… Tal es la
doctrina cristiana. Igualmente alejada del quietismo religioso y de las
pretensiones altivas de los revolucionarios, que sueñan transformar al mundo
sin saber en qué consiste la verdadera felicidad.
León Tolstoi, Placeres crueles
Hoy se cumplen cuarenta y cinco años de la
muerte del Che Guevara. Este siglo que se va no ha dado muchos ejemplos de cómo
el instinto de supervivencia colectivo de los humanos puede opacar y hasta
ridiculizar a la supervivencia instintiva del egoísta, por eso es que no quiero
dejar pasar la oportunidad de declarar mi admiración por alguien que con tanto
estilo se la jugó por los demás, por alguien que rozó muy de cerca el
significado que le doy a la palabra valentía.
Y sin embargo, ¡cuán lejos estoy de
aprobar lo que hizo y pretendió hacer el guerrillero por antonomasia en
supuesto beneficio de la causa humana!
Guevara fue el caso típico de aquel
que superpone el fin a lograr a los medios a utilizar para ello. Las causas
justas lo cegaban, pero no se puede llegar a la justicia si no se ve por dónde
se camina y se choca y pisa a todo aquel que tiene la desgracia de interferir
el paso del ciego. Tuvo una muy particular hidalguía; su "ascetismo"
en medio de la ferocidad que suele caracterizar a las guerras civiles es algo
que debe ser conocido y es el punto en el que me baso para seudoapologiarlo;
mas no creo que haya nunca podido digerir el conflicto evidente que siempre
habrá entre la ética personal y las matanzas, por más que se mate "por una
causa justa" y sin odiar al enemigo, condiciones, según él, indispensables
de ser meditadas y sentidas por el buen revolucionario antes de iniciar
cualquier acción armada.
Desde la Biblioteca del Congreso
de la Nación,
del Congreso de tu nación, esa que
querías, más que ninguna, ver liberada de sus miserias, desde aquí me permito
criticarte, amigo Che, si es que estás en algún lado y podés escucharme.
Yo sé que vos eras demasiado inteligente
como para suponer que el fin justifica los medios. Por eso actuaste como
actuaste en medio de la lucha, como un hombre y no como una bestia, y así se lo
recomendaste a tus soldados. Pero sin embargo no alcanzó. Los medios seguían
siendo malos por mucho que los vistieras de seda. ¿Te acordás cuando mataste a
ese perrito que no se te despegaba y te ladraba continuamente, temiendo que
pudiese delatar tu posición ante el enemigo?
¿Qué sentiste? ¿Nocierto que no te sentiste bien, qué te pareció que te traicionabas
o traicionabas a algo, a una ley no escrita que te decía que no mientras la
situación te lo imponía? Mataste al perro "por una buena causa" y sin
odiarlo, es cierto; pero aun así el perro ya no movió más la cola.
Deberías haber sabido que el fin nace
de los medios que utilizamos para llegar a él. Tal vez lo sabías. Pero entonces
¿cómo no sabías que lo bueno sólo nace de lo bueno, nunca de lo malo, y que si
vos estabas luchando por la vida nunca hubieses podido triunfar por medio de la
muerte?
Si tu conciencia se quedó en el ‘67 me
dirás: "¡Pero si en cierta forma he triunfado! ¿Acaso Cuba no es
libre?" Pues te diré que no, compañero; Cuba no es libre. Eso fue una
ilusión que duró unos años, hasta que la polvareda de alegría que levantaste
con tu revolución se fue asentando y permitiendo ver la realidad que se
ocultaba. Que es la misma de siempre, te lo garanto. O casi la misma: dale un
poco más de tiempo para que se normalice. Vos la disfrutaste. Disfrutaste tu
efímera victoria. Pero ¿de qué le sirve tu revolución de museo al cubano de
hoy, al ser humano de hoy, o mejor, al de mañana?
"Fue lindo mientras duró",
dirán algunos. Pero ¿se puede decir que duró? Unos años son bastante tiempo
para una persona; pero para la
Historia, amigo Che, ¡tu revolución casi no existe!
Hoy le miro la cara a los franceses...
y no los adivino más felices que Robespierre y su camada. ¿Qué clase de
revolución fue ésa que no hizo más dichosos a sus herederos? Razonemos,
compañero: Así como lo bueno no puede nacer de lo malo, lo malo tampoco puede
nacer de lo bueno. Pero ¿habría existido un Napoleón si no hubiese habido una
revolución francesa? Luego Napoleón, históricamente hablando, debe su
existencia a la revolución francesa, nació de ella, es el lógico efecto de
tamaña causa. Entonces hay dos posibilidades: que la revolución francesa haya
sido buena y su consecuencia, Napoleón, también lo sea, o que ambos, madre e
hijo, hayan sido una lastimosa experiencia. ¿Con cuál de las hipótesis se queda
usted, Comandante?
Y de los rusos, ¿qué me contás? Ayer
alabando al marxismo y hoy tomando Coca-Cola... Lenin nunca pensó que su
megarrevolución iba a resultar tan extensa en espacio como efímera en tiempo.
Lo mismo Mao con sus chinos; los orientales son cabezas duras, pero igual están
volviendo.
Y hablando de orientales, ese viejito
que te pasó por al lado montado en su nube, ¿sabés quién es? Es mi amigo
Gandhi, un santo que se metió en política. Y así le fue. ¿Se ve desde allá arriba
la muralla china? ¿Cómo que no?, ¡si me dijeron que se ve desde la luna! Mirá
bien, y una vez que la localices mirá un poco más abajo. Vas a ver una especie
de triángulo al que llaman la
India. Allí fue donde aquel pequeño personaje, así como lo
ves, bajito, pelado, narigón, orejudo y desdentado, organizó la revolución
política más trascendente de la historia. Y sin embargo fracasó. ¡Sí, fracasó!
¿No te contaron lo que pasó después entre los hindúes y los musulmanes? ¿Y lo
que pasa ahora, no lo ves? ¿No ves a la gente muriendo miserablemente en las
calles de Calcuta, víctima de terribles enfermedades? ¿No ves a los chicos
desnutridos hasta los huesos, peleándose como perros por un puñado de arroz que
no todos los días consiguen? ¡Otra revolución que fracasó! Si te lo cruzás en
otra ocasión preguntale por qué hoy la
India no es libre como él quería. Tal vez te diga lo mismo
que pienso yo al respecto: que se equivocó de profesión, que un solo hombre,
por Gandhi que sea, no puede transformar a cien millones. Con mostrarle su
verdad a uno, o a un puñado, se cumple más que suficientemente con la Voluntad divina. A eso se
dedican los sabios.
¡Triste panorama revolucionario el de
fin de milenio, ¿no?! Quizá las únicas que están en alza son las revoluciones
conservadoras de los japoneses y norteamericanos. Aunque si hacemos lo que con
los franceses y les miramos la cara, ¿podremos descubrir en el brillo de sus
ojos ese resplandor de paz interior que solamente se distingue en la mirada de
un verdadero revolucionario?
Bueno, te dejo tranquilo. ¡Cuarenta y cinco años descansando en paz y te viene a despertar este salame! Un par de cosas
más: Quiero que sepas que si vos no hubieras sido vos, tal vez yo no me habría
animado a empezar mi viaje. Y quiero que te quede muy claro que te admiro. No
por todo lo que eras, pero sí por lo
que de vos rescato (no sé de otra forma de admirar un hombre que no sea esa,
salvo si me hablan del Barbeta).
Tengo un espejo muy grande y nítido en
el cual mirarme, pero está puesto muy arriba y a veces ni cogoteando lo
alcanzo. Por eso creí conveniente instalar en mi cuarto algunos otros espejitos
más borrosos, reales o imaginarios, en los cuales no me sea tan difícil
reflejarme. Al primero lo llamé Don Quijote, al segundo Sócrates, al tercero
Martín Fierro, al cuarto Gandhi y al quinto Che Guevara.