Toquemos ahora el punto central de la ética de
Tolstoi: la irresistencia al mal y la ineticidad implícita en el castigo a los
criminales.
Dice Vaz Ferreira:
Cree
Tolstoi, sin dejar por esto de execrar el mal, que las penas no sólo no lo
remedian sino que lo agravan: que nuestras cárceles están organizadas de tal
manera que convierten en habitual lo incidental e intensifican el mal natural:
algo así como estufas de crimen. Posiblemente en una buena parte de lo que
afirma ha de tener mucha razón; pero padece la ilusión de que si no existieran
las leyes, de que si no existieran los gobiernos, de que si no existieran, en
el caso especial, las instituciones penales, los códigos, los castigos, las
cárceles o lo que pueda sustituirlas, el crimen tendería a disminuir, casi a
desaparecer (Moral para intelectuales,
p. 69).
¿Eso pensaba Tolstoi? ¿Que sin cárceles el crimen
disminuiría? Sin duda abogaba por la eliminación de los presidios, pero no me
consta que creyera que sin presidios, la criminalidad disminuiría. Antes al
contrario: no habiendo nadie que los controle y los meta presos, los
criminales tenderían a reproducirse como moscas o como conejos, y el crimen
aumentaría. Pone Vaz Ferreira en boca de Tolstoi el siguiente razonamiento:
"Las penas existen, los castigos se aplican, se aprisiona, hasta se mata,
y, sin embargo, el crimen sigue existiendo; por consiguiente, la pena no
influye sobre el crimen". Y luego, como corresponde, lo critica:
Se
comprende que este es un paralogismo. Habría que resolver [...], qué sucedería
si no hubiera absolutamente penas; puesto que sería posible y probable, que el
crimen en ese caso se multiplicara. Aun en el caso de que sean solamente algunos
hombres los que estén destinados a ser criminales, esos mismos hombres, sin
penas, es posible que repitiesen indefinidamente sus crímenes; la pena lo
impide (ibíd., p. 70).
Correcto: La justicia penal impide que el crimen
prolifere. Pero ¿y los criminales?, ¿la
justicia penal impide su proliferación? Pareciera que no; pareciera que la
justicia penal, más que hacer disminuir la cantidad de criminales, coadyuva con
su proliferación (las cárceles como
"estufas" del crimen). Tenemos entonces el siguiente cuadro: el
crimen, merced a la justicia penal, disminuye; pero también, y también merced a
la justicia penal y a los presidios que tal justicia recomienda, aumenta la
criminalidad, es decir, la cantidad de criminales en potencia. Se van
constituyendo, en las diversas sociedades, ejércitos de criminales, sólo que no
cometen crímenes, a no ser que estén seguros de que la pena no los alcanzará. Y
cuanto más dura, cruel y contundente sea la pena, menos crímenes veremos por
las calles (como en las sociedades musulmanas por ejemplo), pero mayor deseo de
criminalidad habrá en el corazón de la gente. No se verá el crimen, ni se
verán, en rigor, los criminales, pero se sentirán... En el aire se percibirá el
hedor psicológico de tales represiones, y lo que se reprime por demasiado
tiempo... Por eso digo --independientemente de lo que opinaba Tolstoi en este
asunto-- que la cárcel cumple su función a las mil maravillas: elimina buena
parte de las acciones criminales al mantener encerrados a todos aquellos que
son adictos al crimen y no saben contenerse. Pero cumple su función en el corto
y, a lo sumo, en el mediano plazo, mas no en el plazo largo. La represa se
llena, el nivel del agua sube, la presión aumenta... y a la menor fisura, toda
la aldea se inunda. Guardémonos entonces de seguir atajando el crimen sin
atajar las causas de la criminalidad, no sea que terminemos siendo todos
potenciales criminales, todos gotas de esa catarata que se asoma por sobre la
represa.
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