. -- No, no me asombré. Hice como que me asombré porque quería
llevarlo a que admitiera lo que yo admito: la imposibilidad de no dudar aunque
sea mínimamente de toda ley fenomenológica existente o por existir. Por
supuesto que se pueden llegar a conocer concientemente las leyes puras,
perfectas de la naturaleza que nos subyacen, pero que conozcamos una ley
perfecta no implica que seamos concientes de su perfección. Es muy probable
que la ley de Boyle-Mariotte sea perfecta, que no admita mejora o excepción
ningunas, pero nunca podremos estar seguros de ello[2],
como no sea que me venga con ecuaciones de velocidades y presiones que no son
más que definiciones de las mismas.
RAMPHASTUS. -- Lo felicito, señor Cornelio, y es que su dialéctica
erística después de todo me ha llevado al punto al que me quería llevar.
CORNELIO. -- ¿Qué dialéctica erística? ¡Si el que discurre es usted, yo
sólo soy su partener!
RAMPHASTUS. -- Mejor que así sea, porque no me gusta eso de retomar
convicciones previamente abandonadas. Voy a admitir que no es posible aseverar
la certeza absoluta de ninguna proposición concerniente al mundo fenomenológico,
por evidente y a priori que parezca; pero no quiero creer que su escepticismo
llegue al extremo de dudar de las proposiciones matemáticas demostradas
deductivamente...
CORNELIO. -- De lo único que yo no dudo es de que 1 + 1 es igual a 2, 8
dividido dos es igual a cuatro y cosas similares. Yo no dudo de las
proposiciones aritméticas evidentes; de las proposiciones matemáticas no
aritméticas... no puedo decir lo mismo.
RAMPHASTUS. -- ¿Duda del teorema de Pitágoras?
CORNELIO. -- Dudo de su absoluta certeza cuando se lo aplica en
geometrías no euclidianas.
RAMPHASTUS. -- Los axiomas en los que se basa el teorema se
sobreentiende que responden a la geometría euclidiana...
CORNELIO. -- ¡Entonces no me pida que le asegure que tal teorema es
absolutamente verdadero en cualquier caso y en cualquier tiempo y lugar! Las
proposiciones geométricas, por el hecho de utilizar el espacio como marco de
referencia, pertenecen al mundo fenomenológico tanto como las proposiciones
físicas. Si usted me traduce dicha proposición a un lenguaje aritmético que no
dependa de axiomas geométricos, ahí veremos si se puede afirmar su absoluta certeza.
RAMPHASTUS. -- Pero si yo afirmo que "el teorema de Pitágoras se cumple inexorablemente siempre y cuando no nos
salgamos de la geometría euclidiana", ¿cabe alguna duda de la total
veracidad de este aserto?
CORNELIO. -- No cabe, como tampoco cabe dudar de que "la remera que
tengo puesta es predominantemente del color que la gran mayoría de los
hispanoparlantes llama azul", pero esta proposición no tiene nada de ley
universal. Yo no digo que haya que dudar de toda proposición, digo que hay que
dudar de toda proposición que se jacte de ser ley universal, o sea que se jacte
de ser cierta en todo tiempo y espacio. Mi remera sólo se jacta de ser azul
ahora y acá, no se arriesga a decir que seguirá siendo azul dentro de diez mil
años; y asimismo, el teorema de Pitágoras no se jacta de ser cierto en todo espacio sino sólo
en el espacio euclidiano, y al restringirse de esa manera, al abandonar sus
aspiraciones universalistas, se hace merecedor del calificativo de
indudablemente verdadero, que tanto desagrado me provoca[3].
RAMPHASTUS. -- ¡Y vaya con el ecléctico! Lo único que falta es que,
siendo claramente una proposición con rango legal, comience usted a dudar del
determinismo universal que se deduce del sustrato aritmético de todo
fenómeno...
CORNELIO. -- ¿Usted no duda nada de él?
RAMPHASTUS. -- Esteee...
CORNELIO. -- Yo dudo del determinismo universal, aunque creo muchísimo
más en él que en la hipótesis de la contingencia.
