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sábado, 5 de mayo de 2018

El pampsiquismo de Robinet


Siguiendo la línea trazada por Maupertuis aparece Jean-Baptiste Robinet, pensador de tendencia materialista que no sintió, como Diderot, la necesidad de matizar o suavizar su hilozoísmo con el recurso de la sensibilidad inerte o latente. Según él, la materia es siempre sensible, tanto en los organismos como en los compuestos inorgánicos. Relativizó las diferencias cualitativas entre lo animado y lo inanimado, lo racional y lo irracional, por resultar contrarias al principio de continuidad que rige en la naturaleza. Necesariamente –sostenía-- debe existir ya en la materia bruta un germen de alma y de inteligencia. Este pensador francés imprimió en Holanda, hacia 1760, su tratado De la naturaleza,

al cual añadió unas Consideraciones filosóficas sobre la gradación natural de las formas del ser [...]. Era su objeto hacer ver que hay equilibrio de bien y de mal en el mundo; quería que el universo fuese animado; que todos los seres, aun los planetas y las estrellas, tuviesen la facultad de reproducirse como los animales; citaba, en apoyo de su opinión, una multitud de autoridades que había ido a buscar no se sabe adónde, y no parecía convencido de su sistema, a pesar de publicarle. En resumen, compuso un pobre libro que tuvo por de pronto alguna reputación, pero que fue olvidado bien pronto (Jean-Baptiste BouvierHistoria elemental de la filosofía, tomo I, p. 389-90).


A las claras se nota que este obispo católico no comulgaba con las ideas de su tocayo. Yo comulgo, aunque eso de que los planetas y las estrellas se reproducen como el resto de nosotros me parece ya un poco exagerado. En general podemos dividir las concepciones hilozoístas en dos grandes vertientes: la que considera a la materia como viviente y la que piensa que el mundo, los planetas y las estrellas poseen un alma. Ejemplo de la primera vertiente serían los hilozoístas presocráticos, Spinoza, Conway, Leibniz y Maupertuis; la segunda vertiente la lideran Platón, Telesio, Campanella, Bruno y Fechner. Robinet, según parece, dividió aguas entre estos dos postulados. Yo me inclino más por el primer tipo de hilozoísmo, aunque no descarto por completo al segundo[1].


[1] Existe también una tercera vertiente hilozoísta-pampsiquista, y es la de los pensadores que conciben que el animador del mundo es el mismo Dios, pero no lo identifican con el mundo como en el panteísmo. En la antigüedad: con influjos heraclitianos (el logos-fuego sería divino), los primeros estoicos como Zenón de Citio y Crisipo de Solos, según atestigua Diogenes Laercio. En la Edad Media: algunos platonizantes como Thierry de Chartres (+1153) afirmaron que Dios es la forma essendi del mundo, lo mismo que Clarembaldo de Arras (+1170); Guillermo de Shelley (1080-1145) admitió el alma del mundo que podría ser, o un principio inmaterial, o una fuerza natural, o el Espíritu Santo. Quien sí llega al panteísmo es Almerico de Benes (1140-1206) al sostener que Dios es el principio formal de todas las cosas a las que da su misma existencia (cf. Gustavo Ponferrada, Filosofía de la Naturaleza).

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