La luminosidad que existe endeterminado lugar es inversamente proporcional a la cantidad de miradas queexista en ese momento en el sitio.
Todo lo que pretende insinuar esta teoría, que en verdad es muysencilla, quedará gráficamente explicado con un ejemplo: Supongamos que en uncuarto de 3 × 3 metros se ha colocado una lámpara de 75 watts justo en elcentro. La lamparita llegará con una luzpotente a todos los rincones del recinto. Ahora imaginemos la misma situaciónanterior, sólo que en este caso una persona ingresa a la sala. Seráimperceptible para el ojo humano, pero la luminosidad habrá bajado. Asimismo,si metiésemos veinte personas en dicho cuarto quizá lograríamos apreciar ladisminución del caudal lumínico que ofrecía la ya mencionada fuente. Estudiosrealizados en laboratorios no oficiales comprobaron que no sólo los sereshumanos consumen luz, sino que también los animales e insectos lo hacen. Heaquí unos datos interesantes que han sido comprobados por nuestros científicosque, como dijimos, son marginales. Estos números son el resultado de díasenteros de pruebas e innumerables gastos de equipos profesionales.
Nuestros genios afirman que un hombre normal, de 40 años de edad y unos70 kilos de peso, consume un total de 0,07 W de luz, siempre y cuando mire fijoa la fuente lumínica y no se aleje más de 3 m de la misma. Si no se mira fijo ala luz y con los ojos bien abiertos, el 0,07 que enunciamos se reduce a lamitad, y si nos alejamos más de 3,5 m de la fuente esta cifra baja mucho másprecipitadamente.
Dijimos que para el hombre el coeficiente de reducción lumínica--que de esa forma ha sido bautizado por nuestro personal-- es de 0,07 W, perotenemos calculados también los coeficientes de reducción lumínica de diferentesespecies:
Gato: 0,08 W
Perro: 0,04 W
Vaca: 0,2 W
Elefante africano: 0,5 W
Mosca: 0,000001 W
Cuis: 0,006 W
Todos estos datos severifican según la distancia ya mencionada y siempre y cuando los bichos estén mirandofijo a la luz y con sus ojos bien abiertos. Pero volvamos a los estudios conpersonas, que son menos dificultosos.
Cierto día, uno de nuestros investigadores planteó el siguienteobjetivo: "Vamos a intentar apagar una lamparita con la mirada. Si lologramos, por fin nuestra teoría será aceptada por el mundo entero". Y fueentonces que nos abocamos a dicho objetivo de lleno.
Primero pensamos apagar la lamparita con vacas y elefantes, pero se ibaa complicar el tener que hacerlos mirar a todos fijamente hacia la fuentelumínica. Pensábamos en estos dos animales porque eran los de mayorcoeficiente, pero al fin nos inclinamos por el hombre, que por lo menos es más manejable.De ahí en más, los que tuvieron que trabajar fueron nuestros matemáticos.
Para que resultara menos trabajoso, la lamparita que se intentaría apagarsería de poca potencia (25 W).
Una de las condiciones era que la gente no se alejara más de 3,5 m de lafuente de luz, por lo tanto buscamos una sala de 7 × 7 m. Lo más lógico hubierasido hacer la investigación en una habitación circular de 3,5 m de radio, pero¿sabe lo difícil que se nos hizo encontrar una? Nos inclinamos entonces, como quedó dicho, por la de 7 × 7. Había un error, ya que las personas que sealojaran en las esquinas estarían a casi 5 m de la lámpara, con lo que perderían un buen porcentaje de coeficiente dereducción lumínica. Se procedió entonces a clausurar las esquinas de la formaen que se muestra en el siguiente gráfico:
El problema del lugar estaba resuelto. Ahora vendría el tema de la genteque sería necesaria para llevar a cabo la idea.
Después de muchas idas y venidas y luego de haber realizado innumerablesy complejos cálculos, se llegó a la conclusión que continuación se detalla:
Si para apagar 0,07 W se necesita una persona, para apagar 25 W senecesitarán equis personas.
