Decía el Mahatma Gandhi que el aprendiz de filósofo, es decir, el
buscador de verdades,
debe ser tan humilde como
el polvo. El mundo aplasta el polvo bajo sus pies, pero el que busca la verdad,
ha de ser tan humilde que incluso el polvo pueda aplastarlo. Sólo entonces, y
nada más que entonces, obtendrá los primeros vislumbres de la verdad (Mohandas
Gandhi, Autobiografía, introducción [p.
16]).
Coincido
con esta apreciación: la humildad es la llave que nos permite ingresar al
sagrado recinto de los juicios verdaderos. Sin embargo, no coincido con la idea
que parecía tener Gandhi de lo que es una persona humilde. "Hasta tanto un
hombre --decía-- no se considere el último entre las otras criaturas, no hay
salvación para él" (ibíd.,
anteúltimo párrafo). Yo no creo que la humildad pase por considerarse uno mismo
el último entre las criaturas; eso constituiría más bien una ceguera a los
propios valores (intelectuales, éticos y demás). Para mí, una persona humilde
es aquella que actúa y se posiciona como
si fuese la última entre todas las criaturas, pero sin caer en el error de
creerse verdaderamente que tal posicionamiento se verifica en la escala jerárquica
de los seres. Así, si se nos cruza en nuestro camino un rebaño de ovejas, no lo
importunaremos e interrumpiremos su andar con la excusa de que llevamos prisa y
que nuestros asuntos son más importantes, sino que esperaremos pacientemente
que se despeje el camino y recién ahí continuaremos nuestra marcha. Estaremos
así dando prioridad a las ovejas por sobre nuestros propios intereses, pero
esto no significará en absoluto que nos consideremos éticamente,
intelectualmente, culturalmente, etc., inferiores a estos mamíferos, porque
sería ésta una torpe mentira, y la mentira es inmoral, sea que la practiquemos
con el prójimo o con nosotros mismos. Polvo seremos, y como buen polvo seremos
pisados y machacados y no tendremos derecho a protestar, pero seremos polvo
inteligente, porque el pie que nos pisa y nos machaca no será mejor que
nosotros, y nosotros lo sabremos. Y estaremos orgullosos de seguir
comportándonos con humildad a pesar de tener conciencia de nuestra
superioridad. La verdadera humildad está en saberse superior a otra persona, o
a otro ser cualquiera, y sin embargo permanecer allí, como polvo, en el piso,
esperando el pisoteamiento.
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