Gradación
de la inteligencia:
1) Inteligencia utilitaria. Es la empleada
en la utilización de artefactos y herramientas. Todo ser humano con uso de
razón la posee, e incluso algunos animales no humanos también han dado muestras
de poseerla.
2) Inteligencia social. Es la empleada en
el trato con nuestro prójimo. Casi todo ser humano con uso de razón la posee.
3) Inteligencia política. Es la empleada en
la elaboración de ideas, esquemas o ideales relacionados con nuestra situación
política y económica y con la de nuestro entorno. La generalidad de la gente la
posee, aunque sólo un pequeño porcentaje la utiliza correctamente; el resto
(gran cantidad de periodistas incluidos) no pasa del mero chismerío, la crítica
sin propuestas alternativas y la inmoral delación.
4) Inteligencia científica. Es la empleada
en la elaboración de ideas relacionadas con la ciencia en sus diferentes
vertientes. Muy poca gente la posee, y menos aún son quienes alcanzan a
elaborar teorías revolucionarias en este campo.
5) Inteligencia filosófica. Es la empleada
en el análisis, en la elaboración y en la síntesis de ideas o teorías
relacionadas con el ámbito de la filosofía propiamente dicha. Un mínimo
porcentaje de la población actual del planeta la posee, y menos aún son quienes
alcanzan a manejarla con el desparpajo suficiente como para trascenderla y
llegar hasta su mismo nudo, hasta su mismo corazón, y así comprender los
engranajes íntimos de la realidad que nos circunda. Y dentro de esta última
inteligencia --puesto que también es susceptible de gradación-- destaca la
inteligencia ontológica, que es la que nos permite llevar a buen puerto
nuestras especulaciones metafísicas, impugnando posiciones e ideas
inconciliables que en apariencia podrían complementarse o viceversa. Y destaca
también, por sobre la inteligencia ontológica, la inteligencia trascendente,
que es la que nos permite resolver los problemas trascendentales de nuestra
existencia.
Entre
la inteligencia utilitaria y la inteligencia trascendente hay, pues, una buena
cantidad de inteligencias intermedias. Tal vez no podamos llegar, por razones
de índole genética o educativa, a rozar las bondades de la inteligencia
trascendente, pero sí o sí deberemos, si queremos egresar del plano racional
más básico y elemental, abandonar la inteligencia utilitaria, la social y la
política para elevarnos hacia la ciencia y la filosofía. De tal elevación
dependerá el futuro de la raza humana, porque si seguimos volando tan bajo como
hasta el presente necesariamente nos estrellaremos, no digamos ya contra las
altas cumbres nevadas, sino incluso contra las más insignificantes colinas del
pensamiento.
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