Además de falta de
personalidad, los ingleses presentan un notorio déficit imaginativo, que se
traduce, por ejemplo, en sus hábitos alimenticios:
Yo creía
que a los ingleses les gustaba mucho el roast-beef,
las patatas y las coles. Pues no hay nada de eso. Lo mismo comerían cartón, si
el cartón alimentara. Si estos ingleses no tienen imaginación en la cabeza,
¿cómo van a tenerla en el estómago? Desde tiempo inmemorial los ingleses vienen
comiendo roast-beef porque todavía no
se les ha ocurrido comer otra cosa. El
roast-beef inglés representa una falta de capacidad imaginativa.
En el argot
de París, a los ingleses se les llama
roast-beef.
[...] Yo no había llegado a
comprender toda la profundidad de esta expresión hasta que vine a Londres. En
fuerza de comer roast-beef todos los
días unas generaciones y otras en Inglaterra, los ingleses parece que, en
efecto, han llegado a convertirse ellos mismos en roast-beef. Son como enormes trozos de roast-beef vivientes. Tienen el mismo color, la misma salud y la
misma sensibilidad del roast-beef. Un
inglés que se come un trozo de roast-beef
me hace pensar en un antropófago que devora a un semejante (Julio Camba, Londres, p. 40).
El síndrome de la
vaca loca (encefalopatía espongiforme
bovina) comenzó en Inglaterra, y comenzó, parece ser, debido a que los
ingleses les daban de comer a sus vacas, junto con los granos y la alfalfa,
restos procesados de otras vacas que ya habían pasado a mejor vida. Atención
entonces, porque si a las vacas se les agujerea el cerebro cuando practican el
canibalismo, no sería extraño que los ingleses, siendo ellos unos roast-beef gigantes, de tanto comer chuletas
comiencen a tener dificultades neurológicas, si es que ya no las están
teniendo.
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