José López es un
ferviente católico; las monjitas del convento en donde quiso esconder el botín
lo tenían en gran estima. Es católico, pero no cristiano; deduzco esto porque
ya sabemos lo que opinaba Jesús de las personas adineradas. Seguramente los
párrafos de la Biblia que más disfruta López son los salmos, especialmente el
112: "¡Aleluya! Cuán bienaventurado es el hombre que teme a
Jehová [...]. Bienes y riquezas hay en su casa, y su justicia permanece para
siempre". El salmista dice, o sugiere, que las riquezas terrenales
constituyen fiel testimonio de la devoción religiosa de un buen judío. José
López es entonces admirador de David, no de Jesús. Y, de paso, digamos que
Jesús, cuando dijo "no penséis que he venido para abrogar la ley o los
profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir" (Mateo 5:17),
seguramente nos estaba tomando para la chacota.
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