Más de un año ha pasado ya de mi deserción de la facultad de filosofía, y debo decir que no la extraño en absoluto.
Dijo Bertrand Russell:
La vida de Universidad es tan diferente de la vida en el mundo, que las personas que viven en el ambiente académico tienden a desconocer las preocupaciones y los problemas de los hombres y mujeres ordinarios; por añadidura, sus medios de expresión son generalmente tales, que privan a sus opiniones de la influencia que debieran tener sobre el público en general. Otra desventaja es que en las universidades están organizados los estudios, y el hombre al que se le ocurre algún medio de investigación original se sentirá, probablemente, desanimado (Bertrand Russell, "Elogio de la ociosidad", ensayo incluido en el libro Humanismo socialista (compilación de Fromm), p. 281).
Sí, por poco y no caigo en la trampa en que se debaten los universitarios --los alumnos y también los profesores--, y que consiste en estudiar --o enseñar-- lo que está de moda y no lo que conviene, lo que conviene en general y lo que nos conviene a cada uno en particular de acuerdo a nuestra idiosincrasia. Esas conveniencias no se respetan en las aulas, y los alumnos pagan muy caro ese descuido.
¿Qué habría sido, por ejemplo, del gran Arturo, del gran Schopenhauer, si en vez de dedicarse toda su vida a escribir y a filosofar lo hubiesen aceptado como profesor de filosofía? Habría sido un profesor más, y habría perdido la filosofía del siglo XIX a uno de sus mejores representantes.
Leo ahora a Rüdiger Safranski:
En el ambiente profesional de la filosofía, [Schopenhauer] careció de oportunidades y finalmente dejó de buscarlas. Ello le resultó beneficioso: el aguijón existencial que le empujaba a filosofar no llegó a disiparse en la actividad social del gremio. Su mirada conservó la agudeza y pudo contemplar la desnudez de los que reinaban en las cátedras alemanas. Se percató igualmente de las ansias de hacer carrera, del afán de originalidad a toda costa y de los intereses económicos que se vislumbraban a través de las redes de sistemas tan artificiales (Rüdiger Safranski, Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía, p. 10).
Tal vez algún día me decida y retome mis estudios universitarios, pero de lo que estoy seguro es de que nunca intentaré hacer carrera como profesor de filosofía.
No entiendo bien la generalización que se hace, es decir, que todo ambiente académico ha impedido el desarrollo del pensamiento filosófico. Con esa lógica Rorty, Bunge y otros reconocidos filósofos habrían sometido su pensamiento a su institución universitaria, ¿es así?
ResponderEliminarNo es una regla que se cumpla inexorablemente, pero es muy probable que el potencial del pensador filosófico se vea reducido si es que la institución universitaria lo constriñe demasiado a sus propias ideas y programas.
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