RAMPHASTUS. -- Pero si el pandeterminismo fuese falso, ¡se caería con él
toda mi doctrina panaritmética!
CORNELIO. -- ¿Y usted no duda de su panaritmeticismo?
RAMPHASTUS. -- Esteee...
CORNELIO. -- Yo sí que dudo, aunque lo sospecho muy probable. ¿Qué
placer habría en la búsqueda de la verdad, ¡qué digo!: ¿qué búsqueda de la
verdad habría si no hay dudásemos hasta de nuestras más firmes convicciones?
Quien no dudase de la existencia de Dios, ¿para qué lo buscaría? Pero quien no
busca a Dios es un ateo; luego, quien no duda de la existencia de Dios es un
ateo.
RAMPHASTUS. -- Esa deducción es incorrecta y usted lo sabe.
CORNELIO. -- Es incorrecta, pero también es hermosa...
RAMPHASTUS. -- Lo que contradice al principio que afirma que todo lo
bello es bueno y verdadero. Pero ¡mire qué tarde (o qué temprano) se ha hecho!
Ya quiere aclarar; creo que deberíamos retirarnos a nuestros aposentos.
CORNELIO. -- No tan de prisa, que mi cerebro aún no aclaró del todo.
Tengo algunas dudas...
RAMPHASTUS. -- ¡Qué raro!
CORNELIO. --… que me gustaría evacuar.
RAMPHASTUS. -- Evacue nomás. Para eso estamos; no se olvide de que soy
escatólogo.
[1] Para ejemplificar la
pequeñez del agrandamiento, digamos que si calentásemos el agua de una piscina
que estando a 0° C presenta un peso de 200 toneladas, llevándola hasta su punto
de hervor, el volumen de agua pasaría a pesar 200 toneladas... y 1 gramo.
[2] (Nota añadida el 28/8/2.)
Hoy estoy seguro de esta ley, pero no seguro de su certeza, sino de su
falsedad. Yo ya me lo sospechaba, y fue el profesor Imre Lakatos, desde su libro
Matemáticas, ciencia y epistemología, p. 167, quien me confirmó que el
enunciado de la ley de Boyle-Mariotte, "tomado de modo estricto, es falso.
Podría ser verdadero sólo para los gases ideales, esto es, para gases que
constan de bolas de billar completamente elásticas. Pero incluso esto se
derrumba cerca del cero absoluto [-273 °C]; sólo podemos salvar la tesis
añadiendo más y más cualificaciones a la formulación". Y esta situación,
según Lakatos, se da en todas y cada una de nuestras leyes naturales, pues
"como el universo es infinitamente variado, es muy probable que sólo los
enunciados de longitud infinita puedan ser verdaderos". Yo creía, junto
con el principal referente de Lakatos, con Karl Popper (ver, por ejemplo, el primer
párrafo de la secc. 9 del cap. 1 de su Conocimiento objetivo), que la
ciencia podría potencialmente descubrir alguna que otra ley exacta --aunque
nunca fuese capaz de asegurar su veracidad. Pero ya no lo creo. Me pasé al
bando de Lakatos, y digo con él (pp. 167-8) que "me parece que la
estructura ontológica del universo es tal que todos los enunciados universales
de longitud finita son falsos".
[3] (Nota añadida el 20/3/2.)
Cabe aquí glosar una sentencia de mi amigo Einstein, proferida en una conferencia
que diera en llamar "Geometría y experiencia" y rescatada por Rudolf
Carnap en su libro Fundamentación
lógica de la física, p. 158: "En la medida en que los teoremas de la
geometría se refieren a u la realidad
[fenomenológica], no tienen certeza. Y en la medida en que poseen certeza, no
se refieren a la realidad [fenomenológica]". Y en relación a mi
proposición "La remera que tengo puesta...", Carnap la clasificaría
como un "enunciado universal accidental", sin forma nómica, para
distinguirlo de las bien llamadas leyes físicas, que son "enunciados
universales genuinos" y sí poseen forma nómica, que es lo que los hace
lógicamente aplicables en la totalidad del universo espaciotemporal.
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