Una entrada más sobre julio Camba y los alemanes, que
me quedó en el tintero.
¿La sensibilidad ante la música es un signo de
bondad? Porque si lo es, los alemanes de principios del siglo XX, tan
susceptibles a la emoción musical, no podían ser tan malos como se supuso. Pero
el hecho es que no, que este tipo de sensibilidad no se cruza con los valores
éticos; al menos así lo entiende Camba:
Una de las cosas que más le han servido a Alemania es la afición a la
música. La gente no cree que los alemanes puedan ser crueles. [...] Son muy
musicales, en efecto, los alemanes. Al más encarnizado perseguidor de armenios
se le haría llorar tocándole una melopea. Desgraciadamente, es muy probable que
siguiese machacando al armenio mientras sonaba la música. La sensibilidad ante
la música no tiene para mí mucho más valor que la sensibilidad ante el zumo de
cebolla. Si puede constituir una prueba de bondad, esta bondad no pasará nunca
de ser una bondad baja y primitiva ("El pueblo de los gases
lacrimantes", ensayo incluido en su libro La rana viajera).
Decía
esto Camba para defenderse, porque su temperamento, en cuestión de música, era
antitético al de los teutones:
Yo soy una
persona inteligente que carece de sensibilidad musical. A mí me tocan ustedes
Mozart o Beethoven, Bach o Wagner, y es inútil. Todos los gestos que yo haga,
todas las actitudes extáticas que yo tome serán pura cortesía. En el fondo, me
aburro como una ostra. Positivamente, yo carezco de sensibilidad musical. Es
terrible, es inconfesable. Yo mismo estoy aterrado. Cuando voy a un concierto y
veo la emoción de todas las gentes, mientras yo permanezco frío me considero un
pequeño monstruo. [...] ¿Es posible que yo sea un ser tan bajo y tan innoble?
("La sensibilidad musical", ensayo incluido en su libro Alemania).
No
era bajo e innoble Camba por no saber emocionarse ante la música clásica, como
no lo era tampoco Darwin, quien afirmó que a fuerza de estudiar y estudiar a
los animales y a las plantas, se le atrofiaron "aquellas partes del cerebro de la que
dependen las aficiones más elevadas", "los más elevados gustos
estéticos" (Autobiografía, p. 91), y yo también soy del club,
porque si bien no podría vivir con alegría sin música, jamás me caló hondo la
música clásica, y ninguna música, ni clásica ni no clásica, me incita a llorar
(y eso que soy de llanto fácil...). Desconfiemos, pues, de aquel que se la da
de bueno por el solo hecho de percibir un vivo goce estético ante una melodía[1].
[1] Darwin
entendía que "la pérdida de
estas aficiones supone una merma de felicidad y puede ser perjudicial para el
intelecto, y más probablemente para el carácter moral, pues debilita el lado
emotivo de nuestra naturaleza" (ibíd., p. 91). Pero no
necesariamente nuestra emotividad íntegra se debilita: podría estar
debilitándose el lado emotivo musical contrapesándose con un incremento en el
lado emotivo de las vivencias sociales, etc.
No hay comentarios:
Publicar un comentario