RAMPHASTUS. -- ¿A qué se refiere?
CORNELIO. -- ¿No son el tiempo y el espacio meras construcciones
mentales, lo mismo que la materia que allí existe?
RAMPHASTUS. -- Eso afirmo, parafraseando al gran Emmanuel, que Dios lo
tenga en la gloria númerológica.
CORNELIO. -- Y su paráfrasis, ¿llega también a lo que pensaba este
alemán respecto de la causalidad, a saber, que es el modo en que se relaciona
la materia entre sí a través de las fuerzas que la mueven?
RAMPHASTUS. -- Me imagino adónde quiere llegar, pero dejaré que termine:
sí.
CORNELIO. -- Pero usted dijo que la cosa en sí de cada suceso
espaciotemporal es objetiva, o sea que no está en ninguna conciencia, y que a
la vez está relacionada con el suceso mismo que si depende de una conciencia
para existir.
RAMPHASTUS. -- Sí, dije algo así.
CORNELIO. -- Pero ¿qué tipo de relación es ésta? ¿La cosa en sí es la
causa de la aparición del fenómeno en nuestra conciencia? ¿Cómo podría serlo,
si la causalidad está impedida de salirse del espaciotiempo?
RAMPHASTUS. -- Sí, sabía que ahí se dirigía, y lo sabía porque yo
también me hice las mismas preguntas unos años atrás, y di vueltas y vueltas
tratando de solucionar esta contradicción, hasta que caí en la cuenta de que, o
bien tenía que eliminar la existencia de la cosa en sí, o bien no eliminarla
directamente a ella pero sí a la relación que se supone tiene con el fenómeno
perceptible, o bien, y esto fue lo que hice para que mi sistema no estallara,
darle a la causalidad un rango mayor que el que le da la ciencia, hacerla
trascender el espaciotiempo para que llegue hasta las entrañas mismas de la
cosa en sí y así poder decir, con la soltura que me caracteriza, que la cosa
en sí, o sea la cantidad abstracta, es la causa de todo ser que percibe y de
todo ser percibido, o sea de toda existencia[1].
CORNELIO. -- Y ¿es esta causalidad mecánica (eficiente) o teleológica
(final)?
RAMPHASTUS. -- En el terreno espaciotemporal existe un solo tipo de
causalidad: la mecánico-teleológica. La causalidad teleológica es la causalidad
mecánica vista desde adelante; el mecanicismo estudia efectos a partir de
causas, el teleologismo causas a partir de efectos; el uno apunta a desentrañar
un suceso a partir de sucesos precedentes a él, el otro desentraña ese mismo
suceso a partir de otros que lo atraen, por decirlo así, hacia el futuro. La
marcha de los sucesos que se perciben, va desde el pasado hacia el futuro, pero
es tan cierta la imagen esa que muestra al pasado empujando los sucesos hacia
el futuro como aquella otra que muestra al futuro tirando de los sucesos hacia
su seno. En los procesos inorgánicos la naturaleza teleológica de la causalidad
tiende a esconderse debajo de la mecánica, y en los procesos orgánicos es al
revés, pero lo cierto es que la causalidad es una sola: mecanicismo y teleología
son las dos caras de una misma moneda[2].
CORNELIO. -- Excelente discurso... que no contesta a mi pregunta.
RAMPHASTUS. -- Evidentemente la causalidad trascendente no puede ser
mecánico-teleológica, porque ésta necesita siempre del espaciotiempo.
CORNELIO. -- ¿De qué tipo es entonces?
RAMPHASTUS. -- No lo sé, ni podría saberlo. Todo lo que huye del
espaciotiempo es imposible de conocer concientemente.
CORNELIO. -- Pero no inconcientemente...
RAMPHASTUS. -- No se puede conocer inconcientemente; hay contradicción.
Conocer implica tomar conciencia de un proceso o suceso, o de un determinado
estado de cosas.
CORNELIO. -- Pero usted dijo que Dios es el inconciente; ¿significa que
nunca podremos conocer a Dios?
RAMPHASTUS. -- Dios es abstracto, no pertenece al espaciotiempo. Luego,
no podemos conocerlo directamente. A lo más que se puede aspirar es a conocer
las relaciones que se operan en su interior (a través de la aritmética) o las
representaciones que nuestra conciencia espaciotemporal nos ofrece de Él.
CORNELIO. -- ¿La razón no puede ayudarnos a conocerlo?
RAMPHASTUS. -- Ya le dije que la razón conciente opera mediante
representaciones espaciotemporales.
CORNELIO. -- ¿Y la razón pura?
RAMPHASTUS. -- La razón pura es la razón conciente que se abstrae de sí
misma y se torna inconciente. La razón pura es la razón de Dios; cuando emerge,
a través de representaciones, a la conciencia de un ser, se transforma en la
razón conjetural del ser, y ya no hay garantías de que no nos mienta en
relación al funcionamiento de las leyes naturales, lo que prueba una vez más,
puesto que Dios nunca miente, que el Todopoderoso es inconocible.
CORNELIO. -- ¿Dios es el inconciente o es nuestro inconciente?
RAMPHASTUS. -- Hay un solo inconciente, que es el inconciente de Dios,
pero también puede llamársele el inconciente colectivo, puesto que todos los
inconcientes de todos los seres, animados o inanimados, participan de este
colectivismo, se agrupan en un solo ser al que llamo Dios, pero la relación es
de tal suerte que todo Dios constituye cada inconciente
particular, y así cada sustancia participa de Dios sin dejar de ser ella misma
un reflejo de la totalidad del ser divino.
CORNELIO. -- Entiendo: existe un solo inconciente, que es a su vez el
inconciente de cada uno de nosotros. Pero Dios, ¿no tiene conciencia?
RAMPHASTUS. -- Dios es (tal vez me expresé mal), más que el inconciente
universal, la Mente universal, y como toda mente tiene conciencia e
inconciencia. Su inconciencia, ya lo dijimos, opera con cantidades, con
números, mientras que su conciencia opera con calidades, o sea con cualidades.
Estas cualidades forman el tejido a simple vista desordenado de lo que llamamos
naturaleza fenomenológica, que por estar regida por leyes matemáticas
subyacentes a ella resultaría totalmente predecible para una conciencia
infinitamente sabia, siendo para nosotros sólo predecible hasta cierto punto
(estadísticamente predecible) debido a las "trampas" que nos tienden
los sentidos y los razonamientos defectuosos. Definiendo un poco los tantos, y
agregando el campo del subconciente como una especie de separador entre el
mundo en sí y su representación, digamos que Dios es la Mente universal que en
su parte inconciente no es más que puras cantidades, cantidades que, al pasar
al subconciente de los individuos, comienzan a relacionarse entre sí
aritméticamente, formando la infinidad de ecuaciones que dan base a todas y cada una de las leyes
naturales que se ocupan de regir los movimientos de la materia, materia que no
es otra cosa que Dios mismo concretizado en nuestra conciencia. Dios es al
mismo tiempo lo abstracto y lo concreto, lo en sí y lo fenomenológico. O sea,
Todo.
CORNELIO. -- ¿Dios es las chancletas suyas?
RAMPHASTUS. -- Y las suyas también.
CORNELIO. -- ¿Dios es los orines suyos?
RAMPHASTUS. -- Y los suyos también.
CORNELIO. -- ¿No es ésta una forma de rebajar a Dios?
RAMPHASTUS. -- El que así piensa piensa que Dios es susceptible de
rebaja.
CORNELIO. -- Si yo dejo de percibir, ¿no estoy matando a Dios?
RAMPHASTUS. -- A lo sumo está ocultando su aspecto
fenomenológico, su conciencia, pero nunca podrá usted matar a su inconciente,
que es la verdadera sustancia inmortal de su espíritu, y que es la esencia de
Dios.
CORNELIO. -- Y este su Dios, ¿cómo nos proporciona los conocimientos?
RAMPHASTUS. -- Por medio de las experiencias sensitivas.
CORNELIO. -- ¿Entonces el innatismo es falso?
RAMPHASTUS. -- Es verdadero, si mucho no me engaño.
CORNELIO. -- ¡Póngase de acuerdo consigo mismo antes de hablar!
RAMPHASTUS. -- Todos nuestros razonamientos derivan del inconciente
colectivo, o sea que ya están en nuestra mente desde antes de nacer; pero están
en lenguaje algorítmico, y no podemos aprovecharnos de ellos en su forma pura.
Necesitamos de las imágenes espaciotemporales, o sea de nuestras percepciones,
para poder traducir esos razonamientos a un idioma útil para nuestro bienestar.
CORNELIO. -- ¿Pero no concordó usted conmigo cuando afirmó que nuestras
percepciones sensitivas suelen engañarnos si las utilizamos como base de
nuestras deducciones?
RAMPHASTUS. -- No mezclemos las cosas. Los conocimientos no son
deducciones, y las deducciones, si son realizadas concientemente, no son
razonamientos.
CORNELIO. -- Creo saber qué son las deducciones, pero ¿en qué se
diferencia el conocimiento del razonamiento?