X = 25 W × 1 persona = 357 personas
0,07W
Estaban hechos todos los cálculos y entonces el gran día llegó. Pusimosen la puerta del salón un cartel que rezaba: "Sea partícipe de un hechohistórico en los anales de la ciencia y la regalaremos un pancho y una coca".Como era de esperarse, se formó una larga fila de personas. Desechamos a losgordos, flacos, viejos y jóvenes y nos quedamos con 357 personas de un promediode 40 años y 70 kilos de peso. Todo el grupo estaba formado por hombres, porquedentro de la sala podrían sucederse algunos apretujones y no queríamoscomprometer a nadie.
Empezó así a ingresar la gente, y cuando ésta se contaba en un númeroque se aproxima al centenar, comenzaron a escucharse desde el interior delrecinto algunos tejidos y gritos que no tardaron en aumentar conforme avanzabala fila. Cuando entró el número 357 la gritería era infernal ahí dentro. Es quese había calculado todo menos el espacio a ocupar por esos desdichados...
Teniendo en cuenta que la habitación era de 7 × 7, pero tenía sus puntasrecortadas, la superficie a ocupar rondaba los 40 m². Si las personas habíaningresado en número de 357, teníamos la conclusión de que había aproximadamentenueve personas por metro cuadrado. Inmediatamente comprendimos el porqué de losgritos. Nos asomamos a la sala por una claraboya que había en el techo ycomprobamos que el espectáculo que el lugar ofrecía era dantesco: estaban unosarriba de otros, y los que quedaban abajo pugnaban por ascender para poderrespirar mejor. Sólo se ven espectáculos semejantes cuando Boca juega de localen Vélez. Dejamos transcurrir un poco de tiempo, y cuando los gritos menguarony cesaron las avalanchas, encendimos la lamparita y por un parlante colocado enla claraboya del techo (yo) se le dijo a la gente que mire fijo hacia la luz ala cuenta de tres. Cuando concluyó la cuenta, quien esto relata miró tambiénhace la lámpara y observó cómo ésta reducía visiblemente su potencia, perolejos estuvo de apagarse. Luego de ese acontecimiento dirigí mi vista hacia lamasa de gente y observé que sólo unos pocos miraban el foco lumínico, los demásyacían desmayados o muertos y los que quedaban sanos dirigían hacia mí no sólosu mirada, sino también insultos, escupitajos y cualquier objeto contundenteque tuvieran a mano. Fue entonces que decidimos abrir las puertas y, alinstante, este desaforado grupejo ganó la calle gritando y empujando cual barrabrava de San Lorenzo. Los que no salieron, los que no saldrían nunca, fueronapilados en un rincón. Terminado este trabajo nos dimos a la fugainmediatamente.
La mayoría de nuestros científicos pensó que habíamos fracasado, pero yono. Este modesto interlocutor vio cómo la intensidad lumínica de la lámparahabía bajado de un momento a otro. No se logró apagarla, pero íbamos por buencamino. Quisimos organizar algo similar nuevamente, pero la policía, aduciendono sé qué cosa, nos lo impidió.
Tenemos fe en la veracidad de esta teoría. Algunos muchachos del grupoestán abocados ahora en la tarea de demostrar que la parcial oscuridad que seproduce durante un eclipse solar es aumentada, en gran parte, por los millonesde seres humanos que posan su mirada en el astro rey durante esos segundos.Personalmente no comparto esta teoría, ni la que dice que en un cine, a medidaque se va llenando de gente, se van consumiendo las luces. En mi opinión son éstasteorías oportunistas e inmaduras que no han sido estudiadas seriamente como laque mencionamos con lujo de detalles en primera instancia.
Seguiremos entonces con las investigaciones acerca de la consumibilidadde la luz, siempre y cuando salgamos airosos del juicio en el cual se nosimputa la muerte de 32 inocentes.
Grupo Prosaico Mancomunado, marzo de 1988
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