Colocan muchos a Vaz Ferreira, debido a su constante priorización de
las fundamentaciones empíricas por sobre las racionales, dentro de la categoría
de los pensadores filopositivistas. Yo no lo creo así, porque el denominador
común de todo positivismo es el desprecio de la metafísica en el sentido
popperiano del término, es decir, de lo que no puede ser probado ni desprobado
de manera más o menos contundente, y Vaz Ferreira tenía un profundo respeto por
este tipo de interrogantes carentes de respuesta obvia. La metafísica, decía,
es "la manifestación más elevada y más noble de la actividad del
pensamiento y del sentimiento humanos" (Moral para intelectuales,
p. 201). Ahora bien; esta entronización de la metafísica no le obstaba para
criticarla cuando se presentaba, incólume y solemne, a través de un sistema
cerrado de ideas, y especialmente cuando se arrogaba el derecho de acaparar la
teorización de la ética de manera exclusiva, sin acudir en auxilio de los
dictámenes positivos. La ética metafísica, librada a sus propias fuerzas, no
tiene sustento, y algo parecido sucede cuando la ética se teoriza pura y
exclusivamente a través de la experiencia. Pero ya no hablo más; te dejo otra
vez en manos del mayor --pues otro no conozco-- pensador filosófico uruguayo:
La moral
metafísica tiene un carácter riguroso, claro, preciso; pero, en cambio,
sus bases son débiles y conjeturales; los sistemas positivos son mucho mejor
cimentados, se basan sobre hechos; en cambio, nunca han alcanzado ni podrán
probablemente alcanzar el rigor absoluto y el carácter definido de los
metafísicos; ¿qué vale el rigor de los sistemas metafísicos, (hablo de sistemas),
si la solidez de los cimientos de esos magníficos edificios es una ilusión?.
. . Y es que la metafísica [...] ha cometido el error de tomarse por lo que no
es; de tomarse por una descripción o por una explicación precisa.
En el conocimiento
humano hay planos cada vez más profundos: nuestra vista puede penetrar más o
menos hondo en esos planos; pero, naturalmente, mientras más hondo penetra, más
confuso ve. Si representáramos esos planos por una masa de agua, diríamos que
es fácil describir y reproducir claramente lo que ocurre en la superficie del
agua, y que, entre tanto, allá en lo hondo, ya no se ve: se entrevé, se percibe
de una manera confusa, vaga; son sombras que pasan. Si nosotros procuráramos
describir lo que pasa allá en el fondo, con la misma claridad y con la misma
precisión que lo que pasa en la superficie, daríamos por fuerza una
descripción falsa.
Entre tanto, la
metafísica debe contribuir ampliamente para la moral ideológica y para la moral
afectiva; pero no tanto con teorías y con definiciones, sino con
sugestiones y con la inmensa visión de las posibilidades (ibíd., pp. 200-1).
Si esto es
correcto, mi teoría ética queda muy bien parada, puesto que el lugar que yo le
asigno a la metafísica está recostado en lo práctico, en las decisiones que
hemos de tomar en determinado momento, y no tanto en el descubrimiento de las
normas, preceptos y valores que aparecen en escena en el momento del
comportamiento éticamente deseable, asunto que dejo más bien en manos de la
experiencia.
Y con esta nueva, delicada y sugerente hipótesis vazferreiriana me
despido de él y de este libro suyo que vengo citando y analizando desde hace
unos cuantos días.
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