Había decidido no volver a manejar automóviles. El automóvil es el vehículo de los burgueses, de los que no se interesan por la ecología, me decía a mí mismo con sabiduría. Llegué incluso a escribir una ritma alusiva, intitulada "Auto de fe":
"¿Por qué te niegas obstinadamente
a conducir vehículos automotores?
¡El carro alegra el vivir de la gente,
tu terquedá es hija de tontos candores!"
No soy un terco, soy un ser humano
que se conduce siempre por la misma pista;
y sé que hay gran contradicción, hermano,
si a la vez soy poeta y automovilista.
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