No, jamás los
ingleses nos devolverán las Malvinas por propio consentimiento, y no nos las
devolverán por la sencilla razón de que su moral --que la tienen, como todo
pueblo-- es una moral de piratas.
Si el
tiburón no fuera grande y fuerte, si no tuviera el estómago insaciable y los
dientes afilados, tampoco tendría una moral de exterminio. El animal inglés es
ágil, enérgico, musculoso, y tiene la moral de los animales que son así. Estos
días pasados [...] ha salido a la luz una anécdota de Leconte de Lisle, que
define por completo la moral británica. [...] Leconte de Lisle encontrábase en
una posada de la costa bretona. A la hora de almorzar lo instalaron ante un gentleman inglés [...], mofletudo y
colorado. El almuerzo concluía y la criada colocó sobre la mesa una fragante
bandeja de fresas. Entonces el inglés, sin decir una palabra, se apoderó de la
bandeja y la vació totalmente en su plato. La indignación de Leconte de Lisle
estuvo a punto de alcanzar una grandeza épica.
» --Perdone
usted --le dijo al inglés--; a mí también me gustan las fresas.
» --¡Oh! No
tanto como a mí...»
En la mesa
redonda de las naciones, cuando aparece una fuente apetitosa de fresas,
Inglaterra suele también servírselas por entero. ¡Qué quieren ustedes! Las
fresas le gustan mucho (Julio Camba, Londres,
pp. 57-8).
Nuestras islas Malvinas, a nivel
geopolítico, constituyen algo más que un apetitoso plato de fresas; los
ingleses nunca estarán dispuestos ni a compartir el banquete ni mucho menos a
resignarlo por completo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario