Transmutación de valores en
Nietzsche: la humildad se transmuta en orgullo, la mansedumbre en belicosidad,
la satisfacción en riesgo, la compasión en crueldad y el amor al prójimo en
amor a lo lejano (cf. José Ferrater Mora, Diccionario
de filosofía, artículo “Nietzsche”). He aquí la palabra de Nietzsche con
relación a la última transmutación aquí mencionada:
¿Acaso les aconsejo yo el amor al prójimo? ¡Prefiero aconsejarles mejor
la huida del prójimo y el amor al lejano! Más elevado que el amor al prójimo es
el amor al lejano y al futuro; más elevado que el amor a los hombres es el amor
a las cosas y a los fantasmas. […] No aciertas en soportarte a ti mismo y no te
amas lo bastante; por eso procuras seducir al prójimo para que ame y asociarlo
a tu error. Yo quisiera que no se tolerara a ninguna clase de prójimo ni a los
vecinos; así se verían obligados a crear, extrayéndolo de ustedes mismos, su
propio amigo y su corazón derramado (Así
habló Zaratustra, I, 16 [p. 59])
“No te amas lo bastante”, dice
Nietzsche. La autoidolatría (muy distinta del amor a uno mismo) por sobre todas
las cosas. La teología patas arriba, y patas arriba la ética. Pero no
desesperéis, hombres de poca fe, que aquí llega el conde Tolstoi en nuestro
auxilio:
El más grande pecado de hoy, el amor abstracto de los hombres, el amor
impersonal hacia quienes existen en alguna parte, lejos. […] ¡Amar a los
hombres a quienes no se conoce, a quienes no se verá nunca, es bien fácil! No
impone necesidad de ningún sacrificio; y, al mismo tiempo, ¡se siente uno tan
contento de ello! La conciencia es burlada. No; es necesario amar al prójimo,
aquel a quien vemos y que nos molesta (León Tolstoi, “Conversaciones con
Teneromo”, citado por Romain Rolland en Tolstoi,
p. 133).
Pero ya me imagino a Nietzsche leyendo
esto y sonriendo por lo bajo. ¿Y qué otra reacción cabría esperar de un
individuo que no ha podido, a lo largo de su vida, amar a nadie concretamente?
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