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jueves, 10 de enero de 2019

La ineticidad de los placeres sensitivos intensos



Los preceptos absolutos, en la ética, son falsos, porque siempre presentan excepciones de acuerdo a una u otra circunstancia en la que se aplican; de ahí que convenga en esta materia tratar no con preceptos sino con valores. Hay, sin embargo, un precepto que tiene una vigencia casi universal y que se verifica en casi cualquier circunstancia, y es el que sigue: Todo lo que provoca un placer sensitivo exacerbado es malo, malo para el individuo que lo experimenta y también para la sociedad en la que vive. No digo que todo placer sensitivo sea malo, sino solo los placeres sensitivos intensos, que lo sacan a uno de sí. El ejemplo típico son las drogas, especialmente las drogas duras, la heroína, los inhalantes como el Poxiran y el popper, etcétera. A la mariguana no la metería en este grupo porque el placer que provoca no es tan intenso. Las bebidas alcohólicas no sé si incluirlas, porque no provocan un placer tan intenso como algunas drogas duras. De las comidas, las que sin dudas entran en el precepto son las carnes, en especial la carne de vaca. El placer que provoca degustar un bife de chorizo bien jugoso cuando uno está realmente hambriento es tan intenso como el que provoca el coito. En cuanto al sentido del tacto, las caricias en las zonas erógenas están incluidas, siempre y cuando produzcan un placer desmesurado. Los orgasmos, desde luego, si esto es correcto son siempre inéticos; no así la eyaculación a la que se le quita el placer mediante alguna técnica. El sentido de la audición no genera placeres demasiado intensos, lo mismo que el sentido del olfato y el de la vista. Admirar un paisaje, oler una flor, escuchar una bella melodía, son placeres moderados que no presentan contraindicaciones.
¿Deseo, con esta declaración, generar millares de remordimientos en las personas que día a día experimentan estos placeres intensos que considero inéticos? De ningún modo. Sí deseo concienciar a la gente para que modere sus placeres sensitivos, y no porque me disguste el hecho de que gocen, sino porque si gozan demasiado, por lo general terminan sufriendo dolores más agudos —físicos o espirituales— que los placeres experimentados. Téngase siempre presente que hablo de moderar los placeres intensos sensitivos, no los placeres intensos de orden espiritual. Los placeres sensitivos están bien en su justa medida y sazón; si nos excedemos, pagamos las consecuencias. Y así como algunos hindúes entrenan su voluntad para no sentir placer mientras eyaculan, también podríamos nosotros entrenarnos para sentir lo que hoy sentimos mientras eyaculamos, pero con intensidad menor, en cualquier otra circunstancia de nuestra vida cotidiana que se nos antoja trivial o hedónicamente inocua. Parafraseando a José Gil, deberíamos entrenarnos, y entrenar a las nuevas generaciones, para saber poner en la taza de té que se saborea diariamente la voluptuosidad que el hombre normal solo puede encontrar en los gestos finales y carnales del amor.

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