Siguiendo la línea trazada por
Maupertuis aparece
Jean-Baptiste Robinet, pensador de
tendencia materialista que no sintió, como Diderot, la necesidad de matizar o
suavizar su hilozoísmo con el recurso de la sensibilidad inerte o latente.
Según él, la materia es siempre sensible, tanto en los organismos como en los
compuestos inorgánicos. Relativizó las diferencias cualitativas entre lo animado y lo inanimado, lo
racional y lo irracional, por resultar contrarias al principio de
continuidad que rige en la naturaleza. Necesariamente –sostenía--
debe existir ya en la materia bruta un germen de alma y de inteligencia. Este pensador francés imprimió en Holanda, hacia 1760,
su tratado De la naturaleza,
al cual añadió unas Consideraciones
filosóficas sobre la gradación natural de las formas del ser [...]. Era su
objeto hacer ver que hay equilibrio de bien y de mal en el mundo; quería que el
universo fuese animado; que todos los seres, aun los planetas y las estrellas,
tuviesen la facultad de reproducirse como los animales; citaba, en apoyo de su
opinión, una multitud de autoridades que había ido a buscar no se sabe adónde,
y no parecía convencido de su sistema, a pesar de publicarle. En resumen,
compuso un pobre libro que tuvo por de pronto alguna reputación, pero que fue
olvidado bien pronto (Jean-Baptiste Bouvier, Historia elemental de la filosofía, tomo I, p. 389-90).
A las claras se nota que este
obispo católico no comulgaba con las ideas de su tocayo. Yo comulgo, aunque eso
de que los planetas y las estrellas se reproducen como el resto de nosotros me
parece ya un poco exagerado. En general podemos dividir las concepciones
hilozoístas en dos grandes vertientes: la que
considera a la materia como viviente y la que piensa que el mundo, los planetas
y las estrellas poseen un alma. Ejemplo de la primera vertiente serían los
hilozoístas presocráticos, Spinoza, Conway, Leibniz y Maupertuis; la segunda vertiente la lideran Platón, Telesio, Campanella,
Bruno y Fechner. Robinet, según parece, dividió aguas entre estos dos
postulados. Yo me inclino más por el primer tipo de hilozoísmo, aunque no
descarto por completo al segundo[1].
[1] Existe también
una tercera vertiente hilozoísta-pampsiquista, y es la de los pensadores
que conciben que el animador del mundo es el mismo Dios, pero no lo identifican
con el mundo como en el panteísmo. En la antigüedad: con influjos heraclitianos
(el logos-fuego sería divino), los primeros estoicos como Zenón de Citio y Crisipo de Solos, según atestigua
Diogenes Laercio. En la Edad Media: algunos platonizantes como Thierry de Chartres (+1153)
afirmaron que Dios es la forma essendi del mundo, lo mismo
que Clarembaldo de Arras (+1170); Guillermo de Shelley (1080-1145)
admitió el alma del mundo que podría ser, o un principio inmaterial, o una
fuerza natural, o el Espíritu Santo. Quien sí llega al panteísmo es Almerico de Benes (1140-1206) al
sostener que Dios es el principio formal de todas las cosas a las que da su
misma existencia (cf. Gustavo Ponferrada, Filosofía de la Naturaleza).
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