RAMPHASTUS. -- En que el primero es algo concreto y el segundo algo
abstracto. Ahora preste atención a la disertación siguiente, porque no quiero
repetirla. Hablaré despacio para que no se pierda:
La única forma de conocer es a través de los sentidos, pero si usted
quiere sacar alguna conclusión que generalice una serie de conocimientos
tomados de la experiencia, tiene dos caminos para elegir: A) realizar
inducciones físicas (conjeturales) que lo lleven hacia una proposición
abarcativa, o B) preguntarle a su subconciente cuál es la proporción exacta
(aritmética) que se esconde detrás de aquellos datos empíricos. Si opta por A
(y estoy hablando figuradamente, pues por lo general uno no es conciente de
esta opción), obtendrá una proposición conjetural que bien podrá ser verdadera,
más o menos verdadera o falsa; en cualquier caso usted no podrá estar seguro de
la veracidad de la proposición por más que la misma se vista con ropaje
aritmético, y no estará seguro porque la metodología utilizada para llegar a
ella, la inducción física, es intrínsecamente insegura, y por eso, amén de ser
abstracta, me niego a considerarla un razonamiento. Si en cambio usted opta por
B, su subconciente le entregará la ecuación exacta, pero salvo que sea muy
elemental, como en el caso de V =d/t mencionado antes, usted deberá
traducir esa ecuación a un idioma inteligible para su discernimiento, y en esta
traducción suele perderse buena parte de la veracidad del principio. Así todo
este último método es el que considero racional, pues la razón, según yo creo,
está en nuestro subconciente, de suerte que quien no lo consulta y se guía sólo
por lo que le dice la experiencia ciega no es un ser racional sino induccional
como induccionales son los animales y los niños, que cuando no actúan por
instinto lo hacen por inducción física, pues la parte subconciente de sus
mentes se halla bloqueada y no les es posible extraer nada o casi nada de allí.
Me dirá usted que una vez operada la inducción física es necesario realizar
deducciones, pues de nada le sirve a un león saber que "todas las cebras
son comestibles" si luego no completa esta inducción física con la premisa
menor: "aquello que se ve ahí es una cebra" y con la conclusión de
que "aquello que se ve ahí es comestible", con lo que colegirá usted
que todo el mundo, no sólo los científicos induccionistas sino incluso los
animales, tarde o temprano razonan; pero en lo que usted no repara es en que
para mí una deducción no es un razonamiento, puesto que los razonamientos son
abstractos, y no hay nada más concreto que un silogismo. La única ventaja que
tiene la deducción por sobre la inducción física es que no cabe dudar de su
seguridad absoluta, de modo que si las premisas son verdaderas la conclusión es
necesariamente verdadera, pero éste no es motivo suficiente para igualar
deducción con razonamiento. Toda operación lógica que se produzca en nuestra
conciencia, sea deductiva o inductiva, no puede ser, por el hecho de ser
conciente, racional, sino conjetural, pues se refiere a sucesos concretos
(incluso en los casos en los que se llama "números" o
"símbolos" a esos sucesos) y parte necesariamente de inducciones
físicas, lo que la torna insegura por más que después opere con impecables
deducciones. Ya ve usted que conocemos nada más que lo que nuestros sentidos
nos presentan y deducimos e inducimos de acuerdo a sus datos, y esto es lo que
la ciencia llama conocimiento científico. Pero allí sólo existe la lógica y la
conjetura. Si usted busca el razonamiento y la certeza, búsquelos en el
metaconocimiento que nos subyace, mas no sea tan iluso como para suponer que
este metaconocimiento, al subir a su conciencia, no perderá nada de su
aritmética pureza, a menos que sea usted tan puro como él.
[1] (Nota añadida el
28/5/2008.) Si Ramphastus pretendía originalidad con este aserto, errado
estaba, pues el mismísimo Kant afirmaba la posibilidad de
una causalidad extrafenóménica: "Nada impide que atribuyamos al objeto
trascendental [la cosa en sí], además de la propiedad a través de la cual se
manifiesta, una causalidad que no sea fenómeno, aunque su efecto
aparezca en un fenómeno" (Crítica de la razón pura, B 567 de la
nomenclatura erudita).
[2] (Nota añadida el 5/10/9.) Algo parecido había dicho Leibniz hace ya más de 300 años: "Todos los fenómenos de
los cuerpos pueden explicarse mecánicamente o por medio de la filosofía
corpuscular, según ciertos principios de mecánica, enunciados sin tomarse el
trabajo de saber si hay almas o no; pero cuando se lleva al extremo el análisis
de los principios de la física y también los de la mecánica se hace evidente
que no podrían explicarse estos principios sólo por las modificaciones de la
extensión, y que la naturaleza de la fuerza exige ya algunas cosas más"
(carta del Leibniz a Arnauld fechada el 8/12/1686, citada en la p. 86 de
Leibniz. Correspondencia con Arnauld). Esas "cosas más" eran para
Leibniz las causas finales, pues "si las reglas mecánicas dependieran sólo
de la geometría, sin intervención de la metafísica, los fenómenos serían muy
diferentes" (ibíd., p. 10).
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