El pueblo alemán,
dice Camba, carece de discernimiento, se deja llevar por las narices, respeta a
rajatabla el edicto de cada una de las autoridades supuestamente competentes en
cada rubro:
El pueblo alemán come lo que le
dicen los médicos que es más sano y lee lo que le aseguran los críticos que es
mejor. En todas las casas alemanas donde yo he vivido he observado que la
servidumbre leía a Goethe y a Schiller. ¿Cultura? No. Es que la portera
española que lee a Ponson du Terrail en vez de leer el Quijote tiene un gusto literario, un gusto, malo o bueno, cultivado
o no, pero un gusto al fin, y la servidumbre alemana, como carece de gusto, lee
lo que le dicen los críticos (“El pueblo alemán”, artículo incluido en el
compendio Alemania).
Lo mismo que yo, que cuando
carecía de gusto literario leía El
castillo de Kafka, no porque me causara placer el leerlo sino porque los
críticos decían que era bueno. Ahora, en vez de a Kafka, leo a Camba; mi gusto
literario se ha formado y ha evolucionado.
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