En un nuevo
aniversario del comienzo de la Guerra de Malvinas, me vengo de los vencedores con
esta crónica que Julio Camba escribió respecto de la personalidad, o mejor
dicho de la carencia de personalidad que presentan casi todos los habitantes de
Inglaterra:
Desde que he llegado a Londres,
Inglaterra no deja de hacer esfuerzos para conquistarme. Por lo pronto, ya ha
conseguido que yo me acueste y me levante temprano; que no coma pan y que me
meta toda la cabeza hasta el pescuezo dentro de un sombrero hongo; pero esto no
basta. Es preciso que yo sea un inglés. En Francia, España, en todas partes,
uno es una persona cuando tiene personalidad. Aquí no se es persona mientras no
se pierde la personalidad por entero. Inglaterra no consiente que haya en ella
un hombre diferente de los otros, y en cuanto llega a Londres un extranjero,
todo el mundo cae sobre él hasta reducirlo a la más mínima expresión. [...]
Poco a poco este extranjero va conformándose al molde inglés y al cabo de
algunos meses, ni trasnocha, ni ríe, ni se entusiasma, ni se indigna (Londres, p. 35).
Nosotros los
argentinos trasnochamos mucho, reímos mucho, nos entusiasmamos mucho y (¡qué
pecado!) nos indignamos mucho también. Y tal vez por eso perdimos la guerra.
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