Según Vaz Ferreira, el patriotismo es "una substancia muy pura y
preciosa, pero muy putrescible". Brillante. Pongo la frase en su contexto:
¿Qué
sentimiento más natural y humano que el afecto a seres más semejantes a
nosotros o más próximos al idioma que nos es común; a las leyes, tradiciones y
costumbres que nos son comunes [...]?
Sin duda, ese sentimiento se puede exacerbar o corromper, y,
habitualmente, pasa eso (yo he comparado al patriotismo a una substancia muy
pura y preciosa, pero muy putrescible).
Pero, como no es incompatible --en sí-- con la mayor extensión
de la fraternidad, no hay por qué [...] imaginar su desaparición aun el más
ideal de los progresos...
Nótese que esto de la incompatibilidad de un sentimiento de radio
limitado con un sentimiento general humano no se le ha ocurrido a nadie, por
ejemplo, en cuanto a los sentimientos de familia, pero podría ser porque en la
práctica, mucho más que en los sentimientos de familia, el patriotismo se
presenta generalmente como sentimiento exclusivo y hostil; sentimiento de
oposición o de lucha...
[...]
Pero esta, no obstante, no es su esencia [...]. En esencia, el
sentimiento patriótico no es más que un grado de extensión del
sentimiento de simpatía humana perfectamente compatible con los grados,
diversos, de menor y mayor radio.
Esto de las radios, da esquema para pensar aquí...
En efecto: hay sentimientos personales; sentimientos de familia;
sentimientos de amistad; sentimientos de patria (que en parte se contraen a
localidades, a divisiones de la patria misma, y que en parte también se
extienden, por ejemplo, a continentes), y hay los sentimientos de solidaridad
humana, con los cuales ningún sentimiento de radio menor es incompatible (sin
prejuicio de las interferencias entre todas esas ondas de sentimiento) (Moral
para intelectuales, pp. 226-7).
La esencia del patriotismo, afirma Vaz Ferreira, no tiene nada que ver
con hostilidades ni con xenofobias, sino con el amor al prójimo; y este amor al
prójimo, a su vez, no es incompatible con el amor al lejano, o con el amor a la
humanidad en tanto que entidad abstracta e idealizada. Comparto plenamente
tales postulados y pido que se los compare con unas viejas anotaciones mías que
se remontan al 20 de julio del 1997, especialmente la primera nota al pie de
aquella entrada (teoría de la "pizza mágica"). En fin, luego de esta
apología del patriotismo bien entendido, no me sentiré ya tan inconsecuente con
mis ideales cosmopolitas al gritar los goles del seleccionado argentino de
fútbol en el próximo mundial del año entrante.